La crisis internacional mantuvo convulsionados a los mercados durante este año. Las acciones lÃderes, que venÃan de exhibir abultadas ganancias en 2010, cierran 2011 con pérdidas de hasta el 57 por ciento, al igual que los tÃtulos públicos, que retrocedieron en promedio un 30 por ciento. En la caÃda también colaboró la especulación local con el dólar, ya sea por la incertidumbre preelectoral o por la minicorrida luego de que se implementaran mayores controles a la compra de moneda extranjera. Muchos inversores se volcaron al dólar a pesar de que fue un mala opción financiera. El billete verde se apreció sólo 7,5 por ciento, mientras que el euro lo hizo un 6 por ciento. La alternativa más conservadora fue, en última instancia, la mejor: los plazos fijos permitieron cuanto menos igualar la evolución de la inflación.
La debilidad de los liderazgos en los paÃses centrales y las recetas ortodoxas aplicadas en esas economÃas provocaron una fuerte volatilidad en las plazas bursátiles a lo largo de todo el año. Las presiones de los organismos multilaterales de crédito para aplicar ajustes se reflejaban en las cotizaciones con inversores que castigaba cualquier medida que implicara cierta soberanÃa polÃtico-económica. Esta tensión contagió al resto de los mercados, aunque, como en el caso argentino, no existiesen condiciones objetivas para justificar ventas generalizadas de activos. De hecho, las empresas exhibieron balances positivos –algunos sectores con resultados record–, lo que deberÃa haber apuntalado sus acciones, y la economÃa en su conjunto mostró un excelente desempeño, que tendrÃa que haberse reflejado en el precio de los bonos.
Otro factor que jugó en contra de las cotizaciones locales fue la especulación sobre la decisión del Gobierno de controlar las operaciones cambiarias. Economistas y analistas, portavoces del establishment financiero, fogonearon la compra de dólares bajo dos premisas, que repetÃan hasta el hartazgo: el Gobierno aplicará una fuerte devaluación luego de las elecciones presidenciales de octubre y la divisa es una opción para ganarle a la inflación. Desde los comicios de octubre a la fecha –cuando sólo restan tres ruedas para el cierre del ejercicio de este año– el dólar sumó apenas cuatro centavos, ni siquiera alcanza al ahorrista a hacer una diferencia en la compraventa. La tendencia se revirtió el último mes del año en materia cambiaria, donde los depósitos en dólares empezaron a regresar al sistema y el Banco Central logró recomponer reservas: compró casi 1500 millones en los últimos quince dÃas.
No obstante, la tendencia a dolarizar carteras tuvo efectos negativos en los precios de acciones y bonos. También contribuyeron las denominadas operaciones de contado con liquidación, que utilizan a estos activos como vehÃculo para fugar capitales. Los más perjudicados fueron los papeles del sector bancario, actividad que volvió a contabilizar una rentabilidad histórica. Entre los papeles lÃderes, se destacaron las bajas del Hipotecario, con un rojo del 56,7 por ciento, el Galicia (52,2), el Macro (48,6) y el Francés (42,3). Le siguieron con igual tendencia las acciones vinculadas con el sector energético, aunque con el reajuste de tarifas mejoraron sus perspectiva. La única firma con ganancias en el año fue Molinos, con un alza de 5,7 por ciento.
Los tÃtulos públicos también fueron castigados por la ola de ventas. Entre las emisiones más operadas se encuentran los bonos que nacieron con el canje de 2005. Dentro de este menú, los bonos Discount y Cuasipar perdieron el 34 por ciento. En contraposición, la dolarización jugó a favor de las tasas de interés, dado que las entidades las elevaron para captar mayores ahorros. Esto permitió a un ahorrista terminar el año con un rendimiento de entre 16 y 18 por ciento por colocar su dinero a plazo
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