"Números y letras, revólveres, muletas y mapas de la Argentina, manos y estrellas, muebles y objetos": con esta enumeración de "constelaciones" presenta el mundo del artista plástico rosarino Chachi Verona (Rosario, 1962) el curador de su inminente muestra, Guillermo Fantoni. Titulada precisamente Mundo, esta antológica que incluye obras de diversos perÃodos y en diversas técnicas podrá verse en las galerÃas del Centro Cultural Parque de España (Sarmiento y el rÃo) a partir de este sábado a las 19.30. Guillermo Fantoni, que es historiador, investigador y profesor de arte argentino y latinoamericano por la UNR, ha optado con acierto por estructurar la muestra de Chachi Verona en torno a su potente veta gráfica, signada por una precoz y prolÃfica actividad como dibujante y por un estilo extremadamente personal y "pop" en el manejo de la lÃnea. Siendo adolescente, mientras cometÃa una mañana la travesura de entrar en triciclo al aula, Verona se autodefinió alguna vez ante un desconcertado profesor del secundario como "dadaÃsta". Pero asà como sus ensamblajes de objetos dispares formando figuras hÃbridas cómicamente monstruosas, tanto en sus esculturas como en sus dibujos, evocan al surrealismo pero se nutren de los procesos mentales del inconsciente a través de la influencia del psicoanálisis y de la cultura del rock, del mismo modo su estilo "pop" no es tan afÃn a las vanguardias históricas del siglo veinte como a expresiones más singulares y cercanas en el tiempo. Tampoco sus abstracciones responden rÃgidamente a las doctrinas modernistas, y al hacer estas dos últimas salvedades teóricas Fantoni vincula al arte de Chachi Verona, rico en lo que el artista gusta de llamar su "humor ácido" (en todos los sentidos de la palabra ácido, cabe aclarar, aunque el LSD sólo le haya llegado por interpósita persona a través de los Beatles y The Who), con el del argentino Jorge De la Vega en los años sesenta.
Cuando Verona comenzó a dibujar profesionalmente primero para Rosario/12 y luego para otros medios a comienzos de los años noventa, ya llevaba al menos una década acumulando a punta de Rotring esas caras dientudas y esas guitarras eléctricas de mangos retorcidos que luego saltarÃan a la tridimensionalidad de la mano de su colección particular de juguetes rotos. Estas esculturas con objetos afianzaron su estilo mediante una clÃnica de obra con Pablo Suárez. Julián Usandizaga fue otro de sus maestros. Sus Monstruos de basura para el JardÃn de los Niños lo emparientan con otro artista rosarino, su admirado Antonio Berni. Con el impulso de estas influencias, Chachi expandió el carácter violentamente disparatado de sus imágenes, arraigadas en la experiencia próxima de sus preferencias y conflictos personales, al mundo más amplio de la sátira polÃtica.
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