Fenómeno comercial con más de cuarenta millones de ejemplares vendidos en todo el mundo, la tetralogÃa Cincuenta sombras llegó al cine de una forma tan tardÃa como incompleta: en el interior de la adaptación del primer libro, Cincuenta sombras de Grey, anidaba el espÃritu grasa y la ilustración banal y superflua del deseo de esos thrillers eróticos berretas de los primeros 90 (El cuerpo del delito, Sliver), pero no su goce culposo ni mucho la autoconciencia de sus limitaciones. DifÃcil, pues, esperar algo bueno de una versión cómica de una pelÃcula de por sà mala. El máximo responsable de 50 sombras negras es el aquà actor, productor y coguionista Marlon Wayans, un rostro quizá no tan conocido por estos pagos –una de las pelÃculas más populares, ¿Dónde están las rubias?, es una fija de la rotación de Telefe– pero de amplia trayectoria y, siendo un poco generosos, ciertos pergaminos en el terreno de la búsqueda de risas gracias a la creación de Scary Movie. Esa saga, además, cimentó el que con los años se convertirÃa en el procedimiento habitual de su trabajo, que consiste en tomar el éxito de turno y refritarlo en clave de comedia por momentos absurda y por otros gruesa, dando como resultado films en la lÃnea de ¿Y dónde está el fantasma? o Inactividad paranormal, ambos con inexplicable paso por los cines argentinos, y dirigidos, al igual que aquÃ, por Michael Tiddes.
Lejos del carácter metadiscursivo e irónico de las primeras comedias de Mel Brooks, quizá el referente más lejano –en tiempo, pero también estilo y forma– de Wayans, 50 sombras negras se limita a apelotonar guarrerÃas sexuales gratuitas y de dudoso gusto en medio de una estructura narrativa similar a la del film protagonizado por Dakota Johnson y Jamie Dornan. Nada nuevo bajo el impetuoso sol de enero, dirán a coro y con razón aquellos espectadores que recuerden las dos primeras Scary Movie (la tercera y cuarta, dirigidas por David Zucker, creador de La pistola desnuda, son otra cuestión). Tampoco es novedoso que el film llegue apenas un año después del estreno del objeto a parodiar. La premura es acorde al carácter efÃmero del éxito de Grey y oportuna en términos comerciales y de visibilidad, pero difÃcilmente positiva en términos artÃsticos: cada plano exhibe una facturación apurada y vaciada de cualquier tipo de reflexión, y su guión una falta de punterÃa casi perfecta a la hora de dar en el blanco humorÃstico. Falta de punterÃa y de timing, ya que, al igual que la adaptación del libro de la británica E.L. James, 50 sombras negras llega tarde a todo, incluso a una dosis de escatologÃa que hará respingar las narices de los amantes del buen gusto. Proyecto 43 lo hizo mil veces mejor y casi tres años antes.
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