El Museo de Arte Contemporáneo de Rosario (Bv. Oroño y el rÃo) celebra su cuarto aniversario con una serie de muestras que podrán verse hasta fines de febrero. Se trata de un amplio abanico de propuestas educativas, curatoriales y artÃsticas que hacen hincapié en el paisaje natural y cultural de la zona. (No hay espacio aquà para comentarlas a todas, de modo que esta nota se centrará en dos muestras individuales de artistas rosarinos).
Bajo el tÃtulo "Temporal", a través de ocho fotos en gran formato y una cámara oscura que permite ver las islas invertidas, una magnÃfica exposición de fotografÃas de Laura Glusman con curadurÃa de Andrés Duprat explora las distintas acepciones del término: la tormenta, las mudanzas, las estaciones. La obra de Glusman dialoga con la tradición paisajÃstica de la pintura, aquella cultivada en la ciudad por el grupo Litoral y que dividÃa el plano apaisado en dos zonas separadas por una lÃnea de horizonte. Por una regla compositiva académica, el "suelo" tiene que ser visualmente más pesado que el cielo: un peso que se manifiesta en el color, en la materialidad o la extensión del área, o todo eso junto. AsÃ, en estas fotos el horizonte se eleva y el plano que queda por debajo expresa una densidad terrestre, ya se trate de una masa de agua o de un piso de parquet. Hay alusiones a la tradición pictórica local, tales como las inundaciones isleñas que remiten a la obra y al hábitat de Raúl DomÃnguez, o el cuadro de Juan Grela que cuelga en la pared de una casa casi vacÃa salvo por una niña y un teléfono. Los espacios se ven serenamente arrasados o extremadamente serenos, como si su fugacidad fuera eterna. Todo ello en el tono neutro, parco y distante, sin énfasis, que caracteriza a la obra de esta fotógrafa rosarina.
Otro valor local, Daniel GarcÃa, presenta 26 originales de las tapas que hizo para la editorial rosarina Beatriz Viterbo. GarcÃa (Rosario, 1958) estudió teorÃa del color con Eduardo Serón y participó de la beca Kuitca. Expone desde 1982 y acredita una vasta trayectoria nacional e internacional. En 2002 recibió el prestigioso premio Konex de platino. Poseen obra suya las colecciones Costantini y Castagnino Macro. Beatriz Viterbo Editora es un sello especializado en literatura argentina y latinoamericana, y en ensayos sobre literatura y cultura argentinas y latinoamericanas. Desde su creación en 1991 ha ido creciendo y hoy distribuye no sólo en el paÃs sino en Estados Unidos.
De esta feliz unión nace esta muestra. Se titula "Heteróclito" y va acompañada por un texto del artista que (un poco a la manera de los prólogos de traductor) funciona a modo de excusa por la diversidad de sus pinturas. Y es que algunas de ellas se basan directamente en fotografÃas, otras homenajean a la tradición del expresionismo europeo con guiños a la obra de Kirchner (Ernst Ludwig, no confundir con el ex presidente argentino) y otras más despliegan brazos, pies y cigarros que remiten a la psicodelia cosecha 1972 de un expresionista abstracto devenido pop inclasificable: Jeff Koons. Hay alusiones a antiguas ilustraciones de libros infantiles y hasta un retrato de Esteban EcheverrÃa bizco, lejos de toda idealización romántica.
Pero al repasar el conjunto se nota un estilo común, como una huella digital inconfundible. El tono va de lo juguetón a lo siniestro; y la pincelada (salvo por algunos experimentos más lúdicos o más fotográficos) se instala definitivamente en el gusto gestual y el pathos vulnerable de esa tercera o cuarta reencarnación del expresionismo que los crÃticos de los años ochenta dieron en llamar transvanguardia o bad painting. Es una fortuna para la pintura local que uno de sus artistas en plena producción más representativos tenga ese trabajo como ilustrador: porque le permite desplegar un saber de la historia del arte (arte mayor y menor, sin distinciones entre ambos) a través de aventuras estilÃsticas muy productivas que no hubieran tenido lugar de no haber debido oficiar en cierto modo como "traductor" visual de un texto literario.
PodrÃa ser tranquilamente una muestra de Daniel GarcÃa, sin excusas. Claro que en ese caso quizás el autor, o más probablemente algún curador, habrÃa echado mano de alguna otra coartada: conceptual, posmoderna o lo que sea que se use decir en el momento. O de lo contrario, el espectador no avisado podrÃa pensar que el artista sufre una crisis de mediana edad que lo empuja a una compulsiva búsqueda, a una nueva adolescencia. Es que la cultura, más allá de hibridaciones, posmodernismos o neomodernismos estéticos, sigue siendo refractaria a la diferencia y tiende a rechazar un corpus de obra heterogéneo. El trabajo de ilustrador, en cambio, justifica el pastiche y trae de contrabando la paradójica salud de una sensibilidad esquizo. Lo que abre la posibilidad de empezar a aceptar que un artista es muchos artistas en uno y a la vez el mismo.
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