El viernes de la semana pasada comenzaron en Concepción del Uruguay, Entre RÃos, las Primeras Jornadas Provinciales sobre Patrimonio Arquitectónico, organizadas por el Colegio de Arquitectos que dirige Sergio Tomassi y la Asociación Cultural Albacea presidida por Lilia Santiago. El encuentro inaugural tuvo como tema Patrimonio, Ciudad y Sociedad, un tÃtulo derivado hacia la problemática de crear conciencia y consensos sobre qué hacer para salvar el patrimonio edificado.
La sesión fue, como corresponde, en un lindo edificio de indudable valor que ahora aloja la Universidad de Concepción del Uruguay y era el internado del famoso Colegio Nacional de la ciudad. El salón de actos es un imperdible ambiente decimonónico con columnas de hierro de fundición de las que venÃan con capiteles y todo, y los ventanales conservan complicados voiles en un estilo que ya no es fácil encontrar. Aquà y allá observan todo señores de rotundos bigotazos, desde los retratos que homenajean a directivos y donantes del internado.
Hubo cuatro ponencias matinales, una visita al cercano Palacio San José, hogar de Urquiza, y una tarde de debates y lectura de papers. Más allá de lo especÃfico de cada tema –el patrimonio local, las leyes de preservación inglesas, la lógica legal argentina y cómo comunicar en los medios la temática– lo que quedó en claro fue la preocupación y el sentido de urgencia de preservar ese objeto tan frágil que es el patrimonio material.
Entre RÃos, como prácticamente todo el paÃs, no tiene una ley propia de preservación del patrimonio edificado. Ni siquiera tiene un sistema como el de las APHs porteñas, tan falible y sin dientes. Los que hablaban fueron devorados a preguntas por los asistentes, y las preguntas iban directamente a cómo frenar la piqueta. Los ejemplos eran fáciles de señalar, ya que Concepción es un caso de laboratorio de patrimonio en peligro.
Pocas ciudades del tamaño de Concepción tienen un lugar histórico comparable en nuestro paÃs. La ciudad fue hasta capital de la Confederación y funcionó como sede polÃtica de Urquiza, en su momento el hombre más poderoso de Argentina. En pleno centro, frente a la enorme plaza, se alza el edificio de correos más hermoso del paÃs, que no sorprende fue construido como residencia particular del caudillo. Enfrente está el glorioso colegio y en una fácil caminata por la zona se encuentran muchas casas valiosas y antiguas, algunas en impecable estado y mostrando una prosperidad e importancia poco frecuentes. El problema es que no hay lÃmites, ahora, para la construcción de torres. En la plaza ya hay dos, una de los años cincuenta y nada fea, excepto por su ubicación letal. La otra es un tÃpico ejemplar de arquitectura comercial sin ton ni son, una berretada de hormigón. En una suerte de anillo que se va cerrando hay otras torres, una de ellas recién terminada y particularmente gorda, torpe e intrusiva.
Concepción está, de hecho, justo en el borde de perderse: una docena más de torres y la ciudad será eso que quedó entre los edificios de altura, algo anodino y olvidable. Es una pena, porque con un mÃnimo de imaginación urbana, esta ciudad y muchas otras podrÃan crecer sin perder su patrimonio, mantener su encanto e identidad, atraer a forasteros curiosos y volcarse mejor hacia sus costas.
El encuentro provincial continúa el 6 de octubre en Concordia, con una sesión sobre temas de relevamiento, normativa y polÃticas de preservación. Y cierra el 27 y 28 en Paraná con dos dÃas de trabajo sobre criterios de intervención y técnicas constructivas.
Informes en www.colegioarquitectos.org.ar.
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