Lunes, 3 de mayo de 2004
PROTAGONISTAS DE UN MUY MAL PARTIDO
Vélez, Independiente y la nostalgia de haber sido
Sin imaginación para generar fútbol, sin precisión para acertar varios pases seguidos, sin punterÃa para embocarla, los dos equipos argentinos eliminados de la Copa Libertadores jugaron 90 minutos para el olvido.

Pelota dividida entre Losada y Cubero. AsI toda la tarde.
POR DANIEL GUIÑAZU
Vélez e Independiente jugaron invadidos por la nostalgia de haberse quedado pronto afuera de la Copa Libertadores. Y asà les salió el partido. Igualados en el mal trato consuetudinario que le dieron a la pelota, en la falta de imaginación para generar fútbol inteligente, en las muchas torpezas cometidas y en los escasos aciertos alcanzados, el cero fue lo único razonable de la tarde en Liniers. La consecuencia lógica de tanta obsesión por el error.
Ninguno de los dos tiene mucho más que esto que mostraron. Pero hicieron mejores cosas en lo que va del Clausura. Por eso llama la atención que nada les haya salido más o menos bien. Vélez tenÃa que hacer el mayor esfuerzo por ganar. De haberlo conseguido, se hubiera colocado a dos puntos de River (su rival del próximo domingo) y a cuatro de Boca. Y no pudo. Estuvo más cerca: en el primer tiempo, Navarro Montoya le sacó un cabezazo a Fuentes y ValdemarÃn pifió una media vuelta tras un centro de Bravo. En el segundo, MartÃnez estrelló un testazo en el travesaño y Sena remató desviado desde buena posición. Bravo arrancó bien, yendo y viniendo por la banda izquierda, Batalla se movió con cierta inteligencia y habilidad, pero fue insuficiente. Rolando Zárate no le acertó nunca al arco de los rojos, ValdemarÃn resultó intrascendente y los ingresos de Bianchi, Gracián y MartÃnez en la media hora final no cambiaron nada. Conclusión: a Vélez terminó sepultándolo su falta de talento.
A Independiente lo califica un dato y nada más: tuvo sólo una situación en todo el partido. Y fue un cabezazo de De Souza, el zaguero de Vélez, que dio contra el poste izquierdo de su propio arco en la primera parte. El equipo de Pastoriza reiteró su incapacidad para crear juego asociado y para llegar a partir (o después) de una maniobra conjunta. Dejó su ataque librado a la soledad de Maximiliano Ayala, su único delantero. Losada, Hugo Morales y Manso, los supuestos volantes de creación, jamás se le acercaron para arrimarle una buena pelota o para ofrecerle una opción de descarga. Además, Zurita estuvo más ocupado en detener a Bravo que en aportar arriba, Giménez corrió tanto como embarulló y Quinteros les dio más pases a los jugadores de Vélez que a sus compañeros. Conclusión: Independiente jugó mal y no llegó nunca. Y, lo que es peor, acabó haciéndolo socio a Vélez de las imprecisiones, de la falta de ideas y de todo aquello que afeó el juego más hermoso del mundo hasta convertirlo en un simulacro, en un dibujo desmejorado de su propia belleza.
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