Domingo, 1 de febrero de 2004
Malos perdedores
Por Alfredo Zaiat

La demorada aprobaci贸n de la primera revisi贸n del acuerdo con el Fondo Monetario confirma una evidencia que merece no dejarse pasar por alto teniendo en cuenta lo que se viene: los organismos financieros internacionales, controlados por los pa铆ses m谩s poderosos del mundo, han perdido la br煤jula sobre lo que quieren luego de la sucesi贸n de fracasos de los 鈥90. Las internas que se han precipitado en el seno del directorio del FMI por el caso argentino, las idas y vueltas en el discurso del gobierno de George W. Bush y la desorientaci贸n de los acreedores en default, tienen su origen en que desapareci贸 el paradigma de la d茅cada pasada y no ha sido reemplazado por otro. Los millonarios paquetes para rescatar del naufragio a econom铆as en crisis fueron desestimados por la administraci贸n republicana que desembarc贸 en el 2000 en la Casa Blanca. Pero se archivaron esos programas de socorro, en l铆nea con la pol铆tica del moral hazard (riesgo moral), sin construir otro mecanismo financiero para enfrentar descalabros de proporciones, como el default de la Argentina. Adem谩s, las instituciones multilaterales (FMI, Banco Mundial y BID) se encuentran desprestigiados, precisamente, por no haber sabido evitar las crisis de pa铆ses que en otro momento se denominaban emergentes. Y para sumar desorientaci贸n, la Argentina emerge de su peor depresi贸n por un sendero que ha registrado matices de independencia de la receta tradicional del Fondo.
En ese contexto se plantea la exigencia de 鈥渂uena fe鈥 por parte de Anne Krueger y el consejo de 鈥渦na reestructuraci贸n colaborativa, comprensiva y sustentable鈥 de Horst K枚hler. Esos reclamos de la conducci贸n del Fondo a la Argentina sobre la deuda en default revelan ese estado de confusi贸n en que ha quedado ese organismo, emergente de la actual ausencia de un nuevo paradigma para los pa铆ses con elevado endeudamiento. Si la refutaci贸n a esa cuesti贸n refiere a que el modelo perdura por la exigencia de una mayor disciplina fiscal, con excedentes crecientes como lo muestra Brasil, su debilidad resulta m谩s pat茅tica. El gigante de Am茅rica del Sur no contabiliz贸 crecimiento el a帽o pasado y esquiv贸 n煤meros negativos gracias al boom de la soja, que tambi茅n all铆 impuls贸 al sector agropecuario a rendimientos extraordinarios. O sea, m谩s ajuste fiscal para pagar m谩s a los tenedores de bonos en cesaci贸n de pagos, que de eso se trata las presiones del FMI, adelanta menos crecimiento econ贸mico. Eso no es un nuevo paradigma sino un rebajado papel de lobbista de acreedores en default.
Como luce inconsistente incrementar el excedente fiscal, tal como lo prueba la recuperaci贸n acelerada de la Argentina frente al estancamiento de Brasil, las dos K del Fondo apelan a conceptos tan escurridizos como 鈥渂uena fe鈥 o 鈥渞eestructuraci贸n comprensiva鈥. Esa desorientaci贸n tiene su origen, como ya se mencion贸, en la ausencia de un nuevo paradigma en reemplazo al fracasado de los 鈥90. Pero tambi茅n a un diagn贸stico equivocado sobre la responsabilidad del default. En m谩s de una oportunidad se han detallado los groseros errores del Fondo que fueron incubando el estallido argentino. A la vez, se ha precisado los efectos devastadores de la convertibilidad de la dupla Menem-Cavallo (al margen, se acuerdan de la puja para definir la paternidad de esa criatura: ahora, 驴qui茅n se quiere hacer cargo?). Adem谩s del FMI y del gobierno menemista y de De la R煤a, falta mencionar a un actor de esta obra que pasa desapercibido. Se trata de los principales bancos internacionales que colocaron los bonos argentinos a tasas exorbitantes enga帽ando a sus compradores sobre la situaci贸n de la econom铆a.
Si bien fueron embaucados por banqueros 谩vidos de cobrar comisiones elevadas, los inversores, peque帽os o grandes, jubilados del Primer Mundo y fondos institucionales no han sido inocentes. Sab铆an que adquir铆an t铆tulos p煤blicos que ofrec铆an rentas desproporcionadas con relaci贸n a papeles de mercados estables. Asumieron un riesgo, inducidos o no por oficiales de cuenta de bancos, y deben asumir los costos impl铆citos de esa aventura. Se trata, en definitiva, de las reglas del mercado, que tanto publicita la ortodoxia local y la del Fondo. Quienes compraron los bonos que franquearon la puerta del default ten铆an la opci贸n de otros t铆tulos de deuda de pa铆ses poderosos o de empresas l铆deres mundiales. En esos casos la tasa a percibir iba a ser mucho m谩s baja que la ofrecida por la Argentina. Esa diferencia es lo que se denomina 鈥減rima de riesgo鈥. Cuanto m谩s elevada, mayor es el riesgo de perder mucho como el de ganar mucho dinero. Ese es el dilema que se les presenta todos los d铆as a los protagonistas que apuestan en el gran casino financiero internacional. Y en ese recinto no es de buen perdedor pedir al crupier que comparta los costos de fallidas apuestas.
En esa l贸gica elemental de mercado libre, los acreedores privados deben hacerse cargo de una parte sustancial de los costos derivados de los riesgos que asumieron al comprar bonos argentinos. La quita propuesta no es 鈥渁gresiva鈥, de 鈥渕ala fe鈥 o 鈥渋nsustentable鈥. Esa poda es el costo que deben contabilizar inversores que apostaron a rentas elevadas y no las pudieron realizar porque esas mismas tasas les preanunciaban el colapso que no quer铆an ver cegados por la tentaci贸n.
Ya es hora de poner las cosas en su lugar para dejar de escuchar el llanto hip贸crita de acreedores que, en esta oportunidad, perdieron en la ruleta financiera y aspiran sin 鈥渂uena fe鈥 a que un pa铆s lleno de pobres les pague sus apuestas erradas.
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