Aunque pocos lo recuerden, en 1974 yo ya habÃa dirigido una versión televisiva de Esperando la carroza para el ciclo Alta comedia, de Canal 9, con un elenco muy importante; además de China estaban Pepe Soriano, Raúl Rossi, Dora Baret y, en el personaje de la vieja, Hedy Crilla. Me divertà mucho haciéndola, y siempre me pareció que podÃa convertirse en una pelÃcula muy atractiva.
Cuando comenzamos a trabajar en la adaptación, muchos años después, me di cuenta de una cosa. En la obra, Mamá Cora desaparece a los 5 minutos y no vuelve hasta el final, todo el tiempo existe la posibilidad de que ella sea, efectivamente, la muerta que están velando. Esto hace que la pieza sea de un grotesco muy negro, devastador. En la pelÃcula, en cambio, pensando en Hitchcock y en hacer del espectador un cómplice, se me ocurrió mostrar a la vieja todo el tiempo en la casa del frente, lo que disipa un poco la tensión, suma comicidad y, por otra parte, desplaza el énfasis de lo que pueda haberle pasado a ella al vÃnculo entre los hermanos.
Sin que yo lo pensara en ese momento, también ayudó que el personaje lo interpretara Antonio Gasalla. Originalmente, habÃa pensado en Ninà Marshall, con quien llegamos a vernos dos o tres veces, libro en mano. Yo la adoraba, pero hubiese sido un desacierto: por más genial que fuera su papel, habrÃa sido muy doloroso ver a una mujer de 90 años, y más a NinÃ, en ese papel. Al hacerlo Gasalla, en cambio, el público entra en un juego teatral, porque por más que le peguen, se caiga o la crean muerta, sin importar cuán bien lo haga, no deja de ser un hombre joven disfrazado de mujer. Y funciona muy bien. De hecho, al momento del estreno a nadie se le ocurrió preguntarme por qué habÃa puesto un hombre, y no una mujer, en ese papel.
Eso sÃ, la pelÃcula no le gustó a nadie. Las crÃticas fueron durÃsimas. Todos decÃan que habÃa exagerado mucho y es cierto, yo hice un grotesco multiplicado por ocho, decisión que incluso me trajo problemas con el elenco. Para colmo, en la moviola me di cuenta de que muchas secuencias, por más extraordinarias que fueran, no agregaban nada, y le saqué 18 minutos. Hasta la montajista, Silvia Ripoll, se quejaba de que cortara escenas tan divertidas, y eso a los actores los enoja mucho, asà que terminamos todos peleados. Odiaban la pelÃcula.
Nunca supe muy bien qué me iluminó en ese momento, porque recién ahora, en la madurez, he aprendido esa crueldad necesaria de quitar lo que no sirve. Cuando uno es joven, por lo general deja lo que salió a su gusto y corta lo que no, y asà muchas veces deja cosas innecesarias y quita partes fundamentales. A mà me habÃa pasado en pelÃculas anteriores, como La isla, pero en Esperando la carroza bajó el ángel. En parte, creo, me jugó a favor cierta inseguridad. Yo nunca habÃa hecho humor, entonces durante la compaginación, por miedo a que las situaciones no fueran eficaces, corté al ras, al lÃmite. El dÃa del estreno me querÃa morir, la mitad de la pelÃcula quedó sepultada bajo las carcajadas de la gente, que mientras se reÃa ya se estaba perdiendo otro gag. Sin querer, aprendà el secreto de la comedia, no dar respiro, y por eso la gente encuentra cosas distintas cada vez que la ve.
De todos modos, más allá de los méritos que pueda tener, para mà es un milagro. Con el paso del tiempo, el público se encargó de endiosarla, de convertirla en un mito. Cuando se cumplieron veinte años, el Festival de Mar del Plata organizó un homenaje con una copia nueva en el cine Colón, y las 600 o 700 personas que llenaban la sala acompañaban los diálogos a los gritos. Chicos que no estaban vivos cuando se filmó, la saben de memoria. Y no sólo acá; años atrás, en España, me dijeron que Carmen Maura querÃa conocerme... porque tenÃa en su contestador diálogos de la pelÃcula. Todo eso va más allá de lo que uno haya o no haya podido hacer, no tiene que ver con el talento, con el trabajo ni con las ganas, es algo que ocurre sin que uno sepa muy bien por qué. Por eso, aunque en su momento comenzamos a trabajar un libro con Jacobo, rápidamente desistà y me di cuenta de que no tenÃa sentido filmar una segunda parte: no se puede competir con un mito.
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