En los últimos tiempos, a la par de un avance notable en polÃticas de derechos humanos, se empezó a saldar, lentamente, otra deuda: la ausencia de los años ‘70 en el teatro. Con respecto a la Guerra de Malvinas y las insoslayables referencias, en el ámbito de la novela, de Las Islas de Carlos Gamerro y de Los pichiciegos de Fogwill, esa misma ausencia aun permanece latente en la poesÃa, un género que casi no abordó esa herida. Es por eso que la aparición, el año pasado, de Malvinas –poema de Mario Sampaolesi que ahora se reedita en versión bilingüe (español y rumano)– resultó un verdadero acontecimiento.
Poema extenso y compacto –abre y cierra con una enumeración de los nombres de las islas del archipiélago–, Malvinas constituye un registro lúcido, exploratorio y, en cierta forma, un clásico instantáneo acerca de una guerra que parece generar, aun en los tiempos que corren, mucha más incomodidad e incertidumbre que la misma dictadura militar que la propició. La poética que subyace en este libro es notable: no sublima el dolor en arte pero tampoco constituye un registro protagónico de los hechos; no, simplemente parece, como quien obtiene chispazos de fuego de dos piedras, como quien bebe el agua de la lluvia, recoger de manera natural, casi sin artificios, los frutos poéticos de un trauma. Abunda en Malvinas una serie humana que va de “casi niño†y “pendejoâ€, hasta “ex soldado†y, por ende, “ex hombre†y un discurso cientificista en lo que respecta a paisaje, flora y fauna del lugar (“en el verano la vegetación alcanza un color verde grisáceo; en el invierno amarillento. La definición es: estepa arbustivaâ€) que, en su cruce, no hacen más que generar escalofrÃos, tal como escribe Sampaolesi en uno de los clÃmax de este poema: “el rayar del metal sobre la superficie de un vidrioâ€.
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