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Sábado, 6 de octubre de 2012
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Una lecci贸n americana

La ciudad de Charleston tiene un Casco Hist贸rico pr贸spero, delicado y ejemplar que demuestra que la preservaci贸n es un estupendo negocio si se la impulsa en serio.

Por Sergio Kiernan
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Los especuladores inmobiliarios sol铆an decir que tra铆an 鈥減rogreso鈥 y desarrollo a las ciudades y que oponerse a sus torres, shoppings y demoliciones era cosa de rom谩nticos, muse贸logos y otras gentes poco pr谩cticas que no conocen las duras realidades de la vida adulta. A fuerza de movilizaciones, amparos ante la Justicia y leyes que les pongan l铆mites aprendieron que no son los 煤nicos adultos por aqu铆, y cambiaron la letra. Lo que m谩s se escucha 煤ltimamente es el argumento de que proteger el patrimonio y limitar la especulaci贸n es hacerles perder dinero a los pobres due帽os de casas patrimoniales. En la limitada mente de estos desarrollistas, lo 煤nico que cabe es el dinero y la 煤nica manera de hacer dinero es demoliendo y construyendo cosas grandes, feas, olvidables.

Esta falacia se cae al pensar que los ingleses y los franceses, leones en proteger sus patrimonios, no son exactamente pobres, o al calcular lo incalculable que ganan los italianos con las masas que van a ver su patrimonio. De hecho, resulta que a m谩s rigor en cuidar el patrimonio, m谩s valor se le agrega y m谩s dinero gana el due帽o de la pieza, la comunidad en que vive y el gobierno local.

Un ejemplo clar铆simo es el puerto de Charleston, en el estado norteamericano de Carolina del Sur, destino tur铆stico poco com煤n para argentinos pero must see para decenas y decenas de miles de locales. La ciudad, fundada en el siglo 17, fue capital colonial y la segunda m谩s rica de EE.UU., despu茅s de Nueva York, hasta que los bloqueos navales de la guerra civil la arruinaron. Charleston tiene el m茅rito de tener la Sociedad de Preservaci贸n m谩s antigua del pa铆s, fundada en 1920, la primera zonificaci贸n de Casco Hist贸rico, de 1931, una de las legislaciones m谩s rigurosas que se puedan imaginar y un 茅xito comercial espectacular. Vivir en el casco hist贸rico de Charleston es una de las cosas m谩s finas y caras que pueden hacerse en Estados Unidos.

Los funcionarios m谩s mediocres del gobierno macrista se espantan y se ponen ir贸nicos ante la idea de catalogar algunos miles de edificios en la inmensidad que es Buenos Aires. Pero Charleston tiene 123.000 habitantes 鈥-ser铆a de las comunas m谩s chicas de nuestra ciudad鈥 en un 谩rea metropolitana de apenas 665.000, y aun as铆 tiene 4800 edificios catalogados individualmente. Para m谩s dolor de esos macristas, los especuladores inmobiliarios no tienen ni para empezar, ya que los edificios en altura simplemente no existen, los informes de impacto ambiental van en serio y ni siquiera se permiten cables a茅reos de ning煤n tipo.

En rigor, Charleston entero est谩 como en funci贸n de su casco hist贸rico. La llegada a la ciudad es por rigurosa autopista, con el interior suburbano de un lado y la ciudad en s铆 del otro, con el mar como horizonte. Tocar el pie de la rampa es entrar en un mundo con tr谩nsito limitado y cielo azul por lo bajo de los edificios. El paisaje es una mezcla de piezas victorianas de muchos pelajes 鈥揼alpones, casas modestas, tiendas, alguna residencia de buen fuste鈥 con variaciones de principios de siglo, alg煤n racionalista y unas cuantas cosas modernosas, pero bajas y discretas. La explicaci贸n es que uno est谩 en el Distrito de la Ciudad Vieja, la ampl铆sima zona de amortiguaci贸n que toma pr谩cticamente todo el tejido urbano del siglo XX. M谩s al mar, en la pen铆nsula, est谩 el Distrito Hist贸rico, el equivalente a cincuenta y pico manzanas de las nuestras. El conjunto es cruzado por un par de calles anchas zonificadas como Corredor Comercial, donde coexisten edificios comerciales restaurados, piezas refuncionalizadas y edificios flamantes, pero controlados en altura y discreci贸n. De hecho, hasta hay un shopping que casi, casi es bonito.

