Desde Toronto
鈥淧odr铆a ser el t铆tulo de cualquiera de mis otras pel铆culas鈥, fue lo primero que dijo Werner Herzog cuando anoche present贸, en estreno mundial en el Toronto International Film Festival, su nuevo documental, Into the Abyss (Hacia el abismo). Al director de Lecciones de oscuridad y Fitzcarraldo siempre le atrajeron las situaciones extremas: internarse en los l铆mites, buscar en los confines es una constante en la obra del gran director alem谩n. Desde hace a帽os radicado en los Estados Unidos, aqu铆 vuelve a hacerlo una vez m谩s, con un tema que define el grado de violencia de esa sociedad: la pena de muerte.
Como en A sangre fr铆a, como si Herzog hubiera decidido jugar a ser un nuevo Truman Capote, el director consigue entrevistar a dos j贸venes convictos 鈥揗ichael Perry, condenado a muerte; Jason Burkett a cadena perpetua鈥 por el triple asesinato a mansalva de toda una familia de un peque帽o pueblo del estado de Texas, ocurrida diez a帽os atr谩s. Como en la obra maestra de Capote, tambi茅n inspirada en un caso real, aqu铆 la motivaci贸n del crimen es oscura, si no banal: los muchachos, todav铆a adolescentes cuando cometieron sus cr铆menes, estaban un poco borrachos y quer铆an llevarse un Camaro rojo que estaba guardado en el garaje. Para eso mataron a escopetazos a la madre 鈥搎ue estaba en la cocina preparando las cl谩sicas cookies familiares鈥 y a sus dos hijos, tambi茅n adolescentes. Y despu茅s salieron a buscar chicas por las cervecer铆as de la zona con su nuevo Camaro.
Ya al comienzo del film, cuando Herzog se enfrenta cara a cara con Perry 鈥揳penas ocho d铆as antes de su ejecuci贸n, a los 28 a帽os, despu茅s de m谩s de una d茅cada en cautiverio鈥 le explica su postura, antes de empezar a hablar: 鈥淓l hecho de que yo est茅 ahora ac谩, con la c谩mara, no implica que te tenga simpat铆a, pero estoy en contra de la pena de muerte鈥. Y, por si cab铆a alguna duda, frente al p煤blico de Toronto, Herzog lo volvi贸 a decir anoche una vez m谩s, con ese ingl茅s cargado de un fuerte acento alem谩n que siempre enfatiza la gravedad de sus palabras: 鈥淢e opongo a la pena de muerte, pero no tengo una raz贸n para explicarlo. En todo caso, tengo una historia. Yo nac铆 durante el nazismo, que condenaba a muerte a los d茅biles y a los enfermos mentales. Y que despu茅s cometi贸 el peor genocidio del siglo XX: asesin贸 a seis millones de jud铆os. Nadie de mi generaci贸n puede estar a favor de la pena de muerte鈥.
La estructura de Into the Abyss, realizada a base de entrevistas (鈥淐onversaciones 鈥揷orrige Herzog鈥, yo nunca llevo preparadas las preguntas鈥) puede hacer pensar en un documental convencional, pensado para la televisi贸n, para la que fue producido. Pero en verdad la pel铆cula est谩 concebida y articulada como una novela, con un pr贸logo, cinco cap铆tulos y un ep铆logo, una suerte de relato coral en el cual, a trav茅s de infinidad de personajes (los convictos, los familiares de las v铆ctimas, el sheriff que investig贸 el asesinato) se va narrando no tanto el caso como ofreciendo un fresco acerca de la 茅tica y la est茅tica de esa comunidad, una suerte de pintura del g贸tico americano.
Para el pr贸logo, por caso, Herzog consigui贸 鈥渆mboscar鈥 (seg煤n su propia expresi贸n) al capell谩n que acompa帽a a los condenados hasta la c谩mara en la que ser谩n ejecutados. Lo filma de urgencia, en el cementerio que est谩 detr谩s de ese presidio texano, donde se encuentran alineadas decenas de cruces sin nombre, apenas identificadas por un n煤mero. 鈥淪on los ejecutados que no son reclamados por sus familiares鈥, explica el religioso, a quien no le cuesta que se le llenen los ojos de l谩grimas. El capell谩n empieza a hablar de Dios todo misericordioso y de que la vida es preciosa, hasta que Herzog, con delicadeza, lo interrumpe y le pregunta, por qu茅 entonces Dios permite la pena de muerte. 鈥淣o tengo una respuesta鈥, dice con sinceridad el capell谩n. Pero Herzog no ha terminado a煤n con su presa: el sacerdote intenta explicar lo inexplicable con un recuerdo personal, que eleva a la categor铆a de alegor铆a: el momento en el que estuvo por atropellar a una ardilla que se cruz贸 delante de su auto. Y Herzog, en vez de regresarlo al tema por el cual lo convoc贸, lo anima: 鈥淒escr铆bame ese encuentro espiritual con una ardilla...鈥
De una manera similar, Herzog conduce tambi茅n su conversaci贸n con el ex verdugo de la prisi贸n, un hombre de aspecto amable y bonach贸n, de esos que uno imagina tomando pac铆ficamente una cerveza frente al televisor de su casa. Sucede que ese hombre ejecut贸 a 126 personas. 鈥淎lgunas veces hice hasta dos ejecuciones por semana. Era agotador鈥, afirma antes de explicar que despu茅s de haber tenido que ejecutar a una mujer decidi贸 renunciar, aun a costa de perder el derecho a su pensi贸n. Ahora, dice, disfruta de la vida y se dedica 鈥渁 observar el vuelo de los p谩jaros鈥.
A diferencia de otros de sus documentales, como su primera experiencia en 3D Cave of Forgo-tten Dreams, que present贸 el a帽o pasado aqu铆 mismo en Toronto y que luego se vio en el Bafici, en Into the Abyss Herzog no aparece nunca delante de c谩mara, apenas si se escucha su voz. Pero esa voz oscura, ominosa, no exenta de cierta ir贸nica solemnidad, es suficiente para sentir el peso constante de su presencia. Y como en muchos de sus 煤ltimos films, en Hacia el abismo tambi茅n hay humor, incluso cuando Herzog y el convicto Perry descubren que para que un condenado pueda finalmente ser ejecutado, antes un m茅dico debe declararlo 鈥渁pto鈥, f铆sicamente sano para llegar al cadalso.
鈥淓l humor es necesario, nos saca siempre alg煤n peso de encima鈥, explic贸 Herzog frente al inmenso auditorio de la Universidad Ryerson donde estren贸 su pel铆cula. 鈥淓l humor es parte de la vida, nos da calidez. Y Perry tambi茅n ten铆a humor. Ni Perry ni Burkett son monstruos. Sus cr铆menes son monstruosos, pero ellos son seres humanos.鈥
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