“Se escribe más o menos como se leyĂł, innovando un poco para dar lugar a lo más propio y actual”, decĂa Beatriz Vignoli en una entrevista. Esa declaraciĂłn, que se intuye peca de modesta, define quizás el umbral mĂnimo de la poesĂa de esta rosarina nacida en 1965, y que acaba de publicar y presentar en su ciudad natal su nuevo libro de poemas, Lo gris en el canto de las hojas. El primer tĂtulo de la colecciĂłn de poesĂa de Baltasara Editora tiene todo para convertirse en un clásico contemporáneo. Escritos entre 2010 y 2013, en los poemas perduran lĂneas semánticas iniciadas en libros anteriores, como Soliloquios y Bengala.
Vignoli cuenta que la Ăşnica parte que tuvo unidad desde el principio fue la primera, “Aldaba”, conjuntos de cantos a la mañana y tambiĂ©n al mañana. El poema “Parra” establece el tono lĂrico de la secciĂłn: “Como si la belleza pudiera redimirme...”. Muchos de los acentos y aciertos paradĂłjicos de la poesĂa de Vignoli están contenidos en ese verso, donde se celebra una derrota. En un verso de “Aldaba del que madruga en domingo” –“cuánto que decirte en esta luz de oro al ras de las cosas”– confluyen las dos corrientes a las que podrĂa adscribirse (y a las que ella adscribe sin demasiados reparos) su escritura: la poesĂa objetivista argentina de los años noventa y la nueva lĂrica. Vignoli, que divide sus poemas entre “contingentes y necesarios”, comenta: “Mis favoritos son los necesarios, mayormente lĂricos, donde una mĂşsica se impone siguiendo la cadencia de una emociĂłn y las palabras surgen de un modo extraño, un poco litĂşrgico, bastante musical. Lo cotidiano puede ser allĂ un disparador, pero no es reconocible en el poema, como sĂ lo es en los del otro grupo. Si en los poemas contingentes lo que prevalece es la vista, en los necesarios predomina el oĂdo y la mĂşsica manda, en especial la mĂşsica que me gusta”. Esa musicalidad, que por lo general aportan la alteraciĂłn barroca del orden de la frase y los quiasmos inesperados y sutiles, se apoya en gĂ©neros y estilos populares como el rock o el folklore, y en otros majestuosos como la Ăłpera. Incluso en el antolĂłgico poema de la segunda secciĂłn “Guerreros Ă©ramos” se oye el rumor de una marcha militar, ratificado por palabras como “atrincherados” e “insignia”.
En la segunda secciĂłn, “RefinerĂa”, conviven del mejor modo posible poemas de ambas orillas. Se suceden retruĂ©canos como “La fiesta de los tontos” (en otro poema, se advierte que los tontos son los poetas), himnos marciales como “Guerreros Ă©ramos” y el extraordinario “Termotanque”, cuya gĂ©nesis detalla Vignoli en el prĂłlogo. “Falta presiĂłn al gas, nada arde bien,/ algo obstruido, algo sucio, a lo mejor/ falta amor en las entrañas de la tierra.” Uno de los polos de Lo gris en el canto de las hojas –el poder de lo que nace– equilibra esa falta de amor, que casi siempre aparece como una pĂ©rdida, como un destiempo (“Nostalgia de la esperanza,/ no culpes más al mundo”), con la promesa: “Nos salvará que nazca lo que no tiene precio”.
El otro polo, si hubiera sĂłlo dos, alumbra un aspecto menos amable que el brillo matricial del nacimiento. Varios poemas de las tres partes exploran la potencia de lo muerto y de los muertos. “Versos raspan la piedra de la noche” –una lĂnea del poema “Junio”– parece cifrar el trabajo de lo muerto en la lengua. El poema que da tĂtulo al libro comienza, igual que otros textos, con una pregunta que se expande y reverbera antes y despuĂ©s de concluida la lectura: “¿QuĂ© es un muerto?”. Ese verso inicial, solitario y capitular, encuentra ecos en el poema inicial de la tercera parte, “Jironada” (tĂ©rmino creado por Hugo Padeletti para designar las acuarelas de Adolfo Nigro, una de las cuales ilustra la tapa del libro). En “Morir, soñar, morir de algo que nombra”, Vignoli le presta voz y cuerpo al “prĂłfugo ignĂfugo” Omar Emir Chabán en uno de los soliloquios, textos dramáticos pensados para cantar o recitar en voz alta, a la manera de una performance chamánica.
Lo gris en el canto de las hojas se presenta mañana, sábado 5 de abril, en la Casa del Pueblo (Av. Entre RĂos 488), en el ciclo de poesĂa El Rayo Verde, a las 19.
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