El ejercicio que nos proponemos no responde más que a temáticas que surgen -aunque siempre presentes a partir de tÃtulos que todavÃa podemos consultar en la cartelera. Si tuviésemos que referenciar pelÃculas que aborden el nazismo o el totalitarismo, terminarÃamos en una lista, aunque extensa, siempre insuficiente. Y si bien Bastardos sin gloria, último opus de Quentin Tarantino y La ola film alemán que recapitula sobre la experiencia del profesor norteamericano Ron Jones en 1967 parecen propuestas disÃmiles, busquemos entonces elementos que nos despierten, al menos, pequeños vÃnculos.
Porque hay algo de ironÃa compartida entre ambos tÃtulos, aún cuando el tipo de registro que se proponen esté, cada uno, en las antÃpodas del otro. Quizá sea el cinismo social que asegura nunca más vivenciar una experiencia como la del Holocausto -asà lo asevera uno de los alumnos ante la mirada del profesor de La ola , o la esvástica que el Teniente Aldo Raine (Brad Pitt) esculpe sobre la frente de todo nazi huidizo.
AquÃ, convengamos, hay un gesto brillante. Lo que preocupa a Raine -teniente de un pelotón asesino de nazis es que los jerarcas alemanes dejen de utilizar su uniforme. Que luego se confundan con los demás. Asà como ocurre todavÃa y, para corroborarlo mejor, en nuestro propio paÃs con nazis y descendencia conviviendo en armonÃa. (Habrá que recordar, como referencia, ese film ejemplar que resulta ser Oro nazi en Argentina, 2004, de Rolo Pereyra).
Por su parte, en La ola, el profesor Rainer Wenger (Jürgen Vogel) debe lidiar con su curso a partir de la temática de la autarquÃa. La apariencia anárquica de Wenger, con remeras de punk rock y andar desenvuelto, son el perfecto contraste. Dado el desdén de la clase hacia el conocimiento, hacia su discusión, se le ocurre al profesor la idea de experimentar la autarquÃa desde el grupo mismo: normas de conducta, iconografÃa, nombre identitario ("La ola"), saludos y ropa distintiva (camisa blanca). El éxito de la clase sorprende a docente y alumnos. Mientras tanto, la ola tÃmida se convierte en algo insospechado, que ciega a sus partÃcipes y que acumula adeptos.
Asà como los nazis, o fascistas, o autoritarios de colores varios (más banderÃas partidarias), se inmiscuyen en la vida cotidiana tras mascaradas elegantes, son también los comportamientos mismos y sus ecos intelectuales retrógrados los que subyacen en los estratos sociales. Si algo despierta horror verdadero en el film alemán, éste consiste en observar cómo son los mismos chicos, protagonistas de la sociedad joven, los que enarbolan desde la ignorancia y su capricho autista las peores maneras reaccionarias. El aula de clase se vuelve ámbito de experimentación, sus protagonistas reclaman -allà el horror este proceder: necesitan lÃmites, pelean por los lÃmites, y coartan asà su condición humana misma. Como si sólo hiciese falta alentar, apenas encender la chispa, de este tipo de comportamientos. Chicos que son secuencia lógica de un mundo adulto que los precede y educa.
Tal vez el cine de Tarantino tenga relación con este retrato actual, sino desprejuiciado, muchas veces irresponsable de la violencia. Sus espectadores no han dejado de ser parte de este cúmulo de consumidores -no lectores de pelÃculas todas iguales. Y si bien Tarantino posee rasgos distintivos -y quizá depurados de manera magnÃfica en el film que nos ocupa , su plasmación de la violencia no deja de ser sÃntoma de una sociedad que hoy disfruta con las torturas de las pelÃculas en serie. Con Bastardos, aunque sin renunciar a esta grafÃa explÃcita, Tarantino la reflexiona y pone en su lugar. Y uno lo celebra.
En otras palabras, lo que perdura -en la memoria es la esvástica grabada a fuego en la carne de los victimarios. Asà como la complicidad con el régimen nazi de la cineasta Leni Riefenstahl o del actor Emil Jannings. Ellos filmaban mientras otros morÃan o se exiliaban. Datos que no deben faltar a la memoria (y que se subrayan en el film de Tarantino), pero que de hecho se ausentan en algunas mentalidades jóvenes pero no ingenuas, dadas al desprecio por lo ocurrido.
El vÃnculo entre los dos films seguramente es forzado. Pero lo que nos promueve a pensar nos lo permite como excusa.
Puntaje: 8 (ocho) puntos.
Bastardos sin gloria (Inglourious Basterds) EE.UU./Alemania, 2009
Dirección y guión: Quentin Tarantino.
FotografÃa: Robert Richardson.
Montaje: Sally Menke.
Intérpretes: Brad Pitt, Mélanie Laurent, Christoph Waltz, Eli Roth, Michael Fassbender, Diane Kruger.
Duración: 153 minutos.
Salas: Showcase, Monumental, Sunstar.
Puntaje: 7 (siete) puntos.
La ola. Alemania, 2008
Dirección: Dennis Gansel.
Guión: Dennis Gansel, Peter Thorwarth, a partir de la novela de Todd Strasser.
FotografÃa: Torsten Breuer.
Música: Heiko Maile.
Montaje: Ueli Christen.
Intérpretes: Jürgen Vogel, Frederick Lau, Max Riemelt, Jennifer Ulrich, Christiane Paul, Jacob Matschenz.
Duración: 107 minutos.
Salas: Village, Monumental, Sunstar, Del Siglo.
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