Se sabe: la comedia está ahà para que podamos reÃrnos de lo más espantoso. En este mundo donde se da por sentado que todas las personas normales nos consideramos feas y ante la imposibilidad de coger con estrellas inalcanzables y modélicas, lo hacemos con personas reales como nosotras (es decir feas, o con suerte medianamente lindas), el planteo de Permitidos no disuena: ¿con qué famoso cogerÃas si pudieras tomarte una licencia de la monogámica fidelidad? Una pareja compuesta por Mateo (MartÃn Piroyansky) y Camila (Lali Espósito) es la encargada de demostrar el problema, lo destructivo que serÃa si esa barrera entre mortales y famosos se adelgazara hasta permitir que un chico como Mateo -aquà poniéndole el cuerpo a la idea de incogible al que solo la novia, obnubilada por el amor, se llevarÃa a la cama- sedujera a una modelo como Zoe del RÃo (Liz Solari), dueña del raro y preciado atributo que constituye en nuestra cultura el hecho de no tener “un gramo de grasaâ€.
Como lo hizo en Mi primera boda con las comedias de fiestas de casamiento, en Permitidos el director Ariel Winograd (Cara de queso, Vino para robar) sigue a rajatabla el modelo de la comedia norteamericana del tipo Pase libre (2011), aquella pelÃcula donde Owen Wilson y Jason Sudeikis conseguÃan que sus esposas les dieran una semana de libertad para tener sexo con quien quisieran sin consecuencias. Pero acá, todo surge de una especie de malentendido: cuando Camila dijo que no le importaba si su novio llegaba a tener relaciones con Zoe del RÃo, lo hizo solo basada en la certeza de que tal cosa era imposible. La pelÃcula se apura a explicar la situación en dos o tres escenas iniciales torpes, más interesadas en plantear el juego (algo asà como una invitación a salir del cine discutiendo con amigos, “¿Y cuál es tu permitido?â€) que en construir un mundo en el que puedan moverse sus personajes.
Chistes hay muchos, y algunos son mejores que otros: Lali Espósito es una buena comediante como lo demostró en Esperanza mÃa, y su escena de gritos frente a una cartel publicitario es realmente buena; MartÃn Piroyansky tiene un papel más sobrio pero su presencia siempre es efectiva. Liz Solari como la modelo a la que todos quieren coger pero nadie lo hace y BenjamÃn Vicuña como el permitido de Camila, un actor zen y preocupado por el medio ambiente que recuerda al Hansel de Zoolander, aportan un toque grotesco a ese mundo que para los comunes mortales de la pelÃcula -es decir aquellos que no salen en la tele- está lleno de brillo pero solo hasta que lo miran más de cerca. Otras subtramas, como la traición de Mateo a su mejor amigo, parecen algo arbitrarias y algunas, como la de la presidenta del club de fans de JoaquÃn Campos interpretada por Maruja Bustamante que es un punto de delirio más que bienvenido, están directamente desperdiciadas.
Es lógico que el cine argentino procese la tradición de la comedia estadounidense porque es lo que más se consume en la actualidad, pero hay modos más originales de hacerlo y ahà están comedias como Voley de MartÃn Piroyansky o todas las pelÃculas de Ana Katz para demostrarlo.
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