Apenas horas después de su arribo de México, Juan Carlos Rulfo ya asiste paciente a las entrevistas, presenta la proyección de El imperio de la fortuna -la pelÃcula de Arturo Ripstein basada en El gallo de oro de Juan Rulfo, su padre- y muestra impaciencia por el diálogo que mantendrá en su seminario -"Historias del cajón; un redescubrimiento para el mundo"- los dÃas siguientes. Habla tranquilo, es ameno, pleno de sensibilidad.
Disponer de su amabilidad, de su amor por el cine, duplica el encanto -luego de la presencia luminosa de Paz Alicia Garciadiego- del Festival Latinoamericano de Video y Artes Audiovisuales. Hoy a las 18, en La Comedia (Mitre y Ricardone) podrá verse, en compañÃa del realizador, Carrière, 250 metros (2011), film dedicado a un recorrido vivencial y geográfico junto a Jean-Claude Carrière, el ilustre guionista de Luis Buñuel.
"Fue una pelÃcula de encargo en la que intenté conectarme emotivamente. Yo no sabÃa tanto de Carrière, más allá del libro Mi último suspiro y de su relación con Buñuel -cuenta el realizador a Rosario/12-. A partir de ahà se establece todo un descubrimiento sobre una persona que no conocÃa, pero que al mismo tiempo era muy afable, muy tierna, muy dispuesta al diálogo. 'Vamos a caminar -me decÃa-, nada más que a mi pasito'."
- En una entrevista señalabas el paralelo personal que trazaste entre Carrière y la figura de tu padre.
- Cuando ya estábamos en confianza, lo que uno se pregunta es qué se puede aportar del encuentro con una persona asÃ. El planteó el asunto del viaje, a lo largo de siete ciudades, como una especie de epitafio a sus hijas. Lugares que él ha recorrido y que han sido muy importantes para su vida. A mà también me hubiera gustado que mi padre me llevase a los lugares que eran importantes para él. Mi padre fue un viajero muy fuerte, era un vendedor de llantas, y esto le permitió tomar fotografÃas, donde hay toda una especie de metáforas. Durante la pelÃcula de Carrière me di cuenta de que de alguna manera una metáfora era la de tratar de acercarme a él emotivamente. Al mismo tiempo, tengo la necesidad de una figura fuerte, que sea como un padre que me guÃe, porque haciendo esto solo y a nivel creativo siempre necesitas un tutor. En este caso fue Carrière.
- Por lo que decÃs, lo fuiste descubriendo durante el rodaje, lo que también implica cierto riesgo.
- Yo no sé cómo lo hacen los demás, pero yo sà necesito de alguna manera involucrarme, sino serÃa un sufrimiento espantoso. No hay modo de hacer algo si tú no tienes que ver ahÃ, tienes que hacer tuya la pelÃcula. Por lo general, el lugar común de la entrevista y la presunción de la sapiencia se ponen en primer lugar, antes del silencio Ãntimo y personal. Poder hacer a un lado toda esa parte y poderse meter en la otra parte, eso es fantástico. Le decÃa a Carrière: "Tú eres guionista, tú estás escribiendo estas cartas (NdR: cada carta es un lugar: Nueva York, el sur de Francia, ParÃs, Toledo, La India, Irán, México), cuéntame: ¿cómo vamos a estructurar esto, cómo se cuenta esta historia? Vamos a los lugares y tú me llevas de la mano, porque yo no tengo mucho que decir, excepto que tengo que andar descubriendo cómo filmarte". Entonces me dice: "Bueno, ¡tal vez es la primer pelÃcula de un guionista sin guión!". Eso fue también una lección a mi favor, porque a mà me gusta trabajar asÃ, si me hubiera puesto una especie de cinturón donde no me permitÃa salirme de cierto espacio hubiera sido terrible.
- Tu atención al silencio Ãntimo me remite a Del olvido al no me acuerdo (1999), en su búsqueda por retener lo inasible de los recuerdos.
- Es muy bonito que se logre transmitir este aspecto, esa cosa de lo intangible. Aparentemente un documental deberÃa ser una historia muy concreta y especÃfica de un hecho palpable, tremendista incluso, y yo llevo la contraria completamente. Del olvido al no me acuerdo nació siendo una especie de pelÃcula sobre mi padre, pero desde la negación. Cuando preguntaba, y por error me decÃan, "sÃ, lo conocÃ", "sé dónde estuvo", "se sentó aquÃ", se volvÃa un poco aburrido, no tienes tanta fantasÃa. En En el hoyo (NdR: Mejor PelÃcula Bafici 2006, que se proyectará mañana a las 18 en La Comedia) hay también un homenaje a la palabra, a la manera de hablar de la gente, que es lo que a mà me gusta mucho. Esa es la base fundamental. Lo que me viene de mi padre es el amor de escuchar hablar a la gente. El pretexto son los recuerdos, pero ¿cómo los cuentas? En En el hoyo eso ocurre pero con los albañiles, desde el punto de vista urbano, y sin la necesidad de saber cuántas toneladas pesan las columnas y qué dimensiones tiene la pista.
- En algún momento, la pelÃcula hace referencia a la necesidad de almas para la construcción del puente.
- Hay un personaje, Natividad, una persona totalmente mÃstica, que dice que el puente necesita almas para no caer. De hecho, la pelÃcula está basada en el misticismo. La figura mÃstica de las cosas es importante. Ves qué hay detrás y se abre un mundo enorme. Todo tiene finalmente un fondo, que no es esotérico, es misterioso, y ese misterio le da, tal vez, lo cinematográfico.
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