Viernes, 5 de julio de 2002
La ansiosa
Por Sandra Russo

–Che, me encantó.
–¿Viste que te dije? Es interesante.
–Es muy interesante. ¿Le diste mi teléfono?
–TodavÃa no me lo pidió.
–Qué raro, parecÃa bastante entusiasmado.
–¿Con la charla?
–No, conmigo.
–Ah, sÃ, pero es un caballero, esperará unos dÃas.
–¿Los caballeros esperan unos dÃas?
–Algunos sÃ.
–¿Este será de los que esperan unos dÃas?
–Yo creo que sÃ.
–Pero parecÃa muy directo, muy suelto.
–No es nada tÃmido. Pero es un caballero.
–¿Qué sos ahora? ¿Especialista en caballeros?
–No, Lidia, es lo que me imagino. Jorge y yo lo invitamos a cenar a casa sin decirle que venÃas vos también porque sabemos que él odia esas cosas, pero creo que le gustaste.
–¿Dijo algo cuando me fui?
–...No.
–Yo pensé que se iba a ofrecer a llevarme a casa. Ya eran las cuatro cuando me fui.
–Se ve que no es su estilo. Se quedó media hora más.
–Entonces estaba esperando que yo me fuera.
–No, ¿por qué? No te pongas paranoica.
–Dale, llamalo y dale mi teléfono.
–¿Vos estás loca? Asà no se hacen estas cosas. Tu teléfono se lo doy si él me lo pide. Si no, va a pensar que le quiero hacer gancho a toda costa.
–¿Y qué tiene de malo?
–Que es un amigo de Jorge y que no quiero hacer nada compulsivo.
–¿Qué? ¿Es compulsivo darle mi teléfono?
–Lidia, si está interesado, tu teléfono me lo va a pedir él.
–¿Y si no te lo pide?
–Y bueno, Lidia, a veces una no es correspondida.
–Ay, hablás como si yo me estuviera muriendo de amor por un tipo que vi una sola vez en mi vida.
–No, pero estás un poco ansiosa. Y asà las cosas no salen. Calmate y esperá.
–¿Esperar qué? ¡Tengo treinta y ocho años!
–¿Y él qué culpa tiene?
–¿Vos no estarás envidiosa?
–¿Vos estás loca?
–Bueno, pero estás tan reticente...
–No estoy reticente, vos estás demasiado ansiosa.
–Che...
–¿Qué?
–¿Y si lo llamo yo? Dame el teléfono, dame el teléfono.
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