El legado de Mercedes Sosa es de vital importancia en estas horas de Argentina, una enseñanza moral plena de luz. Con sutileza y precisión desa-rrolló una obra que marcará por siempre la historia de la música popular de este continente. Su voluntad de libertad fue expuesta en cada recodo del largo camino que forjó a través de muchas décadas en diferentes álbumes y escenarios del mundo. De Matus a Violeta Parra, de RamÃrez a Atahualpa Yupanqui, de Teresa Parodi a Djavan, de Peteco Carabajal a Spinetta, de Félix Luna a Charly GarcÃa, toda ella fue, es, una clase de lo que debiera ser una nación. Una mujer integradora de esencias, una perfumista de la canción en la búsqueda, no del aroma perfecto, sino del aroma del lugar.
Sanmartiniana, desprejuiciada por naturaleza, logró lo que ningún dirigente pudo poner en funcionamiento en la historia de esta tierra. Escuchó a todos, se vinculó con todos, cantó con todos, nos emocionó a todos. Escuchar, vincular, cantar, emocionar. Verbos inusuales, alejados de la vida polÃtica. Como nadie, nos da una idea del significado de nación que nos carga de responsabilidad y obliga a pensar en la infelicidad de un paÃs que no puede realizarse en plenitud. Su obra lo logra. La fiereza en la elección de sus repertorios, los riesgos artÃsticos que asume, el rigor a la hora del canto y la claridad de su voz de terciopelo, la ausencia de miedos a las mercadotecnias, su seguridad temeraria al momento de la grabación, sus ojos cerrados cuando interpretaba y su boca de oro por delante de su bellÃsimo pelo negro bajo esa nariz de águila, ésa es su estampa.
Ama, señora y dueña del lugar. Reinona de la canción. Será imposible pensar la Argentina sin sus fundamentales versiones de Leguizamón y Castilla, GuaranÃ, la trÃada modernista de La misa criolla, Mujeres argentinas y La Cantata sudamericana, la vuelta a la democracia con Gieco, Tarragó Ros, Heredia y GarcÃa, su permanente curiosidad por los autores nuevos (a quienes escuchaba en su casetera primero, después en su walkman y después en su iPod), su admiración por el Chango FarÃas Gomez y Chacho Muller, su falta absoluta de rivalidad con las demás cantantes del barrio, a quienes amaba, sus ganas de abstraerse de todo y su curiosidad inagotable sobre lo que sucedÃa en el mundo... en fin, sin su locura abarcadora y contenedora.
Ha muerto la señora Mercedes Sosa. La Pachamama le decÃan. Era una gran verdad, porque protegÃa y proveÃa. Madre tierra y deidad. Su mirada, su presencia, nos condena al encuentro y este es un inmenso desafÃo en ésta, la hora más difÃcil de nuestra tremenda pérdida. Parecen palabras grandes y lo son, pero más grande será construir un lugar tomándola de ejemplo. Ladrillo a ladrillo y todos los dÃas con amor se construye una casa. Ese es su legado. Jamás aceptaré que el lugar de su velatorio se llame el de los pasos perdidos. En todo caso será el de los pasos ganados.
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