1-Nacà en los ‘60, y aunque soy de San Isidro, me considero porteño, y dibujante, humorista de a ratos. Quizá con esta frase alcanzarÃa para tranquilizar a los amantes de las definiciones. Pero las palabras, estas u otras, son siempre insuficientes. Suelo decir que el dibujo es más puro, que una lÃnea suele decir más que la escritura. Pero esta búsqueda de lo esencial que me tiene atrapado en esta etapa de vida incluye también, no voy a negarlo, mis lecturas. Siempre me sedujo la exuberancia de Gabriel GarcÃa Márquez, que es como un inmenso y frondoso árbol lleno de imágenes. Pero ahora busco la sequedad primigenia de un Juan Rulfo. El autor de Pedro Páramo enseña lo esencial, ir hacia el corazón de las cosas, dejar de lado la hojarasca y volver a la cueva de Altamira desde otra perspectiva. Aunque reconozco que Latinoamérica es desmesura, barroquismo, generosidad ante un norte minimalista constipado razonable, me gustarÃa ir detrás de las formas primeras, del lugar donde el hombre trazó las primeras lÃneas. Sucede que estamos demasiado acostumbrados a partir del ruido y desde allà ir hacia el silencio. Cuando de lo que se trata, para mÃ, es de recorrer el camino inverso: ir del silencio hacia el ruido. Pero qué sé yo adónde vamos a parar, ¿no?
2-Ubico dos momentos clave en mi vida. Uno en el año 1985. Hice un viaje a Europa por dos meses y una vez allÃ, tan lejos, decidà que Argentina es mi paÃs. Aquà está mi gente. Recuerdo que al volver me dije: yo tengo que trabajar con pasión. Y esa pasión significa que debo apostar a la honestidad, aunque esa palabra no me guste. Tengo que mostrar mi indignación, mi ideologÃa. Quien quiera aceptarme que lo haga y el que no que se vaya a la mierda. No pretendo que me quiera todo el mundo. A eso llamo pasión. ¿De dónde la saqué? De mis lecturas de la historia. Esa decisión me sirvió para encontrar mi identidad autoral en relación con el contenido.
El otro momento bisagra en mi existencia se ubica en 1998, cuando se enfermó mi papá –que falleció cuatro años después–; entonces comencé a sentir otra cosa: que el dibujante debe poner la forma a la par del contenido e incluso tratar de que lo supere. Fue ahà cuando eliminé a los personajes de la tira de Página/12, y me concentré en la idea del desarrollo libre. Hoy, si debiera señalar un horizonte para alcanzar, dirÃa que pretendo llegar a no depender en ningún momento de la palabra.
3-El Niño Azul es la libertad, no hay nada que me enjaule en ese personaje que no habla nunca y descubre el mundo de manera permanente. El tiene la actitud que todos quisiéramos tener frente a la vida y que la rutina termina a veces por aniquilar. La libertad es lo que permite en estos casos liberarnos del lastre de todo aquello que nos encadena. El Niño Azul tiene un comportamiento poético y eso me da una enorme libertad de movimiento, un libre acceso a la metáfora, cierta puerta abierta al surrealismo. El Niño Azul expresa de alguna manera mi ideario: soy enemigo de todo dogmatismo. Ahora mismo lo he liberado del último lugar dogmático: el obligado formato de la historieta. Ya no está encerrado en cuadritos, ahora sobrevuela su azulidad en la contratapa o en futuros libros. Me gustan mucho los dibujantes o pintores que manejan una cosa visual abierta y libre. Me gustarÃa imaginar qué poesÃa pudo haber escrito un tipo como Paul Klee, un grandÃsimo ilustrador de poemas.
