Recursos humanos
Antonio Ortuño
Anagrama
177 páginas
Dice el libro del GĂ©nesis: “Ganarás el pan con el sudor de tu frente”. Claro. Pero el problema es que de algunas frentes nunca cayĂł una sola gota de sudor bĂblico, y entonces a Dios no se le ocurriĂł que quizá, con tamaño castigo, estuviera inventando nada más ni nada menos que el odio de clases. Seleccionada como finalista del XXV Premio Herralde de novela, Recursos humanos cuenta la historia de Gabriel Lynch, un joven carcomido por el odio y el deseo de ascenso social. “Esta es la historia de mi odio.” AsĂ empieza la confesiĂłn, asĂ va rezando Gabriel Lynch, a modo de mantra, mientras habla de ángeles caĂdos, de la escalera que conduce al cielo de la gerencia general y de la que baja a los talleres donde los obreros de la imprenta sudan mares de tinta negra. Estancado en su puesto de supervisor, el narrador vive asistiendo al ascenso de otros, hasta que finalmente pone su plan en marcha y comienza por incendiar el auto de su jefe. Los empleados, los que pueden todavĂa salir a tomar una copa, se encierran en tugurios malolientes, prostĂbulos, departamentos de barrios perifĂ©ricos. Entre estos escenarios claustrofĂłbicos circulan los personajes de una novela que, mediante una prosa tan cargada de referencias bĂblicas como de humor negro, consigue ir más allá de la narraciĂłn de una trama por momentos delirante. A pesar de que Antonio Ortuño aclare que no se trata de una novela de denuncia social sino de una suerte de fantasĂa basada en la realidad, su narrativa no se desliga de las circunstancias polĂticas de nuestro tiempo. Ortuño ha sido reportero, editor y actualmente jefe de redacciĂłn del diario PĂşblico-Milenio. Su primera novela, El buscador de cabezas, no sĂłlo fue recibida con el elogio unánime de la crĂtica de su paĂs sino que tambiĂ©n se adelantĂł a lo que serĂa el contexto polĂtico de las Ăşltimas elecciones presidenciales en MĂ©xico. De la lectura de sus textos hay algo que queda en claro desde el inicio: no estamos frente a un escritor inocente, ni polĂticamente correcto. La escritura de Ortuño –que ha sido comparada con la de su coetáneo Juan Villoro o con la del francĂ©s Michel Houellebecq– está repleta de una violencia verbal, cuya sustancia venenosa se asienta en la eficacia de un estilo antes que en los sucesos que describe. Quizá por eso Recursos humanos sea ante todo una novela inquietante. El odio que se narra en las confesiones de Gabriel Lynch es el odio de los excluidos. Es el odio de los ángeles que, apenas logren poner un pie en la escalera que va al cielo de los amos, no tendrán otro objetivo más que destruir al dios que los subyuga.
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