Claro, eran tiempos de cortaderas y de viento helados, de zunchos atados dentro de los cuales los cadáveres iban al fondo del mar, eran tiempos donde una palabra tenÃa un significado incordial; la palabra rojo por ejemplo era subversiva, al igual que grupo, tendencia, perón, mao y volante. Nosotros no las usábamos, no pertenecÃamos a secta alguna que las habrÃa de proferir en secreto: nuestros desaparecidos eran muchos y de tan variada ralea que les habÃamos perdido la cuenta simplemente porque estábamos fuera de toda contienda y todo lo ignorábamos y sin embargo estábamos dentro de su centro, porque éramos los poligrillos que animaban la fiesta de la masacre: pibes estudiantes, artistas jovencitos, delegados que no tenÃan ni veinte años, pibes de los lápices que escribÃan poemas de amor, algo sobre la liberación de los pueblos y nada más.
La primera vez que la cana nos paró Ãbamos por Buratovich en una noche de primavera: cuatro autos entraron por sus cuatro calles interiores de la plaza y nos enfocaron. Levantamos las manos, nos hicieron sentar en la fuente. Eran una docena de colimbas, varios policÃas y un jeep del ejército.
Vos, hijo de puta, dame eso- y le extendà el grabador donde recopilábamos las grabaciones de nuestra música.
Hijo de puta- me decÃa el morocho en la cara.
!Y tirá el cigarillo, puto! ¿O te crees que estás en una fiesta? Yo aún lo sostenÃa entre los dedos. Un canoso gordo a quien conocÃamos del barrio se acercó y advirtió al negro alto que me estaba puteando.
-Son de acá enfrente, tienen una orquesta.
Me puteó el hijo de puta-, redundó el simio que se la habÃa agarrado conmigo. Me cargaron en un Falcon.
Chau-, les dije a mis tres amigos baterÃa, bajo, saxo.
Si no vuelvo, el derecho de autor de los temas sigue siendo mÃo.
Un empujón y la punta del arma en las costillas me introdujeron en el auto.
Adelante iba el negro. Vas a ver cuando lleguemos y oigamos esto, el grabador geloso de tecla amarilla de On circulaba entre sus dedos.
Dejalo en paz -dijo por lo bajo con autoridad el canoso. En el portadocumentos habÃan encontrado un bono contribución que le habÃa comprado al PST sin inscripción alguna.
El comisario me hizo pasar. El pendejo me insultó, señor- se inclinaba el morocho que querÃa verme fusilado en el patio. Yo no sentÃa el corazón; tengo esas cosas, me transformo en un pulpo, en una pez abisal, sin memoria que me delate, no tengo pensamientos y abro los ojos perplejos y bien dispuesto. El agente me dio una silla y me tiró del pelo.
Putito.
Déjelo-, ordenó el comisario que asomaba su cara de lobo entre un haz de luz y la oscuridad de la oficina con el gesto de querer irse a su casa.
¿Que es esto? TenÃa el impreso de la rifa en la mano.
Una rifa: queremos comprarnos las camisetas de Estudiantes.
¿Quiénes son y dónde vive el resto del equipo?
DÃ una larga lista de casa y direcciones inventadas, todas del barrio y con una seguridad apabullante.
-Y nos falta la rifa para la pelota, les ganamos ya a RÃo Negro, pero no tenemos camisetas-, argumenté. El morocho me puso algo frÃo en la nuca. Dejalo, dijo el canoso, que es un buen cantor. Bueno, ya cantó, dijo el comisario cerrando la entrevista. Llévenlo a la sala y que espere. Sentadito en un banco, pensando en nada oÃa tras la puerta de visillos mi música, nuestra música que llegaba asordinada pero audible.
"Huy cómo desafiné en esa parte; el solo de bajo de Marcelo hay que hacerlo mas corto y Hugo con su guitarra satura, el Topo en cambio suena peor: hay que comprarle unos platos nuevos... Zidjian serÃa copado... el solo de órgano de Juan... ahora viene Islas, ja una copia mala de King Crimson...eh...esta parte esta buenÃsima, la de 'los brotes de talles del mar y las fragatas piratas que renacen de la tumba del mar'... y Yayi con la percusión tapa la voz...no está mal".
Se abrió una puerta y el morocho me agarró del brazo, me levantó y me ordenó irme.
No me voy sin el grabador. Se me acercó, olÃa a correaje, a óxido mojado y a diablo.
Hijo de puta la sacaste barata, andate. El canoso, le puso una mano en el pecho.
Tomá, esto es tuyo y me extendió el aparato junto al DNI.
Sigan ensayando que van a ser alguien en la vida.Me dio un cigarrillo. Antes de irme y darle la mano, grabador bajo la axila alcanzé a mirar al negro a los ojos. Tocamos dentro de quince dÃas, ¿Quiere ir con su novia? Le guardamos entrada. El canoso carcajeó y un escribiente también. Luego les di la espalda y salà por donde habÃa entrado, el portón abierto donde estaba el Falcon. Un sofocón me detuvo y ya no pude caminar más. A diez metros de la comisarÃa me tuve que detener en un umbral, sin poder respirar, mis piernas habÃan desaparecido y estaba a merced de mis captores, seguramente advertidos del engaño. Apoyé la cabeza en una rosa de fierro de la puerta y rogué se me pasara rápido. Luego en un árbol, descargué todo el orÃn contenido, que ya se habÃa amenguado un poco sobre mi vaquero de corderoy. Llamé a Marcelito.
Che, somos un éxito en la policÃa, dije con una voz raramente calmada. El pavor transfigura y suele hacer milagros.
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