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Viernes, 2 de septiembre de 2005
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A mano alzada

Pecados

(Sobre los riesgos de la restricci贸n y de c贸mo la Iglesia simplifica una supuesta cura para los curas.)

Por Mar铆a Moreno
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En el affaire Maccarone sorprendi贸, entre las fuerzas solidarias, el esfumado de la cuesti贸n gay en la de la extorsi贸n. 驴La homofobia retrocede o la impunidad de la Iglesia se moderniza? 驴Se pone un l铆mite a una secuela juarista y al escrache desfigurado o se busca un chivo expiatorio en un partiquino s贸lo destinado a revelar a sus patrones?

Monse帽or Maccarone es una suerte de Camila O鈥橤orman en posici贸n invertida. La vigilancia corporativa y desplegada en un patio de baldosas coloradas 鈥搒eg煤n Mar铆a Luisa Bemberg鈥 y la salida con Patriarca & C铆a. o chaperona alcahueta, le dieron a 茅sta la 煤nica oportunidad de enfilar para la heterosexualidad a trav茅s de un cura de confesionario cuyo cuerpo, en principio, fue una voz administradora de penitencia y una cara en la oscuridad calada por la reja. Monse帽or Maccarone, sin ocasi贸n pecadora, al parecer, de gire gay, conoce en ruta al que lo llevar谩 por el mal camino, bajo la forma de una nuca insistente entre Tucum谩n y Santiago del Estero 鈥撀縪 iba campechanamente al lado?鈥 y ah铆 localiza su debilidad. El muchacho dado a las changas exhibe en su cuarto, escrachado por un diario, una piel de cordero sobre la pared y el cronista se acuerda de la Biblia para citar eso de los lobos vestidos de cordero. Un iniciado cualquiera en el deseo que no osa decir su nombre y que ahora lo grita en el m贸dico espacio de los derechos humanos y la far谩ndula, sabe que se trata de un 鈥渃hongo鈥, ese objeto de precio velado o expl铆cito, encontrado en los m谩rgenes de la ley y que garantiza su virilidad en la certeza de que el marica es el otro y hasta puede llegar a prestar su servicio con cierto asquito garantista. El chongo siempre fue un peligro y, si a menudo es bien preciado, lo es menos por un gusto singular por el mercadeo con la muerte que porque en la historia social del deseo prohibido es en el margen donde 茅ste se satisface: del mismo modo el var贸n heterosexual queda marcado por una circulaci贸n prostibularia de siglos donde es preciso que la mujer, para alentar el goce, haga los ademanes de la degradaci贸n.

La asociaci贸n homof贸bica entre homosexualidad y pasi贸n violenta ha quedado desmentida por la emergencia de los pedidos de matrimonio y derecho de adopci贸n de una comunidad donde su izquierda er贸tica levanta hoy las banderas de Jean Genet y Pasolini para sostener el celibato dionis铆aco. Mientras tanto la Iglesia, a pesar de las Escrituras, sigue proponiendo al celibato sin贸nimo de castidad y no de solter铆a.

Como si se tratara de una medida tomada luego de la mete贸rica aceptaci贸n de la renuncia de Maccarone, la prensa comenz贸 a difundir las especulaciones de Benedicto XVI en torno de una posible prohibici贸n del ordenamiento sacerdotal a homosexuales, 驴bastar谩 una confesi贸n previa donde se asegure que la carne a la que se renuncia pertenece el sexo de Eva? 驴O se realizar谩n ex谩menes m茅dicos basados en el prejuicio de que la pr谩ctica homosexual se verifica en el estado de los esf铆nteres? El discurso vaticano no gasta ret贸rica en preceptos morales: siempre confundiendo adrede celibato y castidad, especula que en el seno de la Iglesia los gays se tientan a s铆 mismos y a otros, de este modo agita una imagen de la instituci贸n como una corporaci贸n de hombres solos y a la homosexualidad, como a una sobrepasi贸n. Dado que el deseo de servir a Dios en exclusividad viene, tanto para hombres como para mujeres, asociado a una comunidad del mismo sexo, cabe preguntarse si lo que la Iglesia pide es una homosexualidad sublimada que es condici贸n de su fuerza institucional. De existir un modo de medir el coeficiente homosexual de un aspirante a sacerdote, 驴quedar谩n aspirantes de probada heterosexualidad? 驴Se permitir谩 el ingreso a Don Juan, prefiriendo, como San Pablo prefer铆a el casamiento al incendio, el riesgo de un esc谩ndalo hetero a la sombra de Oscar Wilde en las sotanas? Si la Iglesia proh铆be a los gays casarse y, al mismo tiempo, que se ordenen sacerdotes, los condena al celibato sin castidad o a la castidad sin Iglesia. O a la calle de los chongos, ragazzi di vita, chaperos o mich茅s, promovi茅ndolos como gusto exclusivo y excluyente. Y hablando de Oscar Wilde... Si su chongo blanco llamado Bossie hubiera vivido en esta 茅poca, seguramente no se hubiera privado de una t茅cnica m谩s perfecta que el chisme, la ida al teatro y el juego de casino y hubiera hecho uso de una c谩mara digital y un casete para mandar a su amante a la c谩rcel de Reading.

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