(...) La primera asociación de arte que recordamos en Rosario es el Club Industrial. Por el año 1890 varias personas dedicadas a las industrias de las artes aplicadas se reunieron en un local de la calle Maipú, con el fin de dictar unos cursos nocturnos para que estudiaran dibujo artÃstico y ornamental. Muchos aprendices de los talleres de litografÃa, decoración y escenografÃa concurrieron a estudiar con entusiasmo. Los presidentes fueron D. Félix Woelflin y D. Salvador Ortega, y los primeros profesores a quienes se encomendara la tarea, Salvador Buxadera y S. Zaino. De allà surgieron el escultor Durigon, que ha hecho extensa obra en Buenos Aires; Enrique Munné y el grabador Pedro Vicari.
El pintor Enrique Munné es hoy un artista de técnica asombrosa, aunque encerrara sus altas calidades dentro de modestas aspiraciones del arte aplicado a la decoración e industria del reclamo. Manifestó excelentes dotes en la composición y en el modelado, que expresara en su juventud con finas y excelentes tallas. Poco tiempo ha le encargó una "Piedad" la Sociedad Española de Socorros Mutuos, para su panteón del cementerio El Salvador, y la ha realizado con factura clásica y admirable. También han sido diversos sus esfuerzos dedicados desinteresadamente a la enseñanza, debiendo recordar especialmente los cursos gratuitos que durante varios años dictó en la Agrupación ArtÃstica Catalana y Centre Catalá.
Esporádicamente se manifestó en la ciudad la presencia de buenos artistas decoradores, que llenaron, haciendo, por decirlo asÃ, todo el gasto estético en el perÃodo anterior del Centenario de la Independencia. (...) Esos hombres dejaron, en todas las personas que los trataron, el recuerdo de un espÃritu delicado. AsÃ, recordamos a Gratti, Levoni, el escultor Rizzi, el 85; los hermanos Monti, el 90; el escultor Emilio Escalante, el 85, y el más antiguo Juan Monci, que tenÃa allá por el año 60, un pequeño taller de marmolerÃa frente a la plaza 25 de Mayo, y que hacÃa Cristos y lápidas decoradas para el cementerio, en forma rudimentaria y primitiva.
Luis Fontana, el primero que abrió un gran estudio de escultura y que recibió un enorme bloque de mármol de Carrara, que para transportarlo hasta el estudio, por la Avenida Pellegrini, se invirtieron 15 dÃas. El escultor A. Rota, de los primeros que empezó a modelar bustos, retratos en alto relieve y alegorÃas femeninas. Orlandi, decorador del Teatro Colón; Jerónimo Fontana; el pintoresco e inolvidable Ragazzini, y los escultores Febo Ferrari y Sartori. Particularmente estos últimos fueron notables artistas. Del primero se guardan en muchas casas, en el cementerio y en las iglesias, hermosas tallas, y en el remate del edificio del Colegio de la Santa Unión un hermoso grupo escultórico. De Sartori conocemos dos buenos mausoleos en mármol. (...) Del Club Industrial salieron algunos profesores que fundaron academias, y otros que aprovecharon, para extenderlas, las aficiones de algunos discÃpulos que mostraron cualidades.
Pero la célula que dio origen al movimiento artÃstico más serio de Rosario ha sido la academia fundada por D. Mateo Casella el año 1906, que subvencionara la Municipalidad durante la intendencia de D. Santiago Pinasco. Allà aprendieron los primeros artistas que han cultivado exclusivamente las Bellas Artes, César Caggiano, Alfredo Guido, Carlos Sócrates, Emilia Bertolé, Conrado Pujol, Emilio Soldati, ArÃstides Rechain, Jacobo Abramoff, Salvador Mellero, Marcos Traverso y muchos más. Decimos que la célula artÃstica fue esta academia porque si bien hubo otras manifestaciones, éstas no tuvieron repercusión aquÃ, desarrollando sus actividades en otros ambientes. Asà Pedro Zavalla (Pelele), que se fuera para no volver, en el año 1907, y Augusto Olivé, que, aunque guardando entrañadÃsimo cariño para Rosario, fué a España, donde alcanzó éxito antes de su prematura muerte. Este artista obtuvo en Madrid altÃsimas recompensas, y aquà nos fue dado estimar, en una exposición póstuma, la iniciación de una obra seria y conciente.
También, y como una figura malograda, debemos señalar a Luis A. Paz, fallecido en edad temprana, el año 1915, y que se destacó como un excelente caricaturista dibujante.
La Academia Casella fué la primera que implantó métodos modernos de enseñanza, entre ellos el hacer copiar directamente el paisaje del natural y dictar en sus salones conferencias de Estética y Belleza. Organizaba en los fines de curso exposiciones clasificadas por jurados de significación.
De ella han salido los artistas con que cuenta la ciudad y, justo es decirlo, no sólo en ella se han distinguido, sino que sus capacidades han sido reconocidas en muchos otros ambientes, como ser la Capital Federal y ciudades del extranjero. Entre ellos figura Alfredo Guido, de sólida preparación, estimada inmediatamente al presentarse a la Academia Nacional de Bellas Artes, en el año 1911 ó 12, pues lo incorporó de entrada al sexto año. En esa misma época se presentaba al concurso organizado por la Academia Perugino, obteniendo el primer puesto con su cuadro titulado "Arrepentimiento". En el año 1914 obtuvo la beca instituida por el Gobierno de la Nación para estudiar en Europa. Son conocidas las distinciones ganadas por este pintor en justas nacionales y extranjeras, y muchas las esperanzas reservadas para su rica paleta. Sus aguafuertes son merecidamente apreciadas. Obtuvo el Primer premio en el Salón Nacional: primero en el Salón de Otoño; adquisición para el Museo Nacional y Museo Municipal de Rosario. Exposiciones de mucho éxito, con crÃtica unánimemente elogiosa.
