Confesiones de una prostituta de lujo
(The Girlfriend Experience)
EE.UU., 2009
Dirección: Steven Soderbergh.
Guión: David Levien, Brian Koppelman.
Intérpretes: Sasha Grey, Chris Santos, Philip Eytan, T. Colby Trane, Peter Zizzo.
8 puntos
El desinformante
(The Informant!)
EE.UU., 2009
Dirección: Steven Soderbergh.
Guión: Scott Z. Burns, a partir del libro de Kurt Eichenwald.
Intérpretes: Matt Damon, Scott Bakula, Lucas McHugh Carroll, Eddie Jemison.
7 puntos
Steven Soderbergh no para de filmar. Este, sin dudas, es uno de sus rasgos de estilo (cinematográfico y de vida). Luego del dÃptico sobre el Che enorme, desmesurado, absolutamente bien filmado, con un Benicio del Toro mejor que nadie hubo de realizar dos pelÃculas más y en el mismo año. Y dado el caso aleatorio y siempre poco comprensible de la distribución fÃlmica, estas pelÃculas sólo pueden verse a través del DVD. Aún cuando, y de acuerdo con certezas informativas del momento, El desinformante debiera haber conocido estreno comercial.
De modo tal que, entre Confesiones de una prostituta de lujo y El desinformante pueden trazarse algunos aspectos del cine soderberghiano, sea tanto respecto de su lugar en la industria -algunas veces al margen de su beneplácito como de sus temáticas y gustos narrativos. En este sentido, y sin demasiada dificultad, podrÃa enmarcarse Confesiones de una prostituta como nexo anÃmico con su cine primero, mucho más fresco, asà como El desinformante con ciertos regodeos de espionaje y diversión que tanto afloran en todas y cada una de las entregas de La gran estafa. Pero, a diferencia del entretenimiento glamouroso de aquella serie -más bien vacÃa , en El desinformante entramos de lleno en los artilugios del mismÃsimo FBI, de la información secreta, y de la fijación empresarial e ilÃcita de precios en el mercado.
Todo ello porque Mark Whitacre (Matt Damon), vicepresidente de una compañÃa bioquÃmica, comienza, de a poco y como mejor manera de eludir la responsabilidad ante el descenso de ventas, a imbricarse en espirales que conducirán al interés del mismÃsimo estado nacional. Con el FBI de por medio, habrá entonces de establecerse una lógica espÃa que permita desentrañar la identidad del espÃa japonés que, según confiesa Mark, ha determinado el problema y resolución del declive de ventas. AllÃ, por ende, la razón. Pero allà también la mentira. Y todo un entramado de dicho y desdichos que culminan por procurar una telaraña cada vez más espesa y delirante.
Desde este lugar, El desinformante puede emparentarse con la locura y delirio de Quémese después de leerse, de Joel y Ethan Coen. La mirada astuta del personaje (tan eficazmente interpretado por Damon), siempre dispuesto a torcer aún más los enredos, culminan en un mundo de disparate que, paradójicamente, guarda una coherencia muy cierta, que terminará por revelarse a través de acuerdos empresariales, estafas, sobornos, y cálculos quÃmicos con los que se producen alimentos en masa. Y además, y porqué no, entender también coenianamente a la gran caracterización que aporta Scott Bakula como el agente Brian Shepard, un actor de rostro reconocido pero con pocas oportunidades mayores en pantalla.
En cuanto a Confesiones de una prostituta de lujo, Soderbergh nos sumerge en el mundo frÃo, de sexo desangelado, de una dama de compañÃa con ansias de ascenso y de afectos. Chelsea (Sasha Grey) deambula con su chofer entre empresarios, restaurantes caros y hoteles de lujo. Averigua datos de sus compañeros ocasionales para su mayor seguridad. También se extraña ante sus comportamientos. Escribe libros desde la experiencia. Y mantiene su relación de noviazgo con un "personal trainer".
Desde este lugar, el film se bifurca y mantiene un correlato narrativo con la pareja de Chelsea. Algo por lo demás habitual en el cine de Soderbergh, para nada atento a una progresión temporal lineal sino, antes bien, descolocando los tiempos narrativos, adelantándose a las situaciones, y conjugando un tapiz dramático que, aquà lo mejor, no conoce más resoluciones dramáticas que no sean la misma exposición de los conflictos.
Habrá quienes intenten indagar en la sensibilidad de Chelsea: amiga, cliente, periodista, novio. También, cómo no, el propio espectador. Más aún todavÃa desde el plus atractivo que significa la actriz Sasha Grey, de piel nÃvea y pelo oscuro como la noche, más una trayectoria de prestigio y muchos premios dentro del mundo del porno. Su encanto duro oficia como una coraza para Chelsea. Y cuando los intersticios de su interpretación surgen, el mundo de Chelsea se agrieta.
Los personajes de Confesiones de una prostituta encuentran el nexo común en el dinero. Las discusiones, las decisiones, el viaje de placer (a Las Vegas), las conveniencias eleccionarias, si demócratas o republicanos, o la seguridad de la familia establecida aunque no querida. Todo delinea un mismo mundo, como en El desinformante, de hipocresÃas compartidas. Chelsea, en tanto, oficia como lugar de catarsis: sobre ella los problemas asà como el canto a un amor olvidado. El dinero, allà de nuevo, como instancia de ilusión reparadora.
Finalmente, la promesa de ascender aún más. El riesgo que ello supone y la maestrÃa narrativa de Steven Soderbergh para su resolución. Situación que se llega a vislumbrar desde una voz en off extraña, que dice obscenamente. Y que nos devuelve, por sobre todo, al mejor cine del realizador, alejado de la vanidad de marquesina de tÃtulos como Traffic o Erin Brockovich.
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