“De un lado de la General Paz, las murgas son patrimonio cultural y, del otro lado, ruidos molestos. En la Ciudad de Buenos Aires tienen una ley que protege los corsos y Cultura tiene un presupuesto para los carnavales. En cambio, en la provincia nos sentimos discriminados”, denuncia Andrea Lattanzi, bailarina de una murga bonaerense. Andrea tiene 32 años y hace cinco que salta, suda y sueña con Los Pegotes de Florida, una agrupación que nació en 1924, pero que, pese a su historia, tiene más amenazas que reconocimientos. La murga no cuenta con un lugar donde ensayar ni permiso para tocar y bailar.
Pese a eso se van a juntar el sábado 24 de febrero en San Martín y las vías, frente de la plaza central de la localidad de Florida, a las 20. “El problema es que hace tres años que no podemos hacer un corso. En 2004 fuimos a la Municipalidad de Vicente López a pedir permiso y nos dijeron que no. Nos reunimos igual y cuando un par de vecinos se quejaron por los ruidos, vinieron doscientos policías a desalojarnos. Con tal de parar el corso son capaces de reprimir –se asombra–. En ese momento hicimos marchas, asambleas, juntamos firmas y no hubo forma. Por eso, el año pasado nos quedamos sin intentar nada. Pero no queremos que la murga se muera y, esta vez, nos mandamos directamente a un predio sin casas ni vecinos cercanos. Tenemos miedo porque hay chicos y familias, pero la idea es poder defender una actividad cultural del barrio que tiene más de ochenta años.”
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