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Domingo, 5 de enero de 2014
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DESDE LAS TRIPAS

Por Guillermo Saccomanno
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La mujer en el dibujo est谩 de espaldas al artista, en el rinc贸n de la cocina, inclinada sobre la pileta. Se puede ver que en la mano izquierda tiene una cuchara. La derecha, en cambio, por la posici贸n, permanece oculta. La cocina tiene paredes azulejadas. Sobre la mesada en 谩ngulo, hay algunos cacharros que no terminan de discernirse, aunque no todo: un botell贸n, unas cazuelas. La mujer tiene el pelo largo, un vestido de mangas cortas. Llaman la atenci贸n sus pies calzados con unas zapatillas enormes. Al observar este dibujo a l谩piz, a mano alzada, vale la pena acordarse de Van Gogh y sus comedores de papas, los cuerpos macilentos de los trabajadores de la cuenca del Borinage. Tambi茅n esas zapatillas 鈥搒i no son zapatos鈥 recuerdan los zuecos, por qu茅 no. 鈥淓ncuentra bello todo lo que puedas鈥, le recomendaba Van Gogh en una carta a su hermano Theo. Vuelvo a observar el dibujo a l谩piz, esa mujer de espaldas. El artista lo ha titulado 鈥淎malia, mi cu帽ada, preparando dulce鈥. El dibujo a l谩piz es tosco, tiene un aire de soltura que no termina de ocultar una cierta impericia. En el momento de este apunte el artista tiene treinta y uno y a煤n no afirm贸 su oficio y no macer贸 su talento.

Aunque naci贸 en Montevideo, el pibe se cri贸 en Mataderos. En las calles de tierra con zanjas, ah铆 cerca del Arroyo Cild谩帽ez, donde fluyen en su corriente los desperdicios sanguinolentos de los frigor铆ficos y las curtiembres. El pibe, a los once, doce a帽os, los d铆as de lluvia se sienta en la mesa de la cocina junto a su hermano y dibuja copiando lo que dibuja su hermano, que a su vez copia las ilustraciones de las cubiertas de los folletines. El pibe lee las aventuras y las policiales de la 茅poca, pero tambi茅n a Brett Harte, Dickens y Maupassant. El padre es tripero. Y la familia se muda varias veces, pero siempre en el barrio. El pibe ayuda al padre en su trabajo: Un laburo feo, va a recordar. 鈥淵o ten铆a que rasquetear tripas. Tripas llenas de mierda. Ven铆an derecho del matadero, en barriles. Se les pon铆a una tapa de quebracho y eso iba a parar a otro medio barril. Entonces, con un cilindro de quebracho que ten铆a insertada una cuchilla de serrucho, apenas asomada la cuchilla, afilada como las hojitas de afeitar, se pasaba despacito vaciando la tripa. Como las vacas tienen quistes, las tripas tienen tumores y al cortarse una largaba la mierda. Me llenaba la cara de mierda.鈥

Quiere estudiar Bellas Artes, pero el padre se opone. Bellas Artes, contar谩 m谩s tarde, ya dibujante consagrado, 鈥渆ra una cosa lejana, sofisticada, incomprensible. Y mi viejo era un hombre humilde, un laburante鈥. Lo que el padre quiere es que el pibe estudie Contabilidad y llegue a ser empleado del frigor铆fico, no obrero como sus hermanos. No obstante le compra Caras y Caretas, que reproduce cuadros. Y el pibe los copia. Si el pibe est谩 empecinado en dibujar, el padre lo deja. Pero con una condici贸n que se parece demasiado a castigo: no puede salir a la calle, no puede jugar. Tiene que dibujar. Y el pibe obedece, dibuja sobre un caj贸n de kerosene.

El pibe quiere ser pintor o si no caricaturista. Prueba presentar sus dibujos a un diario de la 茅poca. Le piden que deje los dibujos. Y que vuelva la semana pr贸xima. As铆 una y otra vez hasta que un dibujante de la publicaci贸n le dice: 鈥淢ir谩, pibe, te est谩n cargando鈥. Y le aconseja: 鈥淣o vengas m谩s鈥. No obstante, insistidor, el pibe no va a aflojar. Y seguir谩 present谩ndose en otras publicaciones. Hasta que consigue poner un pie en la editorial L谩inez, que publica el TitBits. Entonces empieza a dibujar historietas, incursiona en el g茅nero que le permitir谩 afirmar adem谩s de su vocaci贸n, su talento. De esta 茅poca data ese dibujo que observaba al principio de esta historia. Quiz谩s algunos, no pocos, ahora la conozcan. La historia, digo. No s贸lo es verdadera. An茅cdotas por el estilo formar谩n la mitolog铆a del artista ya consagrado. Con s贸lo nombrarlo ya se sabe de qui茅n se habla: Alberto Breccia.

No se trata aqu铆 s贸lo de la relaci贸n entre oficio y arte, como si se tratara de situaciones antag贸nicas y no complementarias. Se trata de c贸mo se construye un creador. Primero, lo demuestra el caso Breccia, est谩 la construcci贸n de la obra. Despu茅s, la del mito, creaci贸n que le corresponde y no tanto al artista. En este caso, el mito responde a una ideolog铆a que no a铆sla la voluntad de la imaginaci贸n y combina adem谩s el trabajo con la audacia. En tiempos de la sociedad del espect谩culo, pareciera que la cosa es al rev茅s: primero te arm谩s una imagen y despu茅s te las ingeni谩s para que lo que hagas coincida con la figurita. Pero 茅ste no es el lugar para debatir esta cuesti贸n. Qued茅monos con lo que el mito del pibe tripero tiene de real y deteng谩monos en ese dibujo a l谩piz de Amalia, la cu帽ada, preparando dulce.

Lejos de enmascarar ese pasado, de maquillarlo, Alberto supo referirse siempre a su iniciaci贸n y aprendizaje con una sinceridad descarnada, que prescind铆a de la autocompasi贸n. Al contarla, no exageraba. Era fiel al detallar las circunstancias, los hechos, sus motivaciones. Tambi茅n los tropiezos, los percances, los obst谩culos contra los que chocaba su inocencia, pero que lograba vencer con tenacidad. Se enorgullec铆a de su origen tripero como si hubiera una clave ah铆. Y la hab铆a, la hay. En la pobreza, en ese origen que respira el hedor del matadero y tiene el sonido de las vacas mugiendo hacia el mazazo, all铆 hay, en efecto, una clave y no es 鈥搈e digo鈥 otra que ese consejo que Vincent le escribe a Theo: 鈥淓ncuentra bello todo lo que puedas鈥.

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