Mantener el anonimato en pleno siglo XXI es toda una decisión que debe meditarse, sopesarse, y expresarse en relación a los objetos culturales. Por eso llama la atención –y hasta causa revuelo– que la escritora italiana Elena Ferrante prefiera deslizarse tras ese nombre y no mostrar nunca su cara, en pleno auge de las redes sociales y el dominio del marketing: “No me arrepiento del anonimato. Descubrir la personalidad de quien escribe a través de las historias que propone, de sus personajes y paisajes, del tono de su escritura, no es ni más ni menos que un buen modo de leerâ€, declaró en una entrevista (por mail, claro) al diario Il Corriere della Sera. El manto de misterio detrás de su verdadera identidad no es igualmente tan grueso: se sabe que se trata de una autora napolitana (no es un hombre, como en un momento se especuló), y que su propia biografÃa inspira quizás el éxito editorial que ahora llega a nuestro paÃs con varios años de delay: la saga Dos amigas, de la que acaba de publicarse el primer tomo, La amiga estupenda, narrado en una estricta primera persona a partir de la voz de Lenú, una mujer que desde la adultez repasa minuciosamente su vida a partir de la relación con Lila, vecina de su mismo edificio de departamentos en una Nápoles empobrecida y hostil.
La rivalidad entre Lila y Lenú es la que marca el pulso de todas las anécdotas, y sobre todo la que va delineando sus personalidades desde que son niñas pequeñas que van juntas a la escuela. Lenú es aplicada, racional, tÃmida y feúcha; Lila es avasallante, decidida, curiosa e inteligentÃsima. Hasta acá, todo puede sonar a estereotipo de novela rosa, pero la fascinación y la obsesión que Lenú siente por Lina se acentúa a medida que las dos jovencitas van creciendo, y obedeciendo y desobedeciendo los mandatos sociales. Es en esa trama entre las dos niñas-jóvenes-mujeres donde se tejen las subjetividades y conflictos más determinantes, y donde Ferrante se planta como una narradora que con sutileza dispone la psicologÃa de sus personajes y pinta el fresco social. Más que en grandes dramas existenciales, La amiga estupenda se detiene en anécdotas sencillas, en reproducir lo cotidiano y en poner ante los ojos de lxs lectorxs el entorno: las trifulcas barriales, la insoslayable violencia doméstica, el machismo recalcitrante a la hora de asumir ciertos roles familiares. Lenú es quien finalmente consigue estudiar y formarse (a instancias de su maestra y no de sus padres), y Lila la que sobresale por su habilidad y perspicacia pero debe trabajar remendando zapatos como su padre y su hermano.
El hecho de que se trate de una saga, organizada por bloques temporales (infancia, adolescencia, juventud, adultez, etc.), le permite a Ferrante extenderse a piacere en el universo de estas dos mujeres: nada está resumido ni pasado por alto en esta larga historia de aprendizaje a los tumbos. Tampoco escatima importancia a los personajes secundarios, que la vuelven una novela coral; construye una gran galerÃa de personajes que entran y salen, que cambian junto con las protagonistas, que padecen y aman con locura y gritos italianos. Porque Italia es mucho más que el telón de fondo de los hechos; es parte de la idiosincrasia y de la forma de vincularse de estas mujeres desde la década del 50 al presente. Es el marco en el que transcurre una infancia y una juventud plagada de falencias de la posguerra, y también el color de la historia, de las pasiones, los sabores y olores que se mencionan permanentemente.
En los perfiles contrastados de Lila y Lenú, en cómo se desmarcan una de la otra y cómo sus dos vidas corren igualmente en paralelo, está el principal mérito de La amiga estupenda; sin tener una prosa descollante, Ferrante consigue teñir de sentimientos y emociones genuinas a sus adorables criaturas.
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