DÃas atrás se anunció que la gigante juguetera Mattel debió retirar del mercado millones de unidades de sus productos de las jugueterÃas de todo el mundo. Ahora, en una iniciativa un poco más modesta, el responsable del blog Stromdotcom ha realizado un llamado a retirar todos estos "juguetes que no deberÃan existir": la réplica de un avión que se estrella contra las Torres Gemelas, una escoba a lo Harry Potter pero vibradora (a pilas), un muñeco del IncreÃble Hulk que exhibe sus partes pudendas aumentadas y verdes, un Winnie Pooh hÃper afectuoso y un acuario para mascotas inmóviles de sugestivas formas, un dinosaurio con el botón de encendido en el lugar en el que van los testÃculos, y un Batman de baticalzoncillos inflables. La lista puede extenderse, pero se corre un riesgo: que una vez que todos estos juguetes de presuntas insinuaciones sexuales hayan sido descartados, a los niños sólo les quede jugar juegos de manos. Y ahà vamos de qué se disfrazan los censores de siempre.
En la simpática Reyes de la olas, pelÃcula de animación estrenada esta semana y protagonizada --una vez más-- por pingüinos, esta vez surfistas, hay bichos buenos, heroicos y altruistas y hay otros menos buenos y bastante engreÃdos. Por otro lado, también hay uno que no será del todo villanesco, sino un chanta inescrupuloso: se echa panza arriba a tomar su jugo de coco, da instrucciones a los demás y se presenta como representante de deportistas en los que no pone mucha fe pero a quienes abraza a la hora de la gloria y los trofeos. En fin, un sinvergüenza que se la quiere llevar de arriba. El personaje se llama Reggie Belafonte y no está muy claro qué tipo de alimaña es, pero sà que se trata de algún tipo de roedor; y no se sabe bien qué hará James Woods con la caracterización del original ya que acá se estrenó sólo doblada al castellano. Pero lo que sà se sabe es que en la versión castellana, en medio de un doblaje mayormente neutro tirando a mexicano, Reggie habla de "vos" en un tono muy cancherito y por momentos, uno dirÃa, bastante rioplatense. O, en otras palabras, que hay un argentino en la pelÃcula y es flor de rata.
A pesar de que algunas empresas informáticas trabajan denodadamente para procurar la felicidad de sus clientes a través del desarrollo de teclados cada vez más y más ergonómicos, todo puede fallar. Y lo más importante falló, al menos para algunos, apenas semanas atrás, en ocasión del febril lanzamiento norteamericano del iPhone, el telefonito electrónico sagaz que viene amenazando hace tiempo con revolucionar la telefonÃa portátil. Ocurrió lo que debÃa ocurrir: el display táctil del aparato resultó demasiado chico para el rechoncho pulgar de uno de los muchos usuarios que esperaron fanatizados la salida a la venta del adminÃculo. Lo sorprendente es la reacción del hombre detrás de la mano: Thomas Martel, 28 años, habitante de Denver, en lugar de cambiar su aparato por uno más apropiado para su anatomÃa, o esperar la salida de un "móvil" para gigantones, cortó por lo sano, o al menos por lo propio, operándose los pulgares. SÃ, hay cirugÃa de pulgares. La costosa intervención consistió en limar los huesos de los dedos (muy) gordos, para dejar en su lugar unos apéndices poco proporcionales al resto de las manos. Por lo pronto, Thomas dice que ahora le es un poco más complicado abrir latas y frascos, pero eso sÃ: mandando mensajitos de texto es una luz.
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