Domingo, 25 de mayo de 2003
Marilú Marini > Siempre tendremos ParÃs
Mi primer contacto con Ninà Marshall fue por radio, y recién luego la vi en distintos films. El primero que recuerdo es Mujeres que bailan. Yo era una niña y me encontré con alguien que tenÃa el poder de hacerme reÃr y soñar. Era una persona que evocaba ese disloque que provoca el humor en la realidad, de una manera poética. Ella misma se divertÃa, todo su espÃritu se movilizaba. Eso lo sentà aquella vez de manera muy intensa y aún hoy trato de llevarlo a mis propias evocaciones teatrales. Su forma de atacar a un personaje es magnÃfica y me ayuda a construir los mÃos. Siempre pienso Éste tiene algo de Cándida o de Catita. Doña Pola es una joya y Mónica contando cómo descubre las ruinas de Pompeya es para tirarse al piso de la risa. El Mingo, en su ignorancia, es desopilante, apocalÃptico.
Los franceses tienen otras referencias. Pero dentro de mis clásicos personales, en mi lugar de origen, está NinÃ. Ella representa todo un momento social argentino, el gran lapso que va de los ‘40 a los ‘60, y no es sólo como visión social sino también poética. Era un espÃritu habitado por la gracia.
Una vez estuve en su casa, junto a Alfredo Arias, cuando fuimos a pedirle los derechos para encarnar sus personajes para NinÃ. Ella nunca habÃa autorizado a nadie para hacerlo; fuimos los primeros. Me sorprendió que conociera tan bien mi trayectoria y la de Alfredo en el Di Tella. TenÃa una sensibilidad para esas cosas que la gente no sospechaba. Estaba al tanto de todo lo que pasaba en el movimiento teatral, incluso de las aventuras artÃsticas más marginales.
Para mà fue fantástico que pudiera estar en el estreno de la obra en ParÃs, en 1995. Además, la obra estuvo cuatro meses en cartel, un montón si se considera que en Francia sólo se programan por un mes. Al año siguiente, murió. Fue también desconcertante ver cómo los franceses entendÃan y se reÃan con su humor, cómo algo que parecÃa provenir de una cultura tan distinta pudo ser compartido. Y eso fue posible porque lo que ella hacÃa decir a sus personajes como grupo social trascendÃa el puro humor costumbrista. No sé qué hubiera pasado en China, pero la recepción en Europa fue increÃble.
Ahora que acabo de estrenar Los dÃas felices, de Samuel Beckett, a veces pienso que me gustarÃa que Winnie, la protagonista, tuviera ahà a Catita para ayudarla a resolver su situación. En el primer acto, Winnie aparece enterrada hasta la cintura, y en el segundo, hasta el cuello: se la traga la tierra. Creo que Catita podrÃa resolverlo. Ella siempre encontraba soluciones completamente inusitadas para las situaciones más inverosÃmiles. SÃ, Ninà nos lo dirÃa.
Entrevista: C. S.
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