desde la plata
El abrazo en el centro del campo, entre las tribunas repletas y embanderadas, terminó siendo conmovedor. Por la entrega, por la pasión y por la limpieza, en definitiva. Al vencer a Arsenal con dos goles en los últimos tres minutos del partido, Estudiantes se dio el gusto de protagonizar la final en la que no creÃa el fútbol argentino (salvo los jugadores del equipo platense, su técnico, los dirigentes y los hinchas) y de paso alejó un fantasma que habÃa empezado a rondar desde el gol agónico del uruguayo Choy González en la fecha anterior: porque si Lanús vencÃa a Boca (como efectivamente sucedió) y Estudiantes no conseguÃa doblegar a Arsenal (lo que ocurrió durante 87 de los 90 minutos), los platenses habrÃan pasado a la historia no por el más elogiable de los motivos, perdiendo una oportunidad histórica. Alayes y Pavone desataron el grito, desanudaron la final, sumergieron a media ciudad de La Plata en el éxtasis más puro.
Si no hubiera sido por ese gol de Choy, la tremenda campaña de Estudiantes habrÃa culminado en 12 victorias consecutivas, una racha iniciada en la octava fecha ante Independiente. Esa victoria clausuró el terrible perÃodo que tuvo el equipo de Diego Simeone, un desierto de cuatro fechas en el que sacó apenas un punto sobre 12 posibles, que incluyó la derrota ante Boca en la Bombonera, en la quinta fecha, una caÃda que parecÃa terminar con las aspiraciones del conjunto albirrojo, el primero de tres partidos sin goles a favor.
Basta comparar las campañas para entender que Estudiantes terminó jugando mejor que Boca en el cierre del torneo, justificando la final conseguida. Por nombres y por hombres, con un mediocampo plagado de jugadores con intenciones de jugar al fútbol, Estudiantes terminó modelándose en la escuela del juego sin someterlo (ni someterse) al sacrificio, practicando un estilo sutil por momentos, potente por otros.
Las dos derrotas consecutivas de Boca lo ayudaron, ciertamente, pero hizo todos los méritos para alcanzar al lÃder. Vivió el anticipo de la final del miércoles cuando recibió a River en el estadio de La Plata un sábado a la noche, y lo venció con claridad, marginándolo de la lucha por el torneo; se la jugó con todo en Rosario, cuando le dio vuelta el partido a Newell’s en los últimos minutos.
Con semejantes antecedentes, parecÃa imposible que Arsenal no fuera vulnerable a la voluntad estudiantil. El equipo visitante mostraba solidez defensiva, especialmente contra los pelotazos frontales que Loeschbor y López rechazaban una y otra vez. Con una postura ultra-ofensiva frente al conservadurismo del conjunto de SarandÃ, buscó el desnivel con pelotas paradas y centros, aprovechando la magnÃfica pegada de Verón.
Era una ola que podÃa desmoronarse súbitamente: Lanús ya ganaba, las tribunas empujaban, la cancha hervÃa. Aunque a Estudiantes le faltaba claridad, le sobraba actitud, e instalaba la idea de que el gol de la victoria iba a caer como fruta madura. Aunque se tardara hasta el último minuto.
Y asà llegó. No uno, sino dos. Centro de BenÃtez que Alayes conectó con un frentazo impecable: como ante Vélez, el cabezazo del lateral fue decisivo. En el descuento, cuando Estudiantes trataba de cuidar el balón para no sufrir sorpresas (la lección de Argentinos estaba aprendida), salió un pelotazo para Pavone que venció a Orcellet con un bombazo terrible.
Estudiantes se ganó el derecho a jugar la primera final en torneos cortos de la AFA. Pero no se queda solamente con ese logro. Quiere más. La marea de las últimas fechas lo empuja.
Estadio: Ciudad de La Plata.
Arbitro: Héctor Baldassi.
Goles: 87m, Alayes (E); 90m, Pavone (E).
Cambios: 58m, Garnier (6) por Pérez (A); 61m, BenÃtez (6) por Angeleri (E); 64m, Caffa por Yacuzzi (A); 67m, Orcellet por Cuenca (A); 76m, Lugüercio por Galván (E); 84m, Maggiolo por Sosa (E).
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