Para el escritor Philip K. Dick, en un futuro los androides soñarÃan con ovejas eléctricas. En el presente dos chicas plasman sus recuerdos y lucubraciones con flequillos infinitos, pajaritos con sombreros, conejos voladores, osos, amebas, gatos o calaveras minúsculas. Las dueñas de esta extraña ternura son Jimena “Pum Pum†y Cécile Perret, quienes están exponiendo su trabajo en galerÃas y bares. “Para mà se trata de sacar afuera imágenes que uno tiene muy adentro. Mejor dicho, es como un exorcismo, me quiero deshacer de los pobres conejos. Váyanse de una vez por todasâ€, grita Perret.
Para adentrarse en ese mundo ideó un folletÃn con “la imaginerÃa de todos estos alter egos que nacieron en la calle. Soy bastante vergonzosa, pero me la paso pintando autorretratos, es un poco contradictorioâ€. Las melenas de Pum Pum se hicieron (muy) visibles por paredones, semáforos, y demás rincones, al punto de poblar el último arteBA. “No lo pienso marketineramente. La nenita nació como un personaje de un mini universo del que soy partÃcipe. Fue mutando un montón, ahora la estoy particionando, cortándole las patas o por la mitad. Los pelos fueron tags, ahora son escamas. Si bien voy experimentando y deformándola, le tomé cariño y me cuesta desprenderme de los personajesâ€, dice antes de sumergirse en un capuccino a la italiana (querÃa uno simple, pero no quiso intimidar al mozo con el pedido).
Las dos supieron desde muy chicas que lo suyo era pintar, y disfrutan de un tiempo con categorÃas difusas para su labor (¿ilustradoras, diseñadoras, pintoras?) por los caminos que se abren. “Aunque el rubro se pone de moda y hay prejuicios, está bueno porque al conocerte en profundidad se dan cuenta del errorâ€, musita Pum Pum. Tampoco se conocÃan, pero tenÃan colegas en común por un colectivo que borra fronteras y pinta murales. Aunque no todo es multicolor, o tiene sus grises, el mismo Estado que criminaliza su registro invita a festivales. “Va destruyendo la ciudad con las topadorasâ€, apunta Perret; y en época de elecciones “los partidos contratan a barras que tapan todoâ€, sentencia Pum Pum.
Al referirse a lo que las incomoda o cuando tienen que hablar de sus obras, la locuacidad parece ganarle a la timidez. “Me dicen que lo mÃo es muy femenino, será por los trazos que los ven como delicados, pero en la vida real soy muy... pibe –se rÃe Pum Pum–. Y si puedo tomar una cerveza en una esquina, mejor. Lo que sÃ, mi infancia fue muy feliz y eso en los dibujos se cuela con una versión de lo adulto más mixada ‘perversa’.†No por nada menciona entre sus influencias a The Misfits, lugares como Die Schule, o libros iniciáticos como Las flores del mal de Charles Baudelaire (también hay lugar para la música clásica). “Muchas veces cuando ven mis cuadros piensan que soy un hombre; después se sorprenden. Tengo trazos fuertes, y soy muy cerda al trabajar con pinturas. Puedo mezclar óleo con stencilâ€, explica Perret, quien tiene a Basquiat, Blu, Bacon, “en fin, los grandes y también a mis amigos†como brújula.
Lo onÃrico y personal no pasa únicamente por la pared o un cuadro. “Pinté con venecitas un inodoro y un bidet, eso fue raroâ€, recuerda Perret. Y Pum Pum tiene una consigna vital: “Yo pinto todo, las ventanas, los vidrios, después los borro y vuelvo a pintar, tiendo a copar espacios, la pared blanca nuncaâ€.
* Mejor conejo en mano... de Cécile Perret está en el bar El Taller, Serrano 1595 / Sin tÃtulo de Pum Pum en el Espacio 6.0, Gurruchaga 1287.
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