Aquella Mary Poppins de nariz respingada que enseñaba cantando que con un poco de azúcar puede ser divertido ordenar la habitación, era más bien la excepción y no la regla en la tradición de las niñeras británicas, famosas, al menos en el estereotipo, por el rigor y la formalidad. Si uno recuerda con cierta nostalgia la dulzura de Julie Andrews para atraer a los chicos con el canto y los juegos imaginativos, el contraste con Jo Frost, la Superniñera del reality de Discovery Home & Health, no puede ser más grande: en cada episodio de la versión estadounidense del programa que comenzó en el Reino Unido, Jo llega a algún hogar de vida familiar destartalada ante todo para poner orden. Con un cuerpazo que difícilmente le permitiría volar agarrada a un paraguas, antes de cada visita Jo espía a través de camaritas instaladas en la casa y con el ceño fruncido la vida familiar, en recortes que el trabajo de edición no hace más que exagerar. Porque lo que suele verse es una sucesión de escenas casi apocalípticas, con mamás al borde del ataque de nervios, papás desconcertados que se lavan las manos y pequeños que parecen decididos a arruinarles la vida a estos progenitores que tuvieron la mala idea de traerlos al mundo: no todo parece real en esa realidad prefabricada, pero Jo Frost necesita enfatizar el desastre cotidiano para llegar después como un hada con su varita mágica y sus métodos aleccionadores.
Habilitada por padres gustosos de abrirle la puerta a una desconocida para que les diga cómo criar a sus hijos, Jo suele hacer una evaluación de la vida familiar que tiene como primeros destinatarios a los padres, casi siempre culposos y dispuestos a reconocer que la crianza se les fue de las manos. Enseguida, la Superniñera saca de la galera una serie de tareas tipo trabajos prácticos, ayudada muchas veces por un pizarrón, fichas didácticas, filmaciones donde los adultos pueden horrorizarse viendo su propia conducta, y otros recursos más o menos escolares. La interacción de Jo con la familia se alterna con mamás y papás hablando a cámara de modos que recuerdan a los grupos de autoayuda y hasta a los mea culpa propios del confesionario, ansiosos por entregarse a la severidad de los retos de la experta y muy poco interesados, por lo visto, en tener una mirada crítica sobre los modos de crianza que ella impone.
Así, en un episodio de la primera temporada pudo verse a la familia Gorbea –compuesta por mamá, papá, dos nenes más grandes y un chiquito de dos años que dormía en la cama con los padres– hacer un cambio radical gracias a la “técnica” propuesta por Jo Frost para enseñar al más chiquito a que durmiera solo: cuando llegó la hora de dormir, la mamá tuvo que poner al nene en su cuna y dejarlo llorar mientras esperaba arrodillada y sin mirarlo en la misma habitación, para devolverlo a la cunita cada una de las veintiún veces que el chico se levantó y fue a abrazarla llorando desconsolado. El nene terminó por caer rendido, claro, pero a la mamá (que ya se había sumado al llanto de su hijo) no se la vio muy satisfecha cuando Jo la felicitó y le dijo que debía sentirse orgullosa después del experimento. En otro episodio, la Superniñera convenció a una mamá que amamantaba a su chiquito de catorce meses de que lo destetara para que la lactancia del benjamín no le robara un tiempo que podía dedicar al resto de los hijos.
Porque para esta experta no corren ni el colecho, ni los dos años de teta que recomienda actualmente la OMS, ni nada que se parezca a criar desde el instinto: la Superniñera es del tiempo en que se decía que no había que tener a los chicos en brazos, ni hacer nada que implicara “malcriarlos”, y de la crianza con “métodos”, “técnicas” y “consejos”, ahora devenida puro sentido común para adultos infantilizados que prefieren abrirle la puerta a la maestrita para que los rete con tal de no profundizar en lo que sienten y piensan con respecto a sus propios hijos. Perdónalos, Mary Poppins, porque no saben lo que hacen.
Los capítulos de la nueva temporada de Superniñera se emiten los viernes a las 22 por Discovery Home & Health.
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