Durante la noche el tren se detuvo dos veces, y todo el vagón oyó el crujido de los pasos de los centinelas y captaba sus incomprensibles palabras en ruso y alemán.
La lengua de Goethe sonaba horrible en medio de la noche en las estaciones rusas, pero el ruso que hablaban los colaboradores de la policÃa alemana era todavÃa más siniestro.
Por la mañana SofÃa Osipovna sufrÃa el hambre como todos y soñaba con un trago de agua. Incluso habÃa algo patético y esmirriado en su sueño. VeÃa una lata de conservas abollada, en cuyo fondo quedaba un poco de lÃquido tibio. Y se rascaba con pequeños movimientos rápidos y bruscos, como hacen los perros cuando se buscan las pulgas.
Ahora creÃa haber comprendido la diferencia entre vida y existencia. Su vida se habÃa acabado, interrumpido, pero la existencia seguÃa, se prolongaba. Y aunque aquella existencia era miserable, el pensamiento de una muerte cercana le colmaba el corazón de terror.
Comenzó a llover; algunas gotas entraron por la ventanilla enrejada. Sofia Osipovna rompió un ribete de tela del dobladillo de su camisa, se arrimó a la pared del vagón y deslizó la tira por una hendidura. Luego esperó a que el trozo de tela se empapara de agua de lluvia, lo sacó y se puso a masticar la tela fresca y húmeda. También sus vecinos comenzaron a arrancar trozos de tela, y Sofia Osipovna se sintió orgullosa de haber encontrado un medio de capturar la lluvia.
Vida y destino, pgs. 242-243.
© 2000-2022 www.pagina12.com.ar|República Argentina|Todos los Derechos Reservados
Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux.