Dos choferes de una empresa de mudanzas entusiasman al patr贸n con la compra de unos terrenos muy baratos en una barranca al sur de Sombrerete, en el coraz贸n des茅rtico de M茅xico, y como la cosa parece marchar all谩 preparan un arranque tempranero desde Saltillo, ciudad sede de la compa帽铆a, como para que el jefe vea in situ esa ganga con proyecci贸n de futuro. Un poco desconf铆a, as铆 que antes exigi贸 algunas fotos y hablar con el due帽o: la inversi贸n promete, se convenci贸. Ponciano Palma y Sixto Araiza, los traileros, son los empleados m谩s antiguos de la firma, veinte a帽os de servicios; el due帽o no es lo que se dice un humorista refinado, 贸igase el chiste que por ejemplo les larga ya en pleno viaje: 鈥溌stedes son unos pobres sangrones llenos de caca!鈥. Unas bromas despu茅s, con Sixto al volante y en plena marcha, Ponciano le distribuye cinco balazos entre panza, cabeza y coraz贸n.
鈥淵a por fin la venganza por tantos a帽os de injusticia, de explotaci贸n desmedida, de gritos, de arbitrariedades sin fin, habida cuenta del humor feo como remate cargante 鈥揺scribe Sada鈥. S铆, s铆, s铆: 隆felicidad al rev茅s! El humorista muerto: all铆: cabeza que hall贸 almohada final en Ponciano. Cabeza sangrante: 隆no, eso no!: la fidelidad, la comprensi贸n p贸stuma: 隆no, eso no! Y ahora las consecuencias espantosas: 鈥樎緿贸nde podemos dejarlo?鈥, pregunt贸 Ponciano, sobre todo porque la sangre ya estaba en pleno borboteo, adem谩s manchar铆a el asiento delantero del trailer con gran naturalidad.鈥 Pueden entreverse en el p谩rrafo dos cosas: que los fleteros sesentones no hab铆an trazado lo que se dice un gran plan, y el estilo de escritura de este mexicano de Mexicali nacido en 1953, al que Roberto Bola帽o le encontraba un barroquismo de desierto, opini贸n que Sada discute, porque el barroco no le simpatiza gran cosa y su apuesta est茅tica, ha dicho, tiene m谩s bien mucha carga de oralidad, asunto que se aprecia en la lectura de A la vista.
As铆 es como queda la unidad mortuoria de Transportes el Caracol S. A., con el jefe adentro: al fondo de una cuneta, con el nombre de la empresa pintado en la caja, a la vista.
Pero a no enga帽arse: ac谩 casi se acaba la acci贸n de impacto. Los fleteros ejecutores, conscientes de que casi seguramente al toque van a descubrirlos, se prometen tomar caminos distintos y desaparecer de los sitios que frecuentan, pero enseguidita se van para sus respectivas casas: Sixto a Sombrerete, Ponciano a Torre贸n. La escritura sigue a Ponciano, que es una mara帽a de especulaciones, dilaciones, con movimientos de caracol. Carne del sistema: chupado por una vida de laburo, hastiado del d铆a a d铆a, su existencia era un agobio antes del crimen y luego result贸 casi que peor, porque qu茅 hab铆a ganado: en cualquier momento lo ir铆a a buscar la polic铆a y c谩rcel hasta el fin. As铆 que luego de pasarse unos d铆as escondido en su casita, le pide a su esposa 鈥済ordinflona鈥 que ponga en la puerta un cresp贸n negro y que anuncie que se muri贸: se ir铆a para quiz谩 no volver. Para encontrarse consigo mismo, para encontrar alg煤n sentido. Tal vez decidiera suicidarse. Aunque luego de unas vueltas sin duchas y con intemperie, 驴qu茅 tal intentar ir a buscar a Sixto? No es por el camino de la trama, quiz谩, que conviene hablar de A la vista, porque la apuesta est谩 en el lenguaje, su ritmo y su musicalidad, sus notas y notas para ir componiendo las partituras de sus criaturas, recovecos, minucias, sobre los papeles de lo afectivo, las conveniencias, los deseos. Escribe Sada: 鈥淓l interiorismo 鈥揷uando se prolonga鈥 no hace m谩s que posponer las acciones e incluso modificarlas de continuo hasta convertirlas en algo imprevisto que a saber si lograr谩 concretarse alguna vez.鈥
La escritura de Sada pinta original, bien sonora, virtuosa. Cada tanto, al diccionario, a ver esas notas desconocidas que suenan lindo: ringorrango, mon铆s, manumisos, furris, porrillo, changarro, pandorga, talachera. D铆gase tambi茅n que asistir a Ponciano, su tranco y sus cavilaciones, sus m贸dicas peripecias y pronunciamientos, por momentos se pone dif铆cil. Terminan dando ganas de que se arregle solo, nom谩s: eso mismo acaban sintiendo los personajes que se cruzan con 茅l. Cerrar los ojos, perderlo de vista, y escuchar en la lectura la m煤sica que Sada compone con el lenguaje.
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