Aunque las reservas internacionales no hayan terminado de caer es posi ble hacer un primer balance, muy preliminar, del accionar del nuevo equipo econ贸mico. El primer paso fue avanzar en dos aspectos que hab铆an sido negados hasta en el discurso: el cepo y el sinceramiento del tipo de cambio. Para el Gobierno, las palabras irritantes eran precisamente dos; 鈥渃epo鈥 y 鈥渟inceramiento鈥, ambas caras de una misma moneda. Comenzar a desarmar el cepo resultaba imposible sin asumir algo de devaluaci贸n. Finalmente, los mercados y los comportamientos microecon贸micos existen. Una vez asumida esta existencia, las recientes medidas demostraron ser m谩s eficaces para controlar la cotizaci贸n de la divisa que el expulsado estilo militante de restricci贸n y apriete cuerpo a cuerpo. Un avance por donde se lo mire, y con menor ruido pol铆tico. Sin embargo, avanzar en la direcci贸n correcta no significa que los problemas hayan desaparecido. Ning煤n paquete de medidas es m谩gico. En adelante, el gran desaf铆o ser谩 el equilibrio entre la administraci贸n de la restricci贸n externa y uno de los derivados de la tarea: la inflaci贸n. Si para salir del cepo fue necesario asumir una devaluaci贸n, la tarea central que sigue es evitar el completo traslado a precios del nuevo tipo de cambio, as铆 como su efecto negativo sobre salarios y crecimiento. Es aqu铆 donde el nuevo equipo mostrar谩, si la tiene, su mu帽eca. Algo ya demostr贸 con el progresivo desarme de las expectativas de maxidevaluaci贸n.
Un test r谩pido para conocer la ideolog铆a de cualquier economista consiste en preguntarle cu谩l es su receta para la inflaci贸n. Claro que toda receta supone un diagn贸stico (o al menos deber铆a suponerlo). En consecuencia, para predecir los pr贸ximos pasos del equipo econ贸mico interesa saber cu谩l es su diagn贸stico sobre la inflaci贸n. A la cabeza de este balance se encuentra el taxativo rechazo a su relaci贸n con la emisi贸n, algo que Axel Kicillof sostuvo desde mucho antes de ser ministro. En cualquier caso es una discusi贸n vieja, pero de resonancia presente. Contra toda evidencia, sobran los economistas que, a toda hora y por todos los medios, insisten con la relaci贸n, lo que obliga a repasarla una vez m谩s. Quienes asocian inflaci贸n con emisi贸n consideran que una mayor cantidad de dinero en la econom铆a genera un exceso de demanda que no puede ser afrontado por la oferta de bienes y servicios, situaci贸n que se ajusta a trav茅s del incremento en los precios. A esta idea se le agrega que la cantidad de dinero es controlada por el Banco Central. Ambas ideas presentan un problema com煤n: no son corroboradas por la realidad.
Primero, porque la emisi贸n puede no ser convalidada por la demanda del sector privado. Este fue el caso de Estados Unidos, Europa y Jap贸n, que en respuesta a sus crisis financieras expandieron sus bases monetarias sin que ello se traduzca en mayores precios generalizados, sino solamente en una baja en la velocidad de circulaci贸n. Algo similar ocurri贸 en el plano local. Aqu铆 la emisi贸n del BCRA se originaba mayoritariamente en la recompra de divisas excedentes del balance comercial, lo que en contrapartida permiti贸 acumular reservas internacionales. El proceso fue acompa帽ado por momentos por subas de precios. Sin embargo, cuando esta recompra se redujo significativamente, la inflaci贸n no se detuvo. Vale destacar, como dato adicional, que la relaci贸n cantidad de dinero/PIB de Argentina es baja comparada con la mayor铆a de los pa铆ses.
Segundo, y m谩s importante, porque un incremento de la demanda originado por una mayor cantidad de dinero no necesariamente encuentra un l铆mite en la econom铆a real. Sobra evidencia de que la oferta de bienes y servicios responde positivamente al incremento de la demanda. La emisi贸n, entonces, es expansiva antes que inflacionaria. A nivel del empresario individual, es posible imaginar que frente a una mayor demanda aumente precios, pero en el agregado, la conducta empresaria es aumentar la oferta. Las empresas basan su expansi贸n en el crecimiento de la producci贸n, no de los precios, un concepto dif铆cil de entender tanto para los marginalistas como para quienes postulan una maldad empresaria intr铆nseca. El car谩cter expansivo de la demanda es convalidado por los datos: en los a帽os de mayor crecimiento de la 煤ltima d茅cada, la Inversi贸n Bruta Interna Fija (IBIF) creci贸 m谩s que proporcionalmente, aumentando su participaci贸n en el PIB. Luego, la relaci贸n positiva entre el crecimiento de la demanda agregada y la demanda de inversi贸n se verifica para toda la d茅cada.
El diagn贸stico del equipo econ贸mico es que la inflaci贸n es por puja distributiva. Es decir, de costos, y, en consecuencia, 鈥渓a devaluaci贸n incide y mucho鈥. Frente a este diagn贸stico, no hay muchas recetas. En econom铆a es dif铆cil sacar conejos de la galera. El camino por venir tiene un alto componente de negociaci贸n pol铆tica, lo que quiz谩s explique los cambios de gabinete, y consiste en consensuar acuerdos de precios con los empresarios y de salarios con los sindicatos. O sea, frenar los componentes inflacionarios inerciales generados en los 煤ltimos a帽os. Esta tarea puede asumir m煤ltiples formas, pero como qued贸 demostrado con el freno a las expectativas de maxidevaluaci贸n, una mejora en las formas del uso del poder del Estado puede derivar en un avance en la eficiencia de la gesti贸n de precios. Eficiencia que el nuevo equipo tendr谩 que demostrar.
En materia de crecimiento, una potencial v铆ctima del nuevo panorama, puede recordarse lo escrito por Kicillof en diciembre de 2010 en este mismo suplemento, cuando aseguraba que se hab铆a llegado 鈥渁l l铆mite de las posibilidades de sostener un crecimiento acelerado en base a medidas eminentemente macroecon贸micas鈥. Su corolario de entonces era, precisamente, que hab铆a poco para inventar y que exist铆a un 煤nico camino conocido por todas las econom铆as que lograron cerrar la brecha del desarrollo: la planificaci贸n estatal de la industrializaci贸n
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