El filantrópico doctor Guillotin y otros ensayos sobre la ciencia y la vida
Harold J. Morowitz
Tusquets, 191 págs.
Desde que publicó su magistral Termodinámica de la pizza –un libro cuyo tÃtulo aúna la originalidad nominalista con la anestesia objetivista de la cotidianidad–, al bioquÃmico/biofÃsico neoyorquino Harold Morowitz se lo espera. Como las buenas pelÃculas que, lejos de completar el cÃrculo argumental, abren las posibilidades para una posible continuación, en su rol de ensayista lúcido dejó a su incipiente y modesto público con ganas de más. De ahà que El filantrópico doctor Guillotin y otros ensayos sobre la ciencia y la vida –libro que esperó ocho años para ser publicado en castellano (el original es de 1997)– arrastre una doble carga: la de complacer al lector ansioso y la de probar que la espera en definitiva valió la pena.
En relación con estas dos exigencias, Morowitz sale airoso. Y no podrÃa ser de otra manera: al fin y al cabo, el autor repite o, más bien, calca la misma estrategia expositiva. Como lo demostró en La termodinámica..., Morowitz despliega una sorprendente capacidad para cruzar sin rispideces lo cientÃfico con lo cotidiano, no porque estos dos universos fuesen incongruentes sino dada la impericia con la que muchos autores se adentran en una tarea que deberÃa ser mucho más frecuente de lo que en realidad es.
Definir el tema del libro resulta una tarea bastante difusa, desde el momento en que la mayor virtud es su veta fragmentaria: 40 microensayos -que se leen de un tirón y en cualquier orden– componen el libro ordenados en seis capÃtulos (personalidades y lugares, lenguaje, ciencia, ecosistema, crÃtica y comentario).
De la restitución del buen nombre del médico francés Joseph Guillotin -cuyo nombre se incorporó al lenguaje como sinónimo de una máquina decapitadora de la que no fue inventor, ni operador, ni vÃctima–, las teorÃas alrededor de las estatuas de Rapa Nui, el hombre de Piltdown, una enumeración de los temas biológicos en la literatura, una defensa al reduccionismo, el secreto de la vida, el sueño de la inmortalidad, un avistaje a las bondades de la virtualidad y la tecnósfera, a una reflexión sobre el Apocalipsis, las reflexiones e impresiones que colecciona Morowitz le sirven como catapulta para disgresiones –y a veces la divagación– variopintas que, hiladas una tras otra, componen un mosaico autorreferencial del propio autor anclado en un denominador común: la curiosidad como motor del pensamiento y de la acción.
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