A menudo la lluvia es tomada como escenario natural de la excepci贸n: llueve cuando los miserables se muestran generosos, llueve cuando los esc茅pticos se enamoran, llueve cuando los inmortales sucumben a la muerte. A pesar de haber convertido el gol en algo parecido a la cotidianidad, casi siempre que Palermo moj贸, llovi贸: llovi贸 aquel 25 de octubre de 1997 cuando hizo su primer gol en un supercl谩sico en lo que, dicho sea de paso, fue la despedida casi por fuerza mayor del jugador m谩s inolvidable del f煤tbol argentino; llovi贸 cuando le hizo el gol a Per煤 que le dio la clasificaci贸n a la Selecci贸n Argentina para el 煤ltimo mundial; llovi贸 incluso cuando Gillette lo desafi贸 a hacer un gol publicitario a 150 metros de altura.
No es casualidad: en la mitolog铆a griega los titanes son doce dioses de segundo orden sin los cuales no existir铆an los dioses del Olimpo; gigantes que quisieron tomar el cielo por asalto. Uno de ellos era el mism铆simo Prometeo, que rob贸 el fuego a los dioses para d谩rselo a los hombres. En el loco que tambi茅n es tit谩n se conjugan, de manera perfecta, la excepci贸n y la ley; el grotesco 鈥搇os tres penales errados frente a Colombia en la Copa Am茅rica 99鈥 y la 茅pica 鈥揺l gol contra River por la Libertadores tras una lesi贸n que oblig贸 al Tolo Gallego a decir que si jugaba Palermo, 茅l pon铆a a Francescoli; o sus dos goles tempraneros frente a la mejor versi贸n del Real Madrid para darle a Boca la Intercontinental鈥.
Pero tambi茅n Palermo es el 铆dolo de la excepci贸n: sin muchos gestos tribuneros, tal vez sea la 煤nica gloria de Boca que result贸 un confeso y consecuente hincha de otro equipo, a tal punto que se bes贸 los botines pincharratas al hacerle un gol a Gimnasia con la camiseta de Boca. Otra contradicci贸n, otra rareza en un club donde reina la endogamia de la mitad m谩s uno; una de las hinchadas si cabe m谩s sinceras del f煤tbol argentino, que lleg贸 a dedicarle el mayor elogio ricotero: 鈥渕i 煤nico h茅roe en este l铆o鈥.
La despedida de Mart铆n Palermo en la Bombonera fue, sin lugar a dudas, el punto c煤lmine de esa arm贸nica contradicci贸n: el goleador de los goles imposibles, azarosos, imprevisibles, involuntarios casi, es tambi茅n el jugador argentino que m谩s determinaci贸n y prolijidad mostr贸 a la hora de decidir su retiro, el tal贸n de Aquiles de los futbolistas por su corta vida 煤til y, sobre todo, por todo lo que dejan cuando dejan los botines. M谩s all谩 de los a帽os, las infiltraciones y la rodilla (motivos, en definitiva, insuficientes para tomar semejante decisi贸n), con varios meses de aviso, asesoramiento psicol贸gico y un envidiable carpe diem (aun cuando muchos periodistas deportivos se relam铆an con su sequ铆a), Palermo no cambi贸 de opini贸n ante un nuevo fracaso de su equipo (sin t铆tulo y sin clasificaci贸n a la Copa Sudamericana) ni ante las s煤plicas de los hinchas y dirigentes, ni ante los ruegos de Falcioni ni tampoco, y eso es lo m谩s meritorio, ante su propio deseo.
El papel贸n y la inconsciencia de los dirigentes de Boca, pidi茅ndole el arco que le hab铆an regalado para que pudieran jugar en la Bombonera Hurac谩n y Gimnasia de la Plata, es la prueba irrefutable de que Boca necesita a Palermo m谩s de lo que Palermo necesita a Boca. Un amor profundo pero asim茅trico que puede hacerse extensivo a la notable relaci贸n entre este plebeyo de la pelota y el deporte que despierta la pasi贸n de multitudes: a pesar de que algunos todav铆a lo discuten futbol铆sticamente; el f煤tbol (incluso el bueno) lo quiere a Palermo m谩s de lo que Palermo quiere al f煤tbol. De esas contradicciones nacen los grandes, de esas contradicciones se alimentan los mitos.
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