"Aquà hay dragones", dice JoaquÃn Nigro que le dijo un amigo, señalando alguna de sus pinturas o dibujos abstractos en blanco y negro donde él sólo veÃa "mapas, costas extrañas, tal vez peligrosas". De buena fuente, el amigo resultó no ser otro que el poeta y artista plástico Hugo Padeletti, amigo también de su padre, el pintor (¿neo? ¿post?) constructivista Adolfo Nigro. Nigro padre legó al hijo un nombre de pila cargado de connotaciones artÃsticas, además del apellido notable.
En el texto de presentación que encabeza el bello catálogo de la primera exposición individual de JoaquÃn Nigro en Rosario, Paisajes mÃticos, que estará todo agosto en el local E del pasaje Pam (Córdoba 954) Padeletti empieza por señalar "la independencia que mantiene con respecto a la obra de su padre". Y destaca sorprendentes similitudes casuales entre su obra y la de los artistas del Tao. Como ellos, JoaquÃn Nigro "no dibuja cuerpos ni abstracciones de cuerpos, sino campos de energÃa: aglomeraciones (e intervalos vacÃos) de constelaciones y de pequeños trazos más o menos acentuados. Esas aglomeraciones de energÃas tienen un contorno que las distingue del espacio vacÃo, por lo que se forman nubes, plantas, animales, personajes y... dragones".
Sigue Padeletti enumerando, en su texto, analogÃas: algunos dibujos de Van Gogh, los del argentino Eduardo StupÃa, los de Henri Michaux, y los de algunos representantes del outsider art. Cabe aclarar que el outsider art serÃa algo asà como arte en los márgenes, frase referida al arte realizado por artistas no reconocidos como tales. Bajo este rótulo se incluyen los dibujos de los locos (encerrados o sueltos), ciertas decoraciones bizarras, el graffiti, los tatuajes y un variopinto etcétera. Entrevistado en la populosa inauguración de las muestras de agosto en el Pasaje, JoaquÃn Nigro asiente ante la mención de StupÃa e irradia alegrÃa por aquello de los maestros taoÃstas. En cuanto al arte en los márgenes, éste ha sido sin duda la inspiración de otro nombre más que salta en la charla (el de Diego Perrota, dibujante argentino influido por el grabado popular mexicano) y cabe destacar aquà lo mucho que se parecen estos dibujos de JoaquÃn Nigro a tatuajes caprichosamente extendidos sobre la piel en blanco del lienzo. No sólo el Tao, sino también los caligramas árabes podrÃan ser un horizonte de referencia.
Al mirar estas obras de JoaquÃn Nigro, el primer dato concreto es que cuesta distinguir sus pinturas de sus dibujos, ya que las ligeras, secas pinceladas negras sobre la tela preparada siguen la misma poética gráfica que sus trazos en tinta sobre papel. Lo que salta a la vista es el extraño equilibrio que se establece entre unas zonas vacantes (esos fondos planos cuyo blanco es el mismÃsimo del preparado de la tela: áreas que él ha preferido no pintar) y otras zonas donde, por el contrario, el insistente grafismo se somete a la lógica que rige todo outsider art que se precie, que es la del horror vacui. Entre la proliferación barroca de las segundas y el vacÃo cargado de tensión coloidal de las primeras, firmes trazos de contorno marcan el lÃmite. Estos trazos, si bien responden al mandato constructivista de que la lÃnea debe funcionar primariamente estructurando el campo pictórico, jamás son rectas, sino breves curvas suaves y ondulantes que se quiebran, se continúan y van trazando asà una cartografÃa imaginaria para esas costas de unas supuestas islas pobladas de dragones que sólo un poeta pudo avistar. O como reza un falso silogismo de Lewis Carroll: "No se conocen islas que tengan dragones. Todo lo desconocido nos inquieta. Luego, las islas pobladas por dragones son muy inquietantes".
Transformar una abstracción basada en arabescos, en signos casi caligráficos (puntos, pequeñas curvas) en inquietantes islas con dragones es un logro raro. Nacido en Montevideo en 1970, JoaquÃn Nigro vive y trabaja actualmente en Buenos Aires. Entre 1984 y 1986 estudió grabado con la destacada artista gráfica Alicia DÃaz Rinaldi. Expone en muestras colectivas desde 1985 y en 1991 hizo una muestra individual en la galerÃa porteña Márgenes. A los veintinueve años tiene todavÃa mucho tiempo por delante para demostrar el adagio oriental de que los mejores argentinos son uruguayos, y con esta muestra, valga la redundancia, ya está demostrándolo.
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