Domingo, 3 de abril de 2005
Los tres libros de cuentos de Grace Paley acaban de aparecer reunidos en un solo volumen. Y entonces, la enorme diversidad de su mundo narrativo se acomoda como un todo lleno de calidez y coherencia.
Una mujer urgente
Cuentos completos
Grace Paley
Anagrama
463 páginas
Por Mariana Enriquez

“Yo era una mujer que escribĂa en los primeros momentos en los que pequeñas gotas de resentimiento e ira –angustiado resentimiento y justa ira– se iban acumulando lenta, secretamente, para formar la segunda ola del movimiento feminista”, escribe Grace Paley en el prĂłlogo a la recopilaciĂłn de sus Cuentos completos. “Esa gran ola romperĂa con toda su fuerza media generaciĂłn más tarde, y dejarĂa a los hombres balbuceantes y angustiados, pero tambiĂ©n un poco mejores tras el impresionante remojĂłn.” Grace Paley, agitadora social, tallerista, escritora, pacifista, feminista y anarquista cooperativa (como le gusta llamarse) no cuenta con una obra demasiado extensa; su trabajo polĂtico la tuvo siempre muy ocupada con viajes a Vietnam durante la guerra, a Suecia, Rusia, CentroamĂ©rica, China y Chile. Pero aunque como escritora no se destaca por la hiperproductividad –apenas los libros de cuentos aquĂ reunidos, Batallas de amor (1959), Enormes cambios en el Ăşltimo minuto (1974) y Más tarde, el mismo dĂa (1985), más dos libros de poesĂa y una miscelánea de obras en verso y prosa– se trata de una obra completa, acabada, en temas y en estilo.
Grace Paley es una escritora urgente. Sus cuentos, cargados de humor, directos, agudos, expresivos, parecen escritos a toda velocidad. Y asĂ se leen. Y aunque recorren un lapso de más de veinte años, apenas se registran cambios: su voz, salvo marcadas excepciones, es siempre la misma. Los cuentos de Paley recorren un amplĂsimo arco. En Batallas de amor, sus mujeres –sobre todo los personajes de Virginia y Fe, que reaparecen en los siguientes libros– están solas y desesperadas, cargadas de hijos, agobiadas por la pobreza, el abandono y la dificultad para pensar en un futuro sin hombres proveedores. Pero las condiciones reales no implican que las mujeres de Paley carezcan de humor: si algo prevalece en sus cuentos es la ironĂa; y a travĂ©s de esa capacidad de reĂrse de sĂ mismas, las mujeres comienzan a pensar en otro futuro que implica la polĂtica de gĂ©nero y, en un sentido amplio, la polĂtica en general. El primer cuento, “AdiĂłs y buena suerte”, lo protagoniza Rose, una chica en el ambiente del teatro yiddish neoyorquino que rompe con los mandatos y se casa, despuĂ©s de los cincuenta años, con el hombre que fue su amante casi toda la vida. “AsĂ era mi independencia: florecĂa, pero no tenĂa raĂces y sus pĂ©talos eran de papel”, le dice a su sobrina. Más adelante, en “Un motivo para vivir”, Virginia, una chica a la que su marido le regala un plumero antes de abandonarla, escucha las sabias palabras de su vecina la señora Raferty (“No te sientas decepcionada. No conozco ningĂşn hombre que le haya durado toda su vida a una mujer”), acude a la Asistencia Social y concluye: “Tengo cuatro hijos y veintisĂ©is años, y me ha abandonado mi marido y soy pobre. Y todo eso se lo debo a mi estupidez. Los hombres no pueden hacer nada para evitarlo, pero yo hubiera podido evitar ponerle remedio”. Por fin, en “Dos historias cortas y tristes de una vida larga y feliz” aparece Fe, el gran personaje, que puede ser identificada con la propia Paley. Fe cree en la diáspora y está en contra del Estado de Israel. Fe, abandonada por su marido –un “idealista”que se fue al Ecuador y la dejĂł con tres hijos–, estalla cuando su amante osa decir que no los educĂł bien a los chicos, y le tira con un cenicero de cristal. Es el primer paso hacia la liberaciĂłn. Que se gestará, más tarde, ya en Enormes cambios en el Ăşltimo minuto, en el más inesperado de los escenarios: la plaza donde las madres del barrio llevan a jugar a los chicos. El mejor cuento del segundo volumen, “Fe en un árbol”, encuentra a la protagonista mirando a sus vecinas trajinar con sus hijos, observa al detalle ese mundo, hasta que el Mundo con mayĂşsculas irrumpe en la forma de manifestantes pacifistas con una consigna que luego escribirá, jugando, el hijo mayor de Fe: “¿QuemarĂas a un niño? En caso necesario”.
En ese Mundo, que aparece más tarde, Fe relata las historias de vida de sus amigas y compañeras de militancia; las historias de sus familias –lo que permite ver a muchos de los cuentos como una historia privada de inmigrantes judĂos rusos y su ascenso social: “Los negros son los nuevos judĂos”, le dice su padre–; irrumpe la diversidad en cuentos como “Amor” sobre una experiencia lĂ©sbica o en “El parque del nordeste”, donde Fe encuentra a un grupo diferente de madres, “solteras por principios”, homosexuales, prostitutas; en viajes a China y a los barrios negros del Bronx, donde los militantes pacifistas simpatizantes del trotskismo y el maoĂsmo son turistas y corren peligro de quedar detenidos o ser atacados; el Mundo se abre tanto que las amigas cuestionan sus roles como madres cuando los hijos, más radicalizados, las cuestionan o incluso se pierden en la noche, los excesos y la militancia cumpliendo la peor de sus pesadillas: el filicidio. Incluso Paley se atreve a incluir la violencia de gĂ©nero en un cuento llamado “La jovencita”, polĂticamente incorrecto, donde una adolescente es violada por un hombre negro.
En su fusiĂłn de experiencia personal y convicciones polĂticas, urbanidad y vidas privadas, Paley elabora un mosaico humano complejo, muy gracioso (“Solamente tengo cuarenta y ocho años. Me queda un montĂłn de tiempo para ser totalmente desgraciada”, dice Fe) y de implacable honestidad.
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