A mitad de camino, cronológica y conceptualmente, entre King Kong (bestia que rapta hermosa doncella) y de Tiburón (anticipa en su puesta en escena el tan efectivo truco de mostrar el punto de vista subjetivo y submarino de la bestia), la historia del Gill-Man, criatura anfibia y prehistórica hallada en el Amazonas, exhibió una temprana conciencia ecológica en el cine. Muchos años más tarde reencarnarÃa en infinidad de encantadores muñequitos. Se anuncia una remake para el año que viene.
La de Depredador (1987) sà que era una idea rara: un monstruo feo y camaleónico que, mediante su tecnologÃa avanzada, puede camuflarse en plena selva centroamericana y asà destrozar sin más a los soldaditos de uno y otro bando –los de la guerrilla, los enviados por la inteligencia soviética y el grupo comando a cargo de Arnold Schwarzenegger–. Al principio parece un alegato sobre la eficiencia del ejército norteamericano, pero al final la amenaza del otro mundo termina, sino hermanando, al menos empatando en su desgracia a los comunistas y a sus contrarios. Una pelÃcula de mostro de los ‘80 que parece mirar al negro futuro.
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