Desde Cannes
L鈥檃mour fou, el amor loco, la pasi贸n amorosa que impide ver otra realidad que no sea la de su oscuro objeto del deseo fue el tema dominante que propuso ayer la competencia oficial, con dos pel铆culas de sendos veteranos de Cannes, premiados aqu铆 en m谩s de una ocasi贸n, pero a quienes a煤n les falta colocar en sus vitrinas la codiciada Palma de Oro. El italiano Marco Bellocchio trajo Vincere, su mejor film en muchos a帽os 鈥搚 L鈥檕ra di religione e Il regista di matrimoni, presentadas en Cannes 2002 y 2006 eran estupendas鈥, mientras que Pedro Almod贸var propuso Los abrazos rotos, que lo re煤ne nuevamente con su musa de los 煤ltimos a帽os, Pen茅lope Cruz.
Es una injusticia que el cine de Bellocchio est茅 casi olvidado en Buenos Aires, donde su 煤ltima pel铆cula estrenada en salas comerciales fue La nodriza, casi una d茅cada atr谩s. Contempor谩neo de Bernardo Bertolucci, a partir de mediados de los a帽os 鈥60 ambos fueron l铆deres de una revoluci贸n en el cine italiano moderno que luego de los Fellini, Antonioni y Visconti lleg贸 para aportar una visi贸n a煤n m谩s compleja y din谩mica de la realidad, influidos por la nouvelle vague en general y por Jean-Luc Godard en particular. Prol铆ficos ambos, sus respectivas carreras fueron dando m煤ltiples giros a lo largo de estas d茅cadas, pero ahora se viene a confirmar que quiz谩 Bellocchio fue de los dos el m谩s consecuente con sus ideas, el m谩s riguroso y actualmente quien est谩 todav铆a en magn铆fica forma, a diferencia de Bertolucci, que ha ralentado mucho su producci贸n al mismo tiempo que parece haber perdido su rumbo art铆stico.
Vincere exhuma una historia que debi贸 ser famosa, pero que hasta hace muy poco tiempo era casi desconocida en Italia: la de Ida Dalser, amante de Benito Mussolini, madre del primog茅nito del futuro Duce, que cuando logr贸 ascender al poder la apart贸 brutalmente de su vida, lo mismo que a su hijo. Ida conoci贸 a Mussolini hacia 1914, cuando 茅ste era a煤n un ardiente militante del socialismo, antimon谩rquico y anticlerical. Ella qued贸 inmediatamente flechada no s贸lo por su personalidad, sino tambi茅n por sus ideas y le entreg贸 inmediatamente todo: no s贸lo su cuerpo, sino adem谩s sus ahorros 鈥搕en铆a en Mil谩n una pr贸spera casa de modas, que vendi贸 de apuro鈥 para que Mussolini pudiera fundar Il Popolo d鈥橧talia, el peri贸dico con el que pavimentar铆a su ascenso al poder. Pero una vez en la cima, Mussolini no s贸lo la abandon贸, sino que hizo todo lo posible por borrar su existencia y la del hijo que tuvieron en com煤n, al punto que ambos murieron en respectivos manicomios, durante el r茅gimen fascista.
A la manera de un cine italiano que se cre铆a perdido, Bellocchio articula magistralmente un discurso en el que se van enhebrando distintos niveles de an谩lisis: psicol贸gico, pol铆tico, social. La locura latente que se anida en la normalidad ha sido siempre una constante en el cine de Bellocchio y aqu铆 alcanza una suerte de 茅xtasis, porque hace de Ida (estupenda Giovanna Mezzogiorno) una hero铆na tr谩gica a la manera de las divas italianas del cine mudo. De hecho, Vincere dialoga de manera permanente con el cine de la 茅poca, porque cuando Ida es apartada de la vida de Mussolini 鈥揳 quien contin煤a amando ciegamente, mientras no deja de reclamar por sus derechos鈥 lo sigue viendo a trav茅s de su imagen en los noticieros oficiales.
Hay m谩s de una escena de bravura en Vincere y siempre transcurren en una sala oscura, con las im谩genes parpadeantes iluminando como rayos la platea, donde se dirime una historia que es a la vez personal y colectiva, como esa iglesia convertida en enfermer铆a en la que bajo la protecci贸n de la cruz los heridos de guerra 鈥揺ntre ellos Mussolini鈥 ven proyectadas en la c煤pula im谩genes de un film mudo sobre la Pasi贸n de Cristo, mientras en el suelo Ida pelea por su hombre con Rachele, la esposa oficialmente reconocida. Hay en Vincere una dimensi贸n grandiosa, absolutamente oper铆stica, Verdiana (resuenan los ecos de Aida) que pueden acercar al film de Bellocchio a la Palma de Oro, o al menos al premio a la actriz, para el magn铆fico trabajo de la Mezzogiorno.
En este sentido, Pen茅lope Cruz no parece estar en condiciones de disputarle a la actriz italiana ese lugar, no precisamente por falta de talento, sino porque en Los abrazos rotos Almod贸var 鈥搒in dejar de destacar su belleza (o precisamente por ella)鈥 la ha convertido en un personaje est谩tico, pasivo: en el objeto de la pasi贸n de un director de cine que hasta llega a quedar ciego por ella. 鈥淟a mera presencia de esa mujer me turbaba鈥, reconoce Mateo Blanco (Jos茅 Luis G贸mez), que cuando pierde la vista se dedica, con la ayuda de su hijo, a escribir guiones bajo el seud贸nimo de Harry Caine. Y la pel铆cula de Almod贸var va y vuelve una y otra vez en el tiempo, para explicar (quiz谩 demasiado) c贸mo ese hombre conoci贸 a esa mujer y c贸mo el rodaje de una pel铆cula 鈥搕itulada muy almodovarianamente Chicas y maletas鈥 se convirti贸 en su sacrificio y luego en su salvaci贸n.
鈥淪iento que es la primera vez que he hecho una declaraci贸n expl铆cita de amor al cine鈥, declar贸 Almod贸var en la conferencia de prensa que sigui贸 a la proyecci贸n de Los abrazos rotos. 鈥淣o en una secuencia espec铆fica, sino en toda la pel铆cula: un homenaje al cine, a sus materiales, a la gente 鈥揳ctores, escritores, t茅cnicos鈥 que es capaz de dar todo lo que tienen para transmitir historias y emociones. El cine no es solamente una profesi贸n, sino por sobre todo una pasi贸n irracional.鈥 En fin, para Almod贸var parece que el cine es, tambi茅n, otro amour fou.
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