Hitler y Goebbels amaban la música. No eran los únicos. Alemania, ya se sabe, es un pueblo melómano; Wagner ya habÃa escrito acerca de las miserias de la música judÃa y de su nefasta influencia en la cultura germánica; los jerarcas del nazismo tomaban las cuestiones musicales como asuntos de Estado, la Filarmónica de BerlÃn tocaba en los cumpleaños del Führer y las discusiones acerca de los valores como directores de Wilhelm Furtwaengler o del joven Herbert von Karajan, con la marina y la aeronáutica alineadas a favor de uno y otro, ocuparon más de una reunión oficial. En realidad, era precisamente la fe en el poder de la música lo que llevó al régimen a suponer que algunas podÃan ser perniciosas y a dictaminar sobre ellas. HabÃa habido una exposición de artes plásticas denominada Arte Degenerado, donde se mostraba todo aquello que la pintura y la escultura no debÃan ser. Y, a su imagen y semejanza, se ideó la Entartete musik o “música degeneradaâ€. Allà se incluÃa la compuesta o tocada por judÃos, desde ya, pero también la atonal y las influidas por el jazz, el music hall y el cabaret.
El caso del nazismo, de todas maneras, no fue el único. Josef Stalin, por ejemplo, se ocupó personalmente de escribir en Pravda la crÃtica de la ópera Lady Macbeth del Distrito de Msensk, de Dmitri Shostakovich. Y más cerca, en el tiempo y en el espacio, el teniente general Juan Carlos OnganÃa dio instrucciones, en 1967, para que el Colón no estrenara la ópera Bomarzo, de Ginastera, en razón de su supuesta inmoralidad. Decadencia estética, pesimismo, procacidad o simple falta de espÃritu patriótico, los argumentos esgrimidos por el poder polÃtico para reglamentar los gustos musicales de la sociedad fueron variados. Las músicas proscriptas, en el siglo XX, lo fueron por múltiples motivos. Pero siempre subyació la creencia de que la música, tal como creÃan los teóricos de la Iglesia medieval, podÃa ser tanto un valiosÃsimo aliado como el más avieso de los enemigos. Al fin y al cabo, podÃa llevar a una persona a la exaltación o el abatimiento en cuestión de segundos y sin que nadie pudiera explicar demasiado bien por qué. El ciclo Sonidos prohibidos, que incluye conciertos, conferencias y pelÃculas relacionadas con el tema y que comienza hoy en la Biblioteca Nacional, recorre esa problemática y, más allá de la reflexión acerca de la historia y del valor documental de las obras incluidas, permitirá escuchar mucha música magnÃfica que casi nunca se escucha.
Ideado y coordinado por la violinista Haydée Seibert y la pianista Bárbara Civita –fundadoras del TrÃo San Telmo–, el ciclo incluye un abono a cuatro conciertos de cámara que se desarrollará en el auditorio de la Fundación Amijai –Arribeños 2355– todos los lunes desde el próximo 23 de este mes hasta el 14 de julio y una presentación de la Sinfónica Nacional en la Facultad de Derecho, el viernes 27. Con el auspicio de la Fundación Szterenfeld, la SecretarÃa de Cultura de Presidencia de la Nación y la Dirección General de Música del Gobierno de la Ciudad, Sonidos prohibidos permitirá conocer, entre otras obras, algunas de las escritas en el supuesto campo modelo de Therezin, donde fueron prisioneros músicos como Viktor Ullmann, Hans Krasa y Pavel Haas. Justamente de estos dos autores podrán escucharse, este lunes, Tema con variaciones, para cuarteto de cuerdas, del primero, y Suite Op. 17, para oboe, clarinete y fagot. El concierto se completará con el TrÃo para cuerdas, de Gideon Klein, la Sonata para piano Nº 5, Op. 45, de Ullmann, y Divertissement para oboe, clarinete y fagot y Hot Sonata para saxo alto y piano, de Erwin Schulhoff. El lunes 30 el concierto estará dedicado a composiciones de Felix Mendelssohn, Ernst Krenek, Paul Hindemith y Franz Schreker. El 7 habrá obras de Mahler, Schönberg, Berg, Webern y Zemlinsky y el 14 el repertorio corresponderá al cabaret berlinés de la República de Weimar, con puesta en escena de Daniel Suárez Marzal. Los intérpretes convocados están entre los más destacados de la escena musical, incluyendo a cantantes como VÃctor Torres y Susanna Moncayo, a pianistas como Fernando Pérez, Agustina Herrera y Alicia Belleville, a la excelente saxofonista MarÃa Noel Luzardo y a los violinistas Luis Roggero, Haydée Seibert y Grace Medina. A modo de apertura, hoy habrá, por su parte, dos mesas interdisciplinarias en la Biblioteca Nacional, coordinadas por Noé Jitrik. La primera, a las 14.30, versará sobre “PolÃticas de la prohibición†y participarán Eugenio Zaffaroni, Ricardo Forster, José Milmaniene y Horacio González. La segunda, a las 17, tendrá como tema las “PolÃticas prohibitivas del silencio†y participarán Eduardo Grüner, Gastón Burucúa e Isidoro Gilbert. El ciclo se completará con la proyección de ocho clásicos del cine organizada por la Sala Leopoldo Lugones del Complejo Teatral de Buenos Aires y la Fundación Cinemateca Argentina, con la colaboración de la Embajada de Francia y el Goethe Institut. Se han programado El Angel Azul (martes 24), La ópera de tres centavos (miércoles 25), Kuhle Wampe (jueves 26), Los verdugos también mueren (jueves 26), El trÃo de la estación de servicio (viernes 27), Comedian Harmonists (viernes 27), Los visitantes de la noche (sábado 28) y Sombras del paraÃso (lunes 30). También se proyectará, el domingo 29, El violÃn de Rotschild, de Edgardo Cozarinsky.
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