Fue por el año 1980. Y aunque estábamos en plena dictadura, algunos de nosotros acudÃamos enloquecidos a cualquier manifestación artÃstica que nos recordara la idea de la libertad. Digamos que no nos dábamos mucha cuenta del horror. Eso vino después. Digo, darse cuenta de la dimensión exacta de ese horror. SabÃamos lo que pasaba, pero no podÃamos ponerle palabras. Para nombrar las cosas, entonces, estaban las obras de teatro o de danza, las pelÃculas, las músicas. Sigue habiendo discusiones sobre esto y está muy bien, y aunque éste no es el lugar para seguir la polémica, igual me prendo, porque, sobre este tema, la gente de nuestra edad está hablando siempre.
DecÃa que fue por esos años que llegó la información de que en el Teatro General San MartÃn se presentaba una compañÃa alemana llamada Tanz Theater Wuppertal. Algo habÃa leÃdo en una revistita que circulaba por los Institutos Goethe y que contaba sobre las experiencias renovadoras del teatro-danza. Era difÃcil saber exactamente de qué se trataba porque la moda de lo alemán no se habÃa instalado. Pero ahà fuimos, seguros de que verÃamos algo que valdrÃa la pena.
Si mal no recuerdo, la compañÃa presentó dos programas: uno con la obra Kontakt Hof (Patio de Contacto), con la tÃpica sucesión de números que ha caracterizado a muchas de las obras de Bausch: esas rondas maravillosas, con músicas populares diversas, mientras los intérpretes hacen juegos de brazos sumamente difÃciles e inquietantes. En el otro programa, además de la increÃble Consagración de la Primavera, se presentó Café Müller, del año 1978, o sea que cuando se vio en Buenos Aires, la obra llevaba tan sólo dos años de creada.
Allà hay imágenes inolvidables: la propia Pina Bausch, tan alta y delgada como una deidad, envuelta en una túnica blanca, bailando la música de Purcell, con los ojos cerrados, alejada de lo que sucede en la escena, estrellándose literalmente contra una pared lateral; la desesperación de Malou Airaudo y Dominique Mercy dominados por Jan Minarik, y sus juegos de interminables repeticiones. Además Meryl Tankard, con peluca pelirroja y con tacos circulando como perdida por la escena. Pero de entre los personajes de la obra, hay uno que no olvidé jamás. La escena está llena de sillas de bar y Jean-Laurent Sasportes las va corriendo enloquecidamente para que Malou no se las lleve por delante durante una parte importante de la obra. Un acto simple: correr sillas con cierta energÃa para que otro no se haga daño. Y he aquà lo que me pasó aquella vez, mi primera vez, viendo Café Müller, en el San MartÃn, en el año 1980: hasta la mitad de la obra, trataba de capturar la estructura, el modo en que estaba hecha, es decir, me puse en técnico que trata de saber (y no gozar) cómo está hecha una pieza. Pero la obra me jugó una mala pasada –la mejor de las pasadas–, porque exactamente a la mitad de la coreografÃa, en medio de una secuencia donde ese bailarÃn vestido de traje de calle corrÃa sillas, y Purcell ululaba en el fondo, los taquitos de la pelirroja sonaban insistentes y la Bausch volvÃa una vez más a darse con la cabeza en la pared, en medio de todo eso, sin poder contenerme, comencé a llorar intensamente, a llorar algo que no sabÃa qué era, a llorar todo el desgarro posible. Nunca supe exactamente qué fue lo que pasó en ese momento. Nunca lo pude reconstruir. Y tampoco era importante, si se trata de arte. Lo que sé es que esa obra me marcó para siempre, porque me agarró desprevenido, porque me hizo ir a un lugar que ni siquiera imaginaba.
Tuve que volver otro dÃa para poder ver la obra en su totalidad. Hoy gracias a los videos y los dvd puedo volver a ver las imágenes de aquella versión, la original, que recomiendo calurosamente. Para los que no tengan acceso a aquellas imágenes se deberán contentar con ver un fragmento de la obra en Hable con ella, de Pedro Almodóvar, en la que se ve una secuencia de Café Müller, con los mismos bailarines: Malou, Jean-Laurent, Pina... pero más viejos, mucho más viejos. Como yo.
Actor y director teatral, Rubén Szuchmacher estrena Hijos del Sol de Máximo Gorki, en Elkafka Espacio Teatral, el 28 de mayo.
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