Un ignoto periodista y guionista de cine norteamericano llamado H. C. Lewis, con excesivas ambiciones literarias para un apellido semejante y, por a帽adidura, perseguido por la pobreza, public贸 en 1937 una perlita titulada El caballero que cay贸 al mar, traducida al castellano por primera vez por la editorial La Bestia Equil谩tera. El relato en cuesti贸n cuenta la historia de Henry Preston Standish, un corredor de Bolsa casado y con dos hijos, bien afianzado en los barrios m谩s sofisticados de Nueva York, que un d铆a decide tomar un barco a Hawai por razones patol贸gicamente vitales y al regresar en el 鈥淎rabella鈥 sufre una desavenencia: pisa una mancha de aceite, patina y cae al mar.
驴Qu茅 pasa entonces cuando un hombre normal cae al mar? La respuesta m谩s r谩pida y, en todo caso, certera, siempre fue: naufraga en una isla desierta, cosa de iniciar as铆 la eterna b煤squeda de respuestas a esa serie de interrogantes que inquietaron al sujeto moderno.
驴Qu茅 hace un hombre despojado de sus comodidades para sobrevivir ante las amenazas de la naturaleza ind贸mita? Desde Robinson Crusoe (1719) de Daniel Defoe, la literatura indag贸 en esta serie de dudas, y ya en el siglo XIX el sujeto moderno asent贸 su sistema de valores en base a la raz贸n y gran parte de la narrativa de aventuras, con Julio Verne a la cabeza, ambient贸 a sus personajes en situaciones adversas para dar cuenta de los artilugios que posee la astucia humana, heredada de Odiseo, en funci贸n de dominar el salvajismo de la naturaleza.
Pero el caso del pobre Henry Preston Standish es distinto. El no es un leg铆timo hijo de Hamlet, que debe decidir entre ser o no ser, mucho menos de Odiseo, sino de su ant铆tesis; Bartleby, aquel escribiente de Melville, quien ante las 贸rdenes de su superior respond铆a con un lac贸nico 鈥減referir铆a no hacerlo鈥. Henry Preston Standish guarda en su interior algo de ese car谩cter al decidir su viaje en funci贸n de una epifan铆a que lo sacude en su lugar de trabajo: su vida est谩 vac铆a. Y al descubrir esto, pone en funcionamiento su voluntad de nada.
El humor macabro le juega una mala pasada. Y mientras Standish lucha contra las aspas de la h茅lice del 鈥淎rabella鈥, el lector deduce que la ca铆da fue algo deliberada; como si Bartleby 鈥揗elville mediante鈥 reencarnado en Standish viajara al mar, y hubiera preferido caerse por la borda.
Una vez a flote descubre algo fatal; en el mar, Standish no deja de ser Standish. Y, para peor, el vac铆o ahora es total. El paso siguiente del n谩ufrago Standish no es la puesta en pr谩ctica de sus astucias como ser humano, todo lo contrario; es la absorci贸n del vac铆o. Lewis nos dice algo terrible con su personaje: cuando uno cae al mar no hay Viernes, no hay lucha, no hay alegor铆a, porque en el mar no pasa nada. Y sin quererlo ni buscarlo (es decir, prefiri茅ndolo) El caballero que cay贸 al mar clausura el g茅nero de naufragios no con una novela, sino con una nouvelle, un par de a帽os antes de la Segunda Guerra Mundial, de que el mundo se convierta en un lugar poco propenso para las exploraciones y de que el sujeto moderno logre dominar del todo a la naturaleza hasta transformarla en un jard铆n devastado. A partir de ah铆 el g茅nero deviene hist贸rico o tiene que coquetear con el fant谩stico.
La nouvelle se vuelve entonces una eleg铆a de Standish, quien mientras busca la mejor manera de permanecer a flote por unas horas lucha por pensar. El naufragio de Standish culmina en su cabeza. Algo de su historia debe salvar, pero 驴qu茅? Para su sorpresa, su vida no viene a cuento sino sus facultades negadas como hombre. Y, al igual que en Kafka, el humor que forja el tono al comienzo del relato fuga asfixiante y circular hacia delante. Al recapitular en su vida, el efecto no es retrospectivo sino corrosivo, como el accionar de la sal. Descubre las carencias de su vida m谩s que las virtudes, y sin dejar lugar a compasiones, en un lento y cacof贸nico adagietto, Standish funde el vac铆o de su vida con ese vac铆o total que busc贸 sin pretenderlo.
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