4-Gaspar el Revolú es un tipo melancólico que está en duelo con un ideal. Es un digno heredero del llamado progresismo argentino. Es un hombre en crisis, un psicobolche clásico que ya no sabe qué hacer con su pasado y los ideales que antes lo impulsaban a actuar. Yo lo quiero, lo aprecio, lo respeto. Pero yo no soy el Revolú. Supongo que él debe tener unos diez años más que yo: serÃa para mà como una especie de tÃo. A la vez lo critico. Porque hay algo de eterna juventud, algo medio anquilosado en su actitud, algo que no se modifica. Pienso en esas personas que creen que están comprendiendo el tiempo en el que viven, cuando en realidad no entienden nada. ¿Por qué? Porque los tiempos son mucho más veloces y cambiantes de lo que se suponÃa. Insisto en que todo esto lo digo con cariño porque siempre estoy del lado del derrotado. Feo mundo el de los ganadores. Ahora que el pobre Gaspar encontró un tiempo de falsa victoria del progresismo, le apareció El Culpo, que no le dará paz a su buena conciencia.
5-Es cierto que a veces yo hago tiras que no se entienden. Muchas veces me han acusado de eso y me la tengo que bancar. Por esta cosa de trabajar con libertad muchas veces vienen y me dicen: no te entendÃ. La gente en general agradece cuando uno lleva al formato gráfico algo que está en el inconsciente y ellos, los lectores, no pueden graficar porque no tienen los instrumentos ni la sÃntesis necesarios para hacerlo. No son dibujantes. Y uno les pone forma y sÃntesis a las cosas que están ahÃ, en el aire. Y entonces la gente dice: Ah, claro, era esto.
6-El humor polÃtico ya no me atrae. No soporto los chistes subsidiarios de las caritas anodinas de los polÃticos. El humor polÃtico habla de la farándula y no del devenir polÃtico o social, que es lo importante. Incluso los mismos polÃticos a los que uno deberÃa juzgar y fiscalizar como trabajador de la sátira, ya emplean en su lenguaje los mecanismos del humor. Creo que hay un fracaso del humor cuando se dibuja a los polÃticos. El ejemplo máximo fueron los ‘90: dibujar siempre al presidente que tenÃamos como un payaso y no como la bestia sanguinaria que fue. Ahà fue donde yo me cansé. En el pasado yo habÃa hecho mucho humor polÃtico: dibujé a AlfonsÃn, Méndez, De la Rúa, a Duhalde, a Kirchner... Y la verdad es que ese ejercicio me cansa. Por momentos hasta me parece que a ellos les sirve que uno los dibuje. Como que uno les hiciera un favor. Prefiero dibujar lo que pasa con la gente. Es un poco lo que hacÃa Grosz en la República de Weimar. El no dibujaba a Hindenburg o a Hitler. El dibujaba a los oprimidos y a los opresores. Me parece que ése es el verdadero humor polÃtico. Dibujar a los polÃticos es una forma encubierta de favorecerlos.
7-La diferencia generacional es todo un tema. Ahà hay una comodidad, una especie de frazada que abriga. Uno termina convertido en un resentido de esos que dicen los pibes de ahora no entienden. Y a veces esa frazada es repetir mil veces una frase de Galeano o una canción de Serrat o Silvio RodrÃguez como si encerrara la eterna juventud. Y la verdad es que muchas veces esas palabras son frases hechas que corresponden a los tiempos modernos. Pienso que la posmodernidad nos arrasó. Es patético pero es asÃ. Me encantarÃa que volviéramos a un tiempo totalizador, pero ya no existen respuestas absolutas: los grandes relatos llegaron a su fin. Ya no son tiempos para Mafalda, donde un slogan alcanzaba para rematar una tira. Estos son tiempos de fragmentos, de espantosos fragmentos, y de preguntas. No vivimos en una época de certezas. Esas grandes frases que cómodamente repiten muchos Gaspares –frases tan inauditas como nunca es triste la verdad y tantas otras propias de un minipóster– pierden actualidad y romanticismo. Yo nunca estuve a la moda. Jamás consumo novedades. No sé a qué tiempo pertenezco. Y mucho menos a cuál sentido común. Aunque soy más común de lo que creo.
Si hay un momento de la Historia en el cual me gustarÃa vivir, serÃa el de los años 1956 al 1960, justo los que no vivÃ. Y acá, claro.
