Hay quien leyó en la poca declamación de los personajes de Reygadas, en la lógica caótica de los desplazamientos, en los contrastes sociales que generan atracción en vez de aversión y dominación estereotipadas una forma de abordar la problemática de clase latinoamericana en el siglo XXI. Como testimonio, el director tiene la particularidad de preferir la imagen al texto, de salirse de lo previsible por ejemplo entre un chofer y una niña bien, o entre un hombre de ciudad y una mujer de campo. Si hay encuentro o rechazo de clase, en estos films, se da en sintonÃa con identidades hibridadas, complejas, en tránsito, en contextos que ya no aceptan miradas duales ni dominaciones unilaterales.
–¿PodrÃa interpretarse la trama de Batalla en el cielo como una reflexión contemporánea sobre el conflicto de clases?
–Es un retrato de vida con miles de elementos presentes y uno de esos elementos es la tensión de clase. Eso no quiere decir que se trate solamente de eso. Rechazo el dogmatismo para hablar de conflicto de clases y prefiero reflexionar sobre la dureza sin partir de una serie de a priori. El único a priori que manejo es que serÃa mejor que todos viviéramos en armonÃa. Es fotografiar de frente, simplemente pienso que hay que fotografiar a la gente tal como es, sin inventar formas estéticamente bellas.
–Sin embargo, la belleza de los paisajes, también en Luz silenciosa, plantea un preciosismo visual...
–Trato de decir lo contrario: veo a la cámara como un embudo en el que quieres echar agua en un garrafón. Tienes que sostenerlo verticalmente para verter el lÃquido. Tiene que estar quieta la cámara y en la posición correcta para que no se pierda el agua. Ponte de frente, vela y deja que la cámara actúe.
–¿Cómo administra el uso del diálogo?
–Desde que empecé a aprender a hacer cortometrajes supe que el cine era para contar con lo que se ve y no con diálogos. Escojo momentos fundamentales de estas vidas, que son extraordinarios pero son parte de la normalidad humana. Cualquier ser humano ordinario se encuentra con estos momentos, muy realistas aunque extraordinarios.
–¿Construye realidades paralelas ralentando el ritmo de sus narraciones?
–Creo que asà es la realidad de la existencia; el mundo es palpable para todos, pero cada cual lo vive desde la percepción subjetiva, individual. Cada quien lo vive a su manera.
–¿Quiso enfrentarse a la dominancia de los cuerpos bellos del galán y la heroÃna mexicanos tradicionales?
–México es un paÃs muy mestizo y siempre hay una tendencia a ocultar esa realidad, y a tener un doble discurso, hipocresÃa que hace infeliz a la gente creándole complejos. Todos nos vamos sintiendo un poquito peor por no ser como los modelos.
–Al ser reconocido en Cannes, ¿siente que comienza una nueva etapa, con un perfil más internacional?
–No me cambió la vida; desde mi primera pelÃcula (Japón) tuve un premio en Cannes. El impacto es bajo, por suerte. Creo en el cine como una forma de expresión de una necesidad interior. Yo no tengo ganas de ir a ninguna otra parte. Aquà crecà y, aunque vivà 14 años afuera (en Madrid, Bruselas y Londres), el mÃo es un paÃs que te marca muy fuerte, forma el imaginario, los sentimientos, los sabores, y es muy difÃcil que te puedas separar de todo eso.
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