La calidad de vida de la ciudad es evidente, se respira y se absorbe por los poros. La baja densidad hace que el tr谩nsito sea lento y manejable, con lo que la mejor idea para el visitante es tomarse un tour en un carro a caballo, manera lenta de ver los detalles. As铆 se descubre que vivir en esta zona preservada significa tener todos los servicios posibles en un entorno de belleza e historia, con edificios oficiales que dan ganas de usar 鈥揺l correo es un sue帽o鈥 y calles armoniosas.

El 谩rea es tambi茅n un tesoro econ贸mico. Las propiedades son valios铆simas, con precios por metro cuadrado que ya quisi茅ramos por ac谩, con lo que la base impositiva es muy s贸lida. Como la zona es un magneto para el turismo, hace a帽os que nadie ve un local sin alquilar y el puerto viejo sostiene una bonita feria de comidas, artesan铆as y artistas en un 谩rea sin autos. El corredor comercial es un modelo de variedad, con tiendas hist贸ricas, servicios urbanos de todo tipo y, al final, locales de marcas que una ciudad de este tama帽o no tendr铆a derecho a esperar.

La diferencia entre este casco hist贸rico y el nuestro es el esmerado rigor con que fue legislado y es cuidado y rigoreado. Los funcionarios no andan diciendo que el empedrado es malo para los tacos de los turistas sino que vigilan que nadie ande echando cables y que se respeten los detallados reglamentos locales. Quien viva en la Ciudad Vieja sabr谩 que no puede remodelar el exterior de su casa, su vereda o cualquier patio o jard铆n visibles desde afuera sin permiso del Comit茅 de Arquitectura. El tr谩mite es simple y un ejemplo que se ve en la foto es el de un se帽or en King Street que quiso cambiar el color de su casa. El permiso que tuvo que exhibir en su puerta indica que se present贸 al Comit茅 y acept贸 alguno de los limitados tonos de la paleta hist贸rica disponible, cosa permitida porque no exist铆a un registro hist贸rico de que la casa fuera conocida por su color, como ocurre con algunas llamadas 鈥渓a Casa Azul鈥 o 鈥渓a Casa Blanca鈥, que tienen que seguir siendo azules o blancas. Otros carteles avisan que se repara un balc贸n 鈥渟in cambios鈥 o se vuelve a pavimentar una vereda 鈥渟in alterar superficies鈥, o sea respetando el material original.

Lo que les parecer铆a un verdadero disparate y un atentado a la propiedad privada a nuestros funcionarios de Desarrollo Urbano 鈥搚 a los de Cultura tambi茅n鈥 es el caso del 煤nico lote disponible para construir en toda la Ciudad Vieja. Resulta que all铆 se alzaba una casa de fines del siglo 18 de no muy buena calidad, que ya mostraba problemas estructurales de a帽os. El hurac谩n Hugo, de 1989, que afect贸 al 75 por ciento de los edificios hist贸ricos, la maltrat贸 bastante y hace un par de a帽os la casa fue clausurada y demolida. Lo 煤nico que qued贸 fue el ala trasera, de ladrillo y piedra, que aguant贸 firme la tormenta. El terreno, con el pastito bien cuidado, exhibe hoy un cartel de venta, un cartel de autorizaci贸n oficial de construcci贸n y un tercer cartel que hace toda la diferencia. El tercero es una alzada muy simple de lo que se puede construir en ese lugar, una r茅plica de la casa original. No se puede hacer otra cosa para no quebrar el estilo de la cuadra y del barrio. S贸lo en los interiores se puede ser 鈥渓ibre鈥. Hasta en la recesi贸n dura que vive Estados Unidos hoy en d铆a el terreno vale una fortuna, porque los due帽os saben que vivir en el Casco Hist贸rico de Charleston no s贸lo no es perder dinero sino que es ganar status y capitalizarse.

驴C贸mo se logr贸 esto? Con inteligencia pol铆tica, rigor y consistencia. Y con ganas de hacerlo, que aqu铆 falta porque el 煤nico negocio privilegiado es la construcci贸n salvaje, la torre malandra.

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