Jueves, 28 de noviembre de 2002
Convivir con virus
POR Marta Dillon
¿Seguirán diciendo las mamás a sus hijos que piensen en los chicos que no tienen nada y se terminen de una vez el plato que tienen enfrente? ¿Será más fácil o más difÃcil terminarse la comida que les sirven sus madres mientras ven en la tele como otros chicos se mueren de hambre? Vos ¿qué estarÃas dispuesto a entregar para que nadie más necesitara consumir sus propios músculos para seguir viviendo unos dÃas más? ¿Cuánto hace que no mirás más allá de tu propio ombligo? ¿Y qué se hace después de ver? Es patético ver los 0 600 que se promocionan para donar por teléfono dinero para hogares. Divino, pagamos un plato de polenta sin movernos de casa, ¿qué mejor negocio que un comodÃsimo lavadero de culpas? Hay otros productos que también nos permiten ser buenos sin siquiera darnos cuenta, comprándolos ayudamos a completar la mesa de los chicos pobres. Eso dicen las promociones, al menos. Es paradójico, de pronto todos sabemos lo que pasa en Tucumán, como si un velo se hubiera descorrido de pronto, la desnutrición, los ranchos vencidos y llenos de vinchucas, las mujeres que a los 19 ya han parido cinco veces se nos enredan entre las piernas, se mezclan entre pensamientos perdidos, se te meten hasta en la cama. Y a la vez, todo eso sucede tan lejos para quien tiene un diario entre las manos. Hay abismos entre nosotros, entre los que saben lo que es el ICQ y los que caminan todos los dÃas un kilómetro para buscar agua. Entre las chicas que van con sus madres al ginecólogo y las que han parido antes de empezar la secundaria. Incluso entre los que pueden leer estas lÃneas porque encontraron el diario en la calle y los que se quedaron estancados en algún pueblo por el que ya no pasa el tren ni la vida. Hay tantos abismos y tan pocos puentes. Las imágenes de los chicos de Tucumán o de Catamarca me hacen acordar a las de los desaparecidos que poblaron las revistas y los diarios a mitad de los ochenta. Todo el mundo estaba horrorizado, cómo podÃa haber pasado todo eso en nuestro paÃs, nosotros no sabÃamos, no nos imaginábamos, qué barbaridad. ¿Y dónde habÃan estado todas esas personas durante la dictadura? ¿Dónde estuvimos todos nosotros en estos últimos años?
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