Podrá tenerse todo el dinero del mundo, la tecnologÃa digital más sofisticada, el respaldo de un estudio poderoso como Warner y un grupo de gurúes del arte 2.0 sentados durante cientos de horas delante de un monitor diagramando las mil y una catástrofes, pero el cine sin ideas que interpelen al espectador no es cine: lo importante, la condición sine qua non para que una pelÃcula despegue de su estatus larval y efÃmero, es que tenga algo para decir. Bueno, interesante, errado o malo, pero algo. Incluso la voltereta argumental de un tanque hipertrofiado como Transfomers 4: la era de la extinción lo hace, confirmando el arribo oficial del expansionismo chino a la arena de la industria trasnacional del pochoclo.
Muestra hedonÃstica de la forma por la forma en sà misma, En el tornado es absolutamente nada. O sÃ: un cuerpo vacÃo, ruidoso e inerte que, para colmo, está orgulloso de serlo. Porque en algún momento amenaza con ensayar una mÃnima conexión con la coyuntura catalogando al encadenamiento de tornados como otra manifestación de un planeta quejumbroso por el maltrato cotidiano, alineándolo asà a una secuencia iniciada con Katrina y el más reciente Sandy. Pero el director Seven Quale (el mismo que se habÃa divertido bastante al mando de Destino final 5), rápidamente esconde la mano y vuelve a su insipidez natural, como sabiendo que no, que aquà no hay espacio para un vÃnculo que trascienda lo visto en pantalla durante breves –una buena, al menos– noventa minutos.
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