Nadie gasta todo su presupuesto anual en lechuga y tampoco en viajar solamente en colectivo. En el primer caso su poder adquisitivo del 煤ltimo a帽o se hubiera pulverizado debido a que la verdurita verde subi贸 68,2 por ciento, mientras que en el otro se hubiera incrementado en la misma proporci贸n de aumento de sus ingresos porque el boleto no registr贸 variaci贸n alguna. Quien mira s贸lo el alza de la lechuga concluir谩 que el 铆ndice de inflaci贸n es mentiroso, que no refleja la realidad y que, en definitiva, es un dibujo del Indec por presi贸n del Gobierno. En cambio, quien analiza exclusivamente que el transporte automotor de pasajeros en la Capital Federal no ajust贸 las tarifas sentenciar谩 que existe una inflaci贸n reprimida por la agresiva intervenci贸n estatal. Cualquier persona que quiera entender de qu茅 se trata un indicador estad铆stico que mide la evoluci贸n de los precios de la econom铆a se dar谩 cuenta de que esos ejemplos son absurdos. Nadie come solamente lechuga o se dedica a viajar todo un a帽o en colectivo. Se consume una canasta de bienes y servicios diversos, que el Indec mediante una encuesta nacional trata de establecer en promedio, una t铆pica para un momento determinado. Son absurdas tambi茅n, entonces, varias de las sentencias que circulan por la mayor铆a de los medios referidas a la inflaci贸n 2006. Se puede coincidir o no con la pol铆tica oficial de ingresos, siendo una de sus herramientas los acuerdos de precios, pero las ideas de 鈥渋nflaci贸n reprimida鈥 o de que 鈥渆xisten dos, tres inflaciones diferentes鈥 revelan ignorancia sobre cu谩l es el trabajo del Indec y c贸mo se construye un 铆ndice de precios al consumidor. Y, fundamentalmente, qu茅 representa un indicador estad铆stico de la econom铆a.
Esa confusi贸n tiene dos or铆genes. Uno, la idea de que la canasta de consumo particular o de un determinado sector socioecon贸mico es la correcta, la que debe ser universal. En l铆nea con los analistas que hablan de 鈥渋nflaci贸n reprimida鈥, los habitu茅s de Villa Freud denominar铆an esa interpretaci贸n sectorial como 鈥渋nflaci贸n narcisista鈥, que traducido al lenguaje coloquial ser铆a 鈥渋nflaci贸n ombligo del mundo鈥. En general, la clase media y media-alta, entre los que se encuentran influyentes comunicadores sociales y economistas de la city, cuestionan el 铆ndice oficial porque 鈥揹icen鈥 no refleja la realidad. Lo que no muestra es esa realidad, que es parcial, perteneciente a un grupo determinado de habitantes. No es 鈥揺n promedio鈥 la de todos, que es la que mide el Indec en base a una Encuesta Nacional de Gastos de los Hogares. A lo largo del a帽o pasado los rubros prepagas, comer en restaurantes, y colegios privados, por ejemplo, aumentaron una media del 20 por ciento. Son consumos tradicionales de esa franja social hist贸ricamente insatisfecha. Sus presupuestos fueron exigidos en esa proporci贸n, aunque lo m谩s probable es que tambi茅n se hayan incrementado en esa medida o un poco m谩s, lo que no afect贸 su poder adquisitivo como se pudo comprobar con el frenes铆 consumista de las 煤ltimas semanas.
La otra ra铆z de la confusi贸n que se genera con la inflaci贸n minorista se debe a la oposici贸n que existe a la estrategia oficial de intervenci贸n en la formaci贸n de precios. Los m谩s o menos prolijos acuerdos de precios o el proyecto de la ministra de Econom铆a de transformarlos en pactos con el sector privado que definan 鈥渟enderos de precios鈥 forman parte de una pol铆tica de ingresos integral. Se puede coincidir o no, evaluar su mayor o menor efectividad en la mejora de la distribuci贸n de la riqueza, pero eso no significa que haya una olla a presi贸n de precios a punto de estallar. La actual intervenci贸n estatal tuvo varios objetivos simult谩neos:
1. Contener las expectativas inflacionarias que en alza, como las dej贸 el ahora candidato a presidente Roberto Lavagna, hubieran erosionado la base pol铆tica de sustentaci贸n del Gobierno.
2. Evitar que los precios de la canasta b谩sica (7,5 por ciento en el a帽o) se dispararan para proteger a los sectores de ingresos fijos de una p茅rdida de poder adquisitivo. A la vez, para permitir una mejora en los 铆ndices de pobreza e indigencia, ambos indicadores se fijan con el l铆mite que surge del valor monetario de esa cesta de consumo.
3. Alcanzar una inflaci贸n de un d铆gito anual (9,8 por ciento) para orientar la negociaci贸n salarial de este a帽o en un marco previsible.
4. Aspirar a moderar las ganancias extraordinarias que est谩 registrando la mayor铆a de las empresas por posici贸n dominante en sus respectivos mercados, objetivo que, de acuerdo con los balances conocidos, fue bastante esquivo.
Otra de las cuestiones pol茅micas respecto de la inflaci贸n se refiere a las tarifas de los servicios p煤blicos privatizados. El reclamo de ajuste se defiende como paso previo para decidir inversiones. Es la misma l贸gica de los noventa: la expansi贸n del servicio se realiza con el dinero del usuario con escaso riesgo empresario. De acuerdo con la experiencia pasada y presente no resulta tan evidente 鈥揷omo insisten analistas no independientes鈥 que un incremento de ingresos se traduzca en m谩s inversiones. Lo m谩s probable es que esos ajustes se vean reflejados en el rengl贸n de las utilidades brutas de la compa帽铆a. Esto no significa que no haya que ordenar el cuadro tarifario, pero con criterio de eficiencia y equidad, y no en funci贸n de la rentabilidad-inversiones de las empresas.
La controversia con el 铆ndice de inflaci贸n tambi茅n tiene otro cap铆tulo referido a la observaci贸n de que su base de medici贸n est谩 desactualizada porque corresponde a la Encuesta de Gasto y Consumo de los Hogares de 1996/1997. Entonces, la cr铆tica por derecha e izquierda apuntaba a que el indicador que surge del relevamiento no es representativo de la nueva realidad, emergente de la prolongada recesi贸n nacida en 1998, posterior estallido de 2001 con ep铆logo en una megadevaluaci贸n. Seg煤n el an谩lisis realizado por el soci贸logo Artemio L贸pez en su blog rambletamble, de la nueva Encuesta 2004/2005, que se difundi贸 a fin del mes pasado, surge que el 50 por ciento del gasto de los hogares se concentra en tres rubros: Alimentos y bebidas, Transporte y comunicaciones, y Vivienda. A la vez, menciona que sube la incidencia del gasto en Bienes y servicios varios, Indumentaria y calzados y Transporte y comunicaciones, 鈥渜ue en el per铆odo de ocho a帽os transcurridos entre las mediciones aumentaron sus participaciones entre 17 y 27 por ciento鈥, explica L贸pez. Esa nueva encuesta encierra una sorpresa: la modificaci贸n de la estructura de gasto de los hogares no tiene mayor impacto en el c谩lculo del IPC general (en el 谩rea metropolitana se relevan todos los d铆as h谩biles un total mensual de 115.000 precios en alrededor de 8 mil negocios) entre una y otra muestra. Incluso, con la nueva encuesta la inflaci贸n acumulada noviembre 2005-noviembre 2006 arroja 13 d茅cimas menos que la contabilizada con la ahora vieja: 10,11 vs. 10,24 por ciento.
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