Viernes, 26 de marzo de 2004
A mano alzada
Traslados
(O c贸mo recuperar, tambi茅n, el valor simb贸lico de las palabras que hab铆an sido apropiadas)
Por Mar铆a Moreno

Con el rechazo a la anulaci贸n de los decretos de indulto a represores por parte de la C谩mara de Diputados, que deriv贸 la cuesti贸n a la Suprema Corte, y la inauguraci贸n oficial del Museo de la Memoria, el 24 de marzo tuvo actos significativos que iban mucho m谩s all谩 del anual ritual colectivo que homologa memoria a justicia. Pero la noci贸n de memoria colectiva, como bien lo recuerda Yosef Hayim Yerushalmi, al igual que la de olvido colectivo, del que se suele hacer responsable a ciertos pueblos, suele ser problem谩tica: 鈥淓strictamente los pueblos y grupos s贸lo pueden olvidar el presente, no el pasado. En otros t茅rminos, los individuos que componen el grupo pueden olvidar acontecimientos que se produjeron durante su propia existencia; no podr铆an olvidar un pasado que ha sido anterior a ellos, en el sentido en que un individuo olvida los primeros estadios de su propia vida. Por eso, cuando decimos que un pueblo 鈥榬ecuerda鈥, en realidad decimos primero que un pasado fue activamente transmitido a las generaciones contempor谩neas a trav茅s de lo que en otro lugar llam茅 鈥榣os canales y recept谩culos de la memoria鈥 y que Pierre Nora llama con acierto 鈥榣os lugares de memoria鈥, y que despu茅s ese pasado transmitido se recibi贸 como cargado de un sentido propio. En consecuencia un pueblo 鈥榦lvida鈥 cuando la generaci贸n poseedora del pasado no lo transmite a la siguiente, o cuando 茅sta rechaza lo que recibi贸 o cesa de transmitirlo a su vez, lo que viene a ser lo mismo. La ruptura en la transmisi贸n puede producirse bruscamente o al t茅rmino de un proceso de erosi贸n que ha abarcado varias generaciones. Pero el principio sigue siendo el mismo: un pueblo jam谩s puede 鈥榦lvidar鈥 lo que antes no recibi贸鈥. Quiz谩s por eso existe un consenso en torno a que el territorio de la ESMA debe ser ocupado en gran parte por instituciones de ense帽anza donde el relato de lo acontecido en el lugar sea parte urgente de una educaci贸n democr谩tica. El debate se situar谩 en torno a la proporci贸n del Museo espec铆fico, a la manera de una cicatriz en el espacio que puebla, y aquellos elementos que lo resignifiquen. En ese sentido, el espacio de un genocidio no admitir铆a una resignificaci贸n total como la que realiz贸 Domingo Faustino Sarmiento cuando instal贸 en los predios de Don Juan Manuel de Rosas el Jard铆n Zool贸gico.
En la ESMA no s贸lo existieron pr谩cticas aberrantes que fueron reconocidas por el jefe de la Armada, Jorge Godoy, sino que se estableci贸 una verdadera perversi贸n de los objetos, que se transformaban en la realidad hasta cumplir una funci贸n opuesta a su estructura. Los anteojos, habitualmente empleados para ver mejor, pintados de negro ocultaban la visi贸n. Las capuchas cubr铆an a las v铆ctimas y no a los verdugos. Las colchonetas, atributos de la libertad y la comodidad del verano, serv铆an a la postraci贸n y el cautiverio. Los compartimentos eran denominados 鈥渃uchas鈥. En el hospital, las detenidas que iban a dar a luz eran alojadas en la secci贸n epidemiolog铆a. De esos modos, y con esas pr谩cticas, el Estado Desaparecedor llegaba a afectar el espacio simb贸lico por excelencia: el Lenguaje. Pero cuando un grupo de sobrevivientes volvi贸 a entrar por el camino ante los ojos de las c谩maras, atraves贸 las rejas a la luz del d铆a para reconocer a escala real y de pie aquellos espacios que elrecuerdo reduc铆a a la medida de la propia reducci贸n o agrandaba para ampliarlos con el aire de la supervivencia, ubicar mentalmente el espacio que ocupaban los que ya no est谩n y transmitirle lo vivido al representante del Estado democr谩tico, se realiz贸 鈥搈谩s all谩 del debate abierto sobre en qu茅 consistir铆a un Museo de la Memoria鈥 una performance pol铆tica. Y fundamentalmente hubo una reapropiaci贸n del Lenguaje, volviendo a su sentido original el t茅rmino que, convertido en eufemismo, fue paradigma del habla genocida: 鈥渢raslado鈥. Esos pasos seguros, a pesar de su temblor al repisar el pasado pocos d铆as antes del traspaso de la ESMA, volv铆an el 鈥渢raslado鈥 a la zoncera de su acepci贸n: mudar de lugar, mover, remover, cambiar. Eso es lo que suceder谩 con el Liceo Naval, y las escuelas de Marina Mercante y de Guerra.
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