Los comienzos de esta nota podrĂan ser varios: Gabo Ferro, profesor, descubriendo las aproximaciones entre la mĂşsica y la historia como disciplina; Gabo Ferro, mĂşsico, arrimando definiciones sobre su nuevo y muy buen disco (Mañana no debe ser esto), que será presentado hoy en La Trastienda, tras el show de los Malosetti; Gabo Ferro, personal, remarcando cuánto le pesa –o no– que lo llamen “heredero natural” de Miguel Abuelo. Pero la coyuntura obliga. El joven trovador hablará de todo eso, pero en segundo plano. La razĂłn es contundente: lo censuraron. El viernes pasado vedaron su participaciĂłn en Volver Rock por “no ser suficientemente importante ni representativo para un ciclo que busca evocar los 40 años del rock argentino”. La medida provocĂł el repudio y renuncia de los conductores Nicolás Pauls, Marcelo Fernández Bitar y Alfredo Rosso y la solidaridad de mĂşsicos que tenĂan que grabar para una prĂłxima ediciĂłn (Fito Páez, Kevin Johansen, Arbol, Leo GarcĂa y Edelmiro Molinari). “Yo no voy nunca a la tele porque uno sabe a lo que se expone, salvo que detrás haya alguien que quiera o respete. Y Ă©ste fue el caso: fui un martes, grabĂ© dos canciones, una breve nota y el viernes, cuando tenĂa que salir al aire, el canal lo impidió”, explica, lacĂłnico.
–La excusa fue que usted no es tan importante en términos “históricos”.
–Yo entiendo que no soy importante en los tĂ©rminos que la gente del canal cree, porque no tengo un sello multinacional, no estoy dentro de las grandes agencias. Tanto Lisandro Aristimuño –que tambiĂ©n fue censurado– como yo somos artistas independientes, no tenemos detrás una estructura para competir con los sellos indies que tienen cierto poder y muchĂsimo menos con las compañĂas. Digamos que soy importante por cosas que ellos no consideran y esto me enorgullece.
–¿Por cuáles?
–Por ser una resultante de los 40 años de historia del rock argentino... y esto sà que no les permito que digan. Como historiador digo que para apreciar el pasado hay que ver qué nos está pasando hoy. Parece ser que las bandas que sà pusieron representan el pasado o un presente en el cual ese pasado se ve mejor manifestado.
Gabo historiador. Más allá de su faceta musical –que incluye tres discos y gran reconocimiento de la crĂtica–, tiene una carrera de grado y posgrado en la UBA y una maestrĂa, cuya tesis dirigiĂł el jefe de cátedra (retirado) de Historia Moderna, JosĂ© Emilio Burucua. Y en marzo, la editorial Marea publicará su tesis, que trata sobre la Ă©poca antirrosista y dos metáforas: la sangre y lo monstruoso. “Es sobre el discurso de las imágenes. En las conclusiones, muestro cĂłmo ese universo se importĂł despuĂ©s al siglo XX, mediante Bioy Casares y Borges. Desde un soporte que habĂan usado Mármol y EcheverrĂa, ellos editan La fiesta del monstruo, que recae sobre PerĂłn”, dice. Seguidor de la escuela de los anales y la microhistoria, dio clases de Historia EconĂłmica y Social en la Facultad de Ciencias Sociales, pero volviĂł a la mĂşsica.
–¿Cómo funciona el péndulo de compatibilidades e incompatibilidades entre la música y la historia como disciplina?
–Yo me importĂ© todas las herramientas... toda esta data, esta teorĂa, me dio un ojo diferente. Cuando tocaba hardcore, de chico, no habĂa empezado con la carrera. Es inevitable aplicar a la mĂşsica no sĂłlo la teorĂa de tu estudio, sino la vida misma. Yo no me puedo escindir. No soy el Doctor Jekyll de la mĂşsica ni el Mister Hyde de la historia... soy todo yo.
–Mañana no debe seguir siendo esto... otro tĂtulo que, como su segundo disco (Todo lo sĂłlido se desvanece en el aire), alude a este juego entre pasado y presente.
–En este disco querĂa tratar el tema del amor, hacer una pirueta semántica para hablar de Ă©l, sin caer en el tĂş me amas y el yo te amo. Lo que hice fue pararme en lugares de la historia y ver dĂłnde estaba el amor... en los ’60 no, porque ahora encima existe esto que la industria llama neofolk, y entonces me fui al romanticismo alemán del siglo XIX, y empecĂ© a componer bajo la estructura de la naturaleza, la noche, la muerte, el folklore o la religiĂłn. QuerĂa usar un tĂtulo que estuviera casi vacĂo para que quien lo leyera pudiera cargarlo con su propio significado... la verdad es que el secreto del tĂtulo está en la palabra “esto”, porque mi “esto” seguro que no es el mismo que el suyo.
–¿La mirada sobre el amor es sociológica o subjetiva?
–Totalmente subjetiva... es lo que me puse a tratar de ver en este poliedro multiforme que es el amor, y usar algunas cosas casi de la microhistoria, es decir, tomar un suceso chiquitito para hablar del problema grande.
–Está bien, pero hay tópicos del romanticismo alemán, como de cualquier escuela que pretende sistematizar costumbres, sentimientos o formas de ser de una época, y que pueden ser considerados datos casi sociológicos. De ahà la pregunta.
–No me parĂ© demasiado a pensar en esos tĂ©rminos, no hago discos eruditos ni lo pretendo. Un crĂtico me decĂa cĂłmo hacĂa yo para que mis discos sean sencillos y profundos a la vez... y bueh, me sale asĂ. No me interesa ser sesudo para hacer canciones.
–Tal vez la clave sea su vuelo poético y primal. ¿Le jode que lo consideren un nuevo Miguel Abuelo?
–No me jode ni me deja de joder. Encasillar, definir y meter una etiqueta da tranquilidad, y yo soy un sujeto bastante inquietante. Y como la gente no puede considerar a alguien que tenga un poco de originalidad, me tienen que anular asimilándome a una figura. Y si está muerta mejor: los nuevos Soda, los nuevos Radiohead, el nuevo Moris, el nuevo Abuelo... asà funciona.
–¿Pero le gusta lo que hacĂa Miguel?
–Claro, pero lo escuché después de grabar mi primer disco... me refiero a su vertiente solista. Igual, encasillar significa decir que todo lo bueno está muerto. Las influencias existen cuando uno las reconoce. Que los dos tengamos un tono agudo para cantar y ciertas inflexiones, bien... pero no parecen elementos suficientes para asimilarme a esa figura. Abuelo era muy surrealista y yo soy realista: mis metáforas tienen otro color.
–También lo acerca cierta aura trovadoresca del primer Abuelo, el de “Oye niño” o “Mariposas de madera”.
–Si hablamos de trovadores, entonces vayamos a la Edad Media y hablemos de los nobles que agarraban un laĂşd o una mandolina y salĂan a cantarle al amor. En esos tĂ©rminos, sĂ soy un trovador. Ojo, yo me siento halagado por la comparaciĂłn, porque Ă©l es maravilloso. Pero a mi criterio no tenemos nada que ver.
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