Jonas y Ruth se conocen por una de esas casualidades llamada destino. El es joven y por alguna razón no tiene un hogar y vive dentro de su camioneta. A ella, que ya es una señora grande, la están por desalojar del caserón donde parece haber vivido toda su vida para trasladarla a una especie de monoblock impersonal. Jonas es uno de los peones que cargan las cosas de Ruth en los camiones y cuando se cruza con ella la casa ya está vacÃa. Ruth se sorprende al verlo, como si lo conociera, aunque no es posible, pero consigue hacer que sea él quien la lleve en su camioneta hasta su nuevo destino. En el camino le dice que se parece a alguien que conoció hace mucho. De algún modo, ¡Por la vida! es una pelÃcula de aparecidos, donde lejos de ser entidades sobrenaturales los fantasmas son la punta del iceberg de una memoria acribillada de heridas sin cerrar. Ambos personajes intentan evadirse de su pasado, pero hay entre ellos una importante distinción. Mientras Ruth es perseguida por imágenes en las que el horror personal y el horror histórico se encuentran fundidos y son indivisibles, Jonas en cambio se escapa de un posible destino que, por su propia experiencia familiar, sabe que no puede ser feliz.
Quinto largometraje para el cine de Uwe Janson (que también tiene en su haber unos 45 telefimes como director, aunque algunos participaron de festivales, incluyendo el de BerlÃn, ciudad en la que transcurre este relato), ¡Por la vida! vuelve a indagar en la dolorosa historia alemana, que 70 años después del final de la Segunda Guerra Mundial necesita seguir siendo revisitada. Eso y el hecho de que Ruth sea una cantante de origen judÃo que sobrevivió al exterminio nazi revelan algunos puntos de contacto que van más allá de lo superficial entre la pelÃcula de Janson y la extraordinaria Ave Fénix de Christian Petzold, aunque sin su nivel de sutileza. Una diferencia es que, más allá de exponer la carga de culpa que aún soportan los alemanes como sociedad y de abordar de nuevo la repetida cuestión de la justicia y la venganza, ya desde el tÃtulo ¡Por la vida! se ofrece como un brindis optimista que desde el presente mira hacia adelante, pero sin dejar de hacer pie en aquel pasado.
Fábula de aprendizaje y hasta buddy movie, en tanto Ruth y Jonas se verán forzados a aceptarse y aprender el uno del otro para sobreponerse a sus propias tragedias, el relato avanza a partir de saltos temporales que superponen tres tiempos distintos, cada uno identificado con una estética propia. Si la infancia de Ruth durante la guerra es presentada en blanco y negro y las imágenes distorsionadas con lentes deformantes para darles un aire de pesadilla, en cambio su juventud feliz en los 70 tiene el grano grueso y el color saturado de un film en 16 milÃmetros. Por su parte, el presente compartido con Jonas es visto bajo una luz más frÃa, por momentos casi de hospital, que empuja a creer que en BerlÃn todos los dÃas amanecen nublados. Tal vez sea cierto que el guión sobrecarga a los personajes con sucesivas capas de tragedia, sin embargo no parece ser un ejemplo de saña autoral sobre todo porque, a pesar de ello, nunca los deja sin salida.
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