8-Lo que vengo diciendo podrÃa concluir en lo siguiente: lo que pienso es mejor que lo que hago. O, dicho de otro modo, lo que pienso y hago es mejor que lo que soy. Lo que hago es una idealización. Alguien puede leer una tira mÃa y decir: mirá qué chico romántico, o qué idealista, o mirá con qué inteligencia respondió. Pero yo no soy asÃ. Yo tengo menos miedo dibujando y trabajando que viviendo. Y uno es una porquerÃa porque tiene miedo. La vida y la creación van por carriles distintos. En una obra hay una condensación, mucho pensamiento, mucha intuición. Pero no es más que una condensación, un puré hecho de papas que vienen de cualquier lado. Pero la vida no es puré. No hay que mezclar la moral personal con la moral estética. Ni ser artista, ni ser de izquierda da un pasaporte de buena persona. Lo bueno serÃa tratar de ser mejor gente.
9-Uno de los artistas más amados por mà es Matisse. El dice: soy pintor y lo mÃo es el color. Matisse por momentos ha conseguido derrocar en mà la imagen divinizada de Picasso, un gran motivador para todos los dibujantes. Yo veo la obra de Picasso y me agarran unas ganas terribles de salir corriendo a dibujar y a pintar. Es sin duda el más versátil de todos. La búsqueda de estos tipos fue ir hacia el niño que fueron: Miró lo hizo y Matisse también. No querÃan ir al niño para dibujar como él: los niños no hacen arte. Es el adulto quien lo hace, justamente porque ha conocido los lÃmites que la vida le impone. Pero los artistas que menciono quieren volver a la pureza, a la cueva de Altamira de sus vidas. Y quieren hacerlo luego de haber pasado por la cultura, que siempre es represora. Yo también quisiera hacerlo. Pero la verdadera cueva de Altamira es el útero. Y es muy útil salir de ella, pasar por la niñez, y luego aprender toda la porquerÃa que las instituciones culturales como la familia, la sociedad, la escuela, los diarios, lo que sea, hayan tratado de meternos. El único camino que uno puede acometer para volver a la cueva de Altamira de sà mismo es desaprender lo inútil aprendido, lo que no sirve. Quizás uno viene con un impulso y te llenan la mochila de pavadas. ¿Cómo vaciar esa mochila y quedarse con lo esencial? Para vomitar es necesario haber comido... Para vaciar la mochila hay que haberla llenado alguna vez. Eso es lo que creo que los grandes maestros querÃan hacer. Desaprender lo inútilmente aprendido. Cada vez tenemos más y más información inútil. Estamos cada vez más alejados de la esencia de nosotros mismos. Hay veces en que no sé quién soy de tanto que consumo o me hacen consumir. Hay veces que pierdo la brújula de mà mismo. Y necesito reflexionar.
10-A veces en medio de los fragmentos, en medio de las bombas que caen sobre Gaza, yo pienso en el hogar, en las tres cosas que necesito en la vida y nada más. Además hoy es Gaza y mañana va a ser otra cosa. Esta era de no-totales hace que hasta los que antes eran bloques –por ejemplo el bloque de la Primera Guerra Mundial, el de entreguerras, el de la Segunda Guerra Mundial– se vayan convirtiendo en otra cosa. Ahora domina el foquismo. Un dÃa es lo que pasa en Namibia, a la semana siguiente van a ser las Torres Gemelas, después Afganistán, al año siguiente Beirut, luego la Franja de Gaza y capaz que dentro de una semana no hablamos más de eso. Liquidan a los lÃderes de Hezbolá y volvemos a Corea del Norte o a Irán. Ese zapping universal nos hace perder aún más la idea de que existe un mundo. No hay uno sino muchos mundos que conviven.
Rep para todos se presenta el jueves 28 a las 19 en El Ateneo - Grand Splendid, 2º piso (Av. Santa Fe 1860). Estarán, junto a Rep, José Pablo Feinmann y José Nun.
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