César Caggiano, espÃritu pujante, un tanto caótico, al que nos une una estrecha amistad, pero que no nos impide dejar establecidas sus grandes cualidades reconocidas "urbi et orbi". De la Academia Casella fué a Italia, junto con Carlos Sócrates y Pedro Ballerini. Fué un viaje homérico: a los 17 años, corto de dinero, en compañÃa de los decepcionados que regresan de América, y que sólo se explica porque lo impulsaba un sublime amor al Arte.
El ambiente de la ciudad museo no lo envolvió con el polvo mohoso de su frÃo academicismo, sino que, por el contrario, nos lo retornó más vibrante e inquieto que nunca. Su obra es variada y penetrante. Actualmente, en un movimiento de reacción del que nos cabe esperar fecundos resultados, ha ido a sepultarse por un tiempo en las selvas del Norte. Caggiano también obtuvo recompensas en diversos certámenes: primer premio en el Salón Nacional de 1914; primero, en la Exposición Internacional de San Francisco de California; primer premio, en el Salón de Otoño, Adquisición para el Museo Nacional de Bellas Artes.
Su rico temperamento lo ha hecho manifestarse también en la escultura, y ha producido magnÃficas muestras. Su profundo conocimiento del dibujo lo hace modelar con soltura. La "Cabeza", "Retrato de la madre", un "Desnudo de hombre" son hermosas piezas escultóricas.
Emilia Bertolé, espÃritu sutil, que ha encontrado en el retrato un exquisito acomodo de su noble sensibilidad. El afecto y las distinciones ganadas por propio esfuerzo la señalan única entre los retratistas argentinos. Obtuvo el Premio EstÃmulo en el Salón Nacional 1915; primer premio en el Salón de Otoño 1924, adquisición para el Museo Nacional de Buenos Aires y Museo Municipal.
Emilio Soldati, conocidÃsimo en Buenos Aires por su extensa labor, y ArÃstides Bechain, han encontrado en la caricatura e ilustración de revistas amplio campo para la extensión de sus cualidades.
Antonio J. Oller estudió poco tiempo con Casella; fué a Buenos Aires, donde ingresó en la Academia Nacional, cursando en tres años los siete de estudio, obteniendo el tÃtulo de profesor, con clasificaciones brillantÃsimas. Concurrió a San Francisco de California, y en 1917 obtuvo un premio EstÃmulo con un cuadro titulado "Yolanda".
Jacobo Abramoff, también caricaturista y cartelista, desarrolla sus actividades con éxito destacado. El "affiche" de la Exposición Industrial del segundo centenario le ha sido encomendado por concurso.
Y con esto se cierra la lista más notable de los artistas que se formaron en la Academia Casella, donde se volcaron las primeras inquietudes de los jóvenes que buscaban una expresión en el árido y difÃcil camino del Arte.
Otra célula, en lo que respecta al ambiente, cabe señalar en la historia del movimiento artÃstico del Rosario. Eran los que, desde las redacciones de los periódicos, en los pequeños cenáculos del café, afinaban nuestra sensibilidad artÃstica y nuestro espÃritu selectivo. Nos hicieron estimar, en el curso de los años 1919 al 20, las sensaciones de la literatura rusa, la música clásica e impresionista, las sugestiones que nos dejaron Carriere, Colet, Cézanne, los poetas parnasianos y simbolistas, a valorar al inolvidable Malharro y al brioso y gigantesco Mestrovich, y otras muchas cosas bellas. Era el jefe espiritual del grupo un periodista, Alfredo Valenti (Atalaya), y tradujo su acción fundando una revista, "Bohemia", pequeña de formato pero grande en su sentido, que vió la luz en aquella época.
Además, debo recordar que fuimos nosotros los que organizamos el primer Salón de Arte Nacional. Fue en la casa blanca de D. Casildo Souza, y con el esfuerzo personal de los que ideológicamente nos habÃamos reunido al lado de Valenti en "Bohemia". Me permito recordar los viajes que en segunda clase, pues no habÃa tercera, hicimos a Buenos Aires en el invierno de 1913, para traer personalmente las obras que nos confiaran los amigos Thibon de Libian, Walter de Navazio, Ramón Silva, Delucchi, Daneri, Nicolás Lamanna y Luis Falcini. De Rosario aportaron sus obras César Caggiano, Alfredo Guido, Emilia Bertolé, y, por supuesto, las modestas del que subscribe. Aquel primer conjunto de obras y de artistas nacionales se denominó "Petit Salón", y para el que hicimos propaganda personalmente todos, con afiches dibujados por los mismos concurrentes. La ciudad no nos dió un solo comprador. Recordemos que, en los mismos dÃas, se inauguraba una Exposición de Arte Español en donde hoy está el Salón Witcomb. Alcanzó un éxito económico asombroso. [...] El público se ha caracterizado por una afición decidida por los pintores modernos españoles [...]. Los pintores de paleta intensa, Zuloaga, Cotet, Zubiaurre, mucho menos Cézanne y Van Gogh, no han "entrado" en el gusto, ni creemos que logren "entrar" jamás.
* Publicado originalmente en diario La Nación, el domingo 4 de octubre de 1